No basta desconocer el resultado electoral y el quiebre institucional generalizado, palpable, visible, muy visible. ¿Cuál valor tienen hoy en día el CNE, las asambleas nacionales -una de ellas, la de 2015, último resquicio para la contención del avance totalitario-, las Fuerzas Armadas, la propia Constitución?
El terror tiene mucho que ver con la deriva totalitaria hacia donde nos van encaminando. Los partidos políticos han sido minados, expropiados, perseguidos, enjaulados, exiliados, muertos en su mayoría. La coalición de partidos conformada por la Plataforma Unitaria Democrática, y otras personalidades políticas y partidos que se le han adherido, trata de amalgamar el triunfo electoral con la salida del régimen. Pero este último propende al totalitarismo inocultablemente. Subsumió los poderes públicos y más, mucho más.
Se explaya en la persecución, la prisión y el miedo como estrategia de dominación, para acallar vestigios. Diría Arendt: «…el aspecto más característico del terror totalitario, el de desatarse cuando ha muerto ya toda oposición organizada y el dirigente totalitario sabe que ya no necesita temer nada». Sólo que falta mucho que temer.
Esto a pesar del incremento de la violencia desde el poder y la amenaza de más presiones para averiguar después. Apresan alcaldes opositores por doquier, y dirigentes políticos de toda índole, a quien ose hablar o manifestar. Así también, cierran más medios, acosan instituciones independientes como las ONG, persiguen partidos y partidarios, ciudadanos comunes con algún ímpetu levantisco. Se busca desesperadamente desde el poder desatado en armas y prisión, con la fuerza pública del Estado, imponer el pensamiento único, el partido único como toda solución al problema de su permanencia en el poder ahora debilitado. El terror como medida de contención a la aspiración democrática. ¿Para qué llamaron a elecciones? ¿Para tratar de ocultarse ante el mundo y lavarse la cara?
Queda mucho material humano e institucional aún para la contención de esos ataques y para detener la deriva totalitaria. Dentro y fuera del país se sabe que la amenaza es continental contra la democracia y la libertad. Invalidar el voto y las elecciones sería un acontecimiento de trascendencia mundial. De allí su repercusión y la preocupación expresada diariamente desde el día 28 de julio. Entendemos que preocuparse no basta. Preciso es ocuparse. Ah pues.
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