Volver al pasado

Dice un aforismo del historiador francés Jean Chesneaux: (2 de octubre de 1922 y fallecido el 23 de julio de 2007 en París, Francia) «el pasado también es presente», lo que sostiene Chesneaux en un polémico libro titulado
¿Hacemos tabla rasa del pasado?

Ciertamente, las civilizaciones y los modelos societarios que aún perviven en nuestro oikos terráqueo que han olvidado su pretérito, sin dudas se han condenado a sí mismas de por vida hasta su extinción definitiva. Igual sucede con las personas o individuos: aquél que desconoce su historia se condena indefectiblemente a repetir cual Sísifo nomofóbico, como comedia, la tragedia de sus antepasados. Quienes aún habitamos contra nuestra volición esta «Tierra de Gracia» tenemos taxativamente prohibido delegar el ejercicio y cuido de nuestra memoria en otros sujetos políticos heterónomos en desmedro de nuestra radical autodeterminación subjetiva y biopolítica. No podemos fallarle a nuestro pretérito árbol genealógico que sostiene nuestra frondosa memoria individual y social.

También lo que efectivamente ocurrió nos sostiene como identidad en tanto colectividad nacional. La mnemósine es faro de luz en medio de la espesa niebla que oblitera la visión de lo porvenir en esta metáfora del «carro escachapado» que alguna vez el notable y prestigioso famoso psiquiatra Frazel Delgado Senior hizo paráfrasis de
Venezuela.

Recordar con el corazón es ir conscientemente contracorriente y contra el olvido. Hemos de prohibirnos a nosotros mismos y a quienes son dueños de nuestra devoción amorosa, olvidar. Traer al aciago presente lo acaecido, lo históricamente acontecido como «diktum» a los fines prácticos de refrescar la memoria. Lo pasado nos define tanto como nos constituye en libre despliegue de nuestras insoslayables potencialidades estético políticas en tanto sujeto social autonómico.

Ahí estriba el meollo de la memoria constituyente que funda o refunda un logos y una praxiología inenajenante, es decir, libertaria en el sentido ácrata del término.