Tiempos aciagos, como los que vivimos desde hace cinco lustros −extremados hoy en día− imponen una cuidadosa selección de lecturas sobre el tema político; por eso afirmo que en la biblioteca −o en la mesa de noche− hay textos que no deben faltar ni dejar de leer los estudiosos de la política y, mucho menos, los que se dedican a ese oficio de manera práctica y consuetudinaria. Entre estos textos están: El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, Fouché: El genio tenebroso de Stefan Zweig y La técnica del golpe de Estado de Curzio Malaparte. Agrego ahora El Arte de la Guerra de Sun Tzu, que no se debe confundir con uno de nombre parecido, De la Guerra, de Carl von Clausewitz, cuyas lecturas también recomiendo.
Ni recensión, ni resumen
La lectura de estos textos puede ser muy útil en los tiempos que vivimos; me tomo por tanto la licencia de elaborar una muy breve reseña, que no llega a recensión y mucho menos a resumen y la única pretensión es estimular la lectura y animar una reflexión alrededor de ellos, que iluminen las actividades que cada quien realiza y aporten alguna de las enseñanzas y motivaciones que a mí me dejó su contacto y lectura. Algunos de los libros se consiguen en cualquier parte: El Príncipe, El Arte de la Guerra, por ejemplo; otros son más difíciles, pero aquellos que son más difíciles, en la época de Internet, seguramente son fáciles de encontrar; de todos ellos he visto la versión impresa y digital y animo a buscarlos.
La guerra
Sobre la guerra hay innumerables tratados; sin embargo, los dos que reseño son muy conocidos y circulan ampliamente.
Del texto de Sun Tzu −general, estratega y filósofo chino, que se supone vivió varios siglos antes de Cristo, en fechas difíciles de precisar− se dice que es el tratado sobre guerra y estrategia más importante de todos los tiempos y hoy es citado con soltura, pues −como muchos textos de filósofos y escritores chinos− desde la más lejana antigüedad hasta Mao Tse tung, el “narciso de bambú”, como le decía un viejo amigo, es fácil extraer de ellos aforismos e ingeniosas citas que dejan muy bien a cualquiera que las emplee, aun cuando no se profundice en ellas. Entre las muchas ideas que se extrae de este clásico texto está, lo que para algunos es su enseñanza más importante: “Someter al enemigo sin darle batalla.” Presente está también la idea de la “unidad” por encima del tamaño, la importancia de respuestas flexibles en circunstancias cambiantes y la de desarrollar fuentes de información. Esta última, en época de posverdad, bajo el estricto control, censura y autocensura de medios de comunicación y el intento de someter y limitar las redes sociales, lo de “desarrollar fuentes de información”, adquiere importancia capital.
Del general prusiano, Carl Von Clausewitz, que vivió solamente 51 años entre 1780 y 1831, se tienen datos más precisos, pero su texto se presta menos a citas y aforismos que el de Sun Tzu, aunque todos repetimos aquello de que “La guerra no es más que la continuación de una política con otros medios». (Cita no textual). Von Clausewitz es uno de los exponentes de esa rancia ideología de la “superioridad alemana” y su pensamiento pudiera resumirse, en mi criterio, en dos postulados generales: la superioridad numérica y el medio como elementos tácticos importantes, que desarrollan todo su potencial estratégico debido a la “genialidad del jefe”, de quien comanda. Siete millones son un número y un jefe puede ser un líder o una lideresa.
El planteamiento de Von Clausewitz es netamente ofensivo, atacar al adversario de un modo rápido y sorprenderlo, obligándolo a dar batalla en condiciones de desventaja y sorpresa −algo que no siempre es fácil− después de “concentrar” fuerzas. A Carl Von Clausewitz se le considera, con propiedad, el fundamento de la doctrina militar alemana del siglo XIX y probablemente del siglo XX.
El golpe
Sobre La técnica del golpe de Estado, debo decir que quien me puso en contacto con este extraordinario y breve texto de Malaparte, fue mi amigo, compañero de colegio y luego mi profesor en la escuela de Estudios Políticos, Aníbal Romero, quien, afortunadamente, se ha mantenido escribiendo.
Yo conocí la edición impresa de esta obra, la de 1974, en la colección de Papeles Políticos de la Distribuidora Baires; pero, años más tarde recorriendo librerías en Madrid, pude conseguir una edición de 1959, en excelente estado, de José Janes, Editor; pero, es ciertamente difícil de encontrar un texto impreso, pero no imposible una edición digital en la era de Internet.
Curzio Malaparte, cuya obra más conocida es La Piel −publicada en 1949 y durante muchos años en la lista de los libros prohibidos por el Vaticano− nos regala este texto en 1928, y su objetivo fundamental era advertir a los gobiernos de occidente acerca de los peligros de la revolución bolchevique; algo que hoy sería un deleite en esta mentalidad que nos rodea, donde cualquier idea de justicia social o progreso, es calificada de comunista, socialista o cuando menos peligrosa. De esa manera empieza su texto, advirtiendo específicamente del peligro de la táctica de Trotsky, más que de la estrategia de Lenin: “Si el estratega de la revolución bolchevique es Lenin, el táctico del golpe de Estado de octubre de 1917 es Trotsky”, pues la táctica de Trotsky es una táctica insurreccional y eso es lo que importa, porque esa “es la técnica del golpe de Estado”; la estrategia −de Lenin− dependía de demasiadas condiciones y circunstancias −nos dice Malaparte− concebía la estrategia como Clausewitz, como una filosofía, más que como un arte o una ciencia, que en opinión de Trotsky en 1917, dependía de demasiadas circunstancias, −de unir revolución a una guerra imperialista, que mantuviera distraídos a los probables enemigos externos de la revolución, la inmensidad de Rusia para sostener una guerra y la existencia de un movimiento revolucionario− mientras que para él solo es necesario “una pequeña tropa, fría, violenta, instruida en la táctica insurreccional… hay que atenerse a la táctica, operar con poca gente en un terreno limitado, concentrar sus esfuerzos sobre los objetivos principales, dar directa y duramente… la insurrección no necesita nada. Se basta a sí misma”.
El meollo del texto de Malaparte tiene una base fundamental: los escritos de Lenin y una supuesta e imaginaria conversación, entre Lenin y Trotsky; con base en esos escritos y en esa imaginaria conversación, Malaparte desarrolla su advertencia hacia la táctica de Trotsky. La revolución de octubre triunfa, según Malaparte, gracias a Trotsky quien luego, todavía en vida de Lenin, pero especialmente tras su muerte, se enfrasca en agudas disputas con Stalin, que lo llevarían al exilio y a la muerte, asesinado por un comunista español, al servicio del dictador soviético.
Los invito ahora a adentrarse en este texto magníficamente escrito, pero sin olvidar una de las máximas de Trotsky: “La insurrección −dice− no es un arte, es una máquina. Para ponerla en movimiento hacen falta técnicos, y solo unos técnicos podrían detenerla”.
Conclusión
Dejo hasta aquí, suficiente por hoy, mis “lecturas políticas”; reanudaré la próxima semana con las enseñanzas que me dejaron El Príncipe de Nicolás Maquiavelo y el Fouché de Stefan Zweig, dos personajes de conocimiento imprescindible para cualquier estudioso o político contemporáneo.
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