Brasil ha entrado al club de Rusia, China, Corea del Norte, Venezuela, Irán y Pakistán. Todos prohibieron X de manera parcial o absoluta. Las razones son distintas, el objetivo siempre el mismo. Matar la voz del adversario y aniquilar el pensamiento divergente.
El ministro del Supremo Tribunal Federal de Brasil, Alexandre de Moraes, ordenó bloquear el acceso a X (antiguo Twitter). Fue una resolución histórica y polémica. Elon Musk, dueño de la red, se negó a acatar las amonestaciones judiciales y rechazó mutilar la libertad de expresión.
De Moraes fue más allá. El ministro, considerado el segundo hombre más poderoso de Brasil, ordenó que la aplicación X fuera eliminada de Google y Apple Store. Por si esto fuera poco se establecieron multas de casi 9.000 dólares a los que intenten burlar el bloqueo usando un VPN.
X no es otra red social de entretenimiento y bailes ridículos. Es la red número 1 en Brasil, con 22 millones de usuarios activos que anunciaban, denunciaban o se informaban sobre los abusos del sector público y privado en el país más grande de Sudamérica.
De Moraes es juez, acusador y policía. El todopoderoso jurista lidera una cruzada personal contra los promotores de noticias falsas. Sus tareas han incluido establecer multas, abrir investigaciones y ordenar arrestos contra supuestos transgresores.
Presidente Lula le da apoyo total a juez autoritario y dice no a la libre expresión. “Que alguien tenga dinero no significa que puede hacer lo que quiera. (Elon Musk) Debe acatar las reglas de Brasil”, indicó el tres veces mandatario.
Elon Musk reclama libre expresión. En un pronunciamiento oficial, la red X destaca que “La responsabilidad recae únicamente sobre Alexandre de Moraes. Sus acciones son incompatibles con un gobierno democrático. El pueblo de Brasil tiene que tomar una decisión: la democracia o Alexandre de Moraes”.
El cierre de X en Brasil podría generar una onda expansiva en América Latina. Primero fue Venezuela y un mes después Brasil. Países como México, Colombia, Honduras, Bolivia y Nicaragua podrían ser los próximos en la lista de censuradores.
El negocio de la censura y la censura de un negocio no es lo mismo. El cierre de espacios de comunicación tradicionales o alternativos es una práctica común en regímenes autoritarios. No tiene nada que ver con la ley sino con quien la ejerce.
Lula da Silva es un defensor de la censura y los censuradores. Ha sido categórico en tomar partido por la dictadura de Cuba, en respaldar la invasión a Ucrania y justificar el terrorismo de Hamas contra Israel.
El poder de las redes sociales contra las redes del poder. La censura de X en China, Rusia, Irán y ahora en Brasil demuestra el temor y la torpeza de los autoritarios. Incluso la censura más brutal ha fracasado.
Las redes sociales han puesto fin al monopolio informativo. Los dictadores están aterrados y enfurecidos. Es apremiante no enmudecer y utilizar estas plataformas como trinchera de lucha por la libertad y la democracia. La batalla apenas y comienza.
El autor es periodista exiliado, exembajador de Nicaragua ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz (FK).
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