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Outsourcing en Venezuela: ¿una vía para sortear la crisis económica?

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Ya he dicho por acá, en reiteradas ocasiones, que no es buen momento para montar restaurantes en Venezuela. Siempre habrá excepciones, pero las probabilidades de que un negocio de comida fracase en el país después de pocos meses son bastante elevadas. Y me atrevería a decir que lo mismo se refleja en buena parte de la dinámica comercial del país: tiendas al borde de la quiebra con una caída brutal del consumo. Además, las noticias posteriores al 28 de julio no son “optimistas”. Venezuela parece encaminarse hacia un mayor aislamiento que probablemente ralentice aún más la economía.

Pero estemos claros en una premisa: no todo el mundo puede huir del país, por lo que habrá que dedicarse a algún tipo de actividad productiva. He estado dándole vueltas a esta idea: ¿en qué invertir dentro de Venezuela? Ideas seguramente siempre habrá, pero hay que analizar con cuidado los sectores. La manufactura, por ejemplo, no tiene futuro hasta que no cambien las condiciones estructurales del país. Telecomunicaciones es interesante, pero se ha transformado en un océano rojo, con el peligro de saturación. Agricultura y sector pecuario son extremadamente inestables; el vaivén de precios y la inseguridad jurídica no contribuyen a su desarrollo. Si no, pregúntenselo a los esquemas de inversión colateralizados en ganado, que han sudado la gota gorda para honrar sus compromisos con inversionistas. No está fácil.

De esta manera, he llegado a la conclusión de que una de las pocas maneras de tener un negocio medianamente funcional en Venezuela es que dependa lo menos posible de la variable país. En otras palabras, que aunque estés en Venezuela, tu core de servicios no dependa de lo que pase política y económicamente en el país.

Es difícil, pero no imposible. Las opciones de trabajo remoto han abierto fronteras, superando los obstáculos físicos. De este modo, pienso que una arista potencial que puede explotarse en Venezuela es la del outsourcing. Ante su situación precaria, Venezuela bien pudiera tantear la posibilidad de convertirse en un hub de servicios de tecnología (IT), soporte de back-office, servicios de atención al cliente o externalización de procesos de conocimiento (Knowledge Process Outsourcing, KPO).

Existe un mercado, especialmente en América Latina, pero también en Asia y ciertas partes de Europa, al que le puede resultar útil contratar venezolanos a distancia y tercerizar todas las tareas descritas. Habrá quien piense que se trata de algo peyorativo. Y la realidad es que no siempre estará a la vista del ciudadano común la gestión de este tipo de operaciones, pero no se debe subestimar el impacto que pueden tener este tipo de actividades sobre la economía nacional. Por ejemplo, a partir de la década de 1990, países como Filipinas experimentaron un importante impulso en su economía gracias a este tipo de tareas, los denominados business process outsourcing (BPO). Lo mismo sucedió con Bangalore en India. Se estima, conservadoramente, que las utilidades de los procesos de BPO en India representan cerca del 1% del PIB de la nación asiática.

Como todo, esta tarea no es fácil. ¿Ayudan las regulaciones laborales al desarrollo del outsourcing en el país? Ante las recurrentes fallas en los servicios básicos, especialmente el eléctrico y el agua, ¿se puede tener una operación estable en Venezuela? ¿Qué hacer si las autoridades, ante la falta de seguridad jurídica, deciden darle una patada a la mesa, como ya lo han hecho en otros episodios de la historia? Sin duda, no son preguntas fáciles de contestar. Sin embargo, creo que para el inversionista es menos complejo manejar el riesgo de una oficina de servicios que puede ser fácilmente desmontada, en comparación con una fábrica, una planta, una cadena de locales o el desarrollo agrario en una importante extensión de tierra. Es un riesgo, indudablemente, pero al menos en el papel, parece menor.

Mientras tanto, parece que habrá que abrocharse bien los cinturones, porque a la economía venezolana le vienen tiempos de turbulencia. La política es una corriente de aire muy poderosa, y lamentablemente, no sabemos cuándo se estabilizará.

 

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