Por equipo editorial
Héctor Rodríguez ha regresado como ministro de Educación, intentando salvar o «resucitar» una educación que yace en las ruinas y que ha sido mancillada en sus principales preceptos: conocimiento, ética y moral.
Y más allá de cualquier retórica, el principal daño que se ha hecho a la educación es que ahora tanto padres y representantes, como sus niños y adolescentes, especialmente aquellos que votaron en favor de la oposición y Edmundo González Urrutia, sienten un miedo enorme de enviarlos a clases, porque el madurismo como política de Estado ha dicho claramente que «no habrá perdón» para la «extrema derecha fascista», al punto de que, incluso casas de sectores populares, como en el 23 de Enero, fueron marcadas con una X – y no precisamente de Elon Musk -, lo que determina una perversa práctica, no solo de discriminación social sino de objetivo político.
Ante semejante realidad, ¿qué va a decir, sobre tal aberración el retornado ministro de Educación? ¿Le servirá la retórica de que la «educación no lleva política» y que es «para todos»? Es lamentable que la política del miedo se haya impuesto también sobre niños y adolescentes, y que se haya llegado a lo impensable, que padres y representantes, junto con sus hijos, ahora tengan miedo de ir o llevarlos a las escuelas, liceos o universidades.
Y es que luego de lo ocurrido, cuando la propia ONU y distintas organizaciones señalan que han sido detenidos más de 150 adolescentes por eventos poselectorales, ¿quién garantiza que cualquiera de nuestros hijos ahora no sea imputado de «terrorista» por subir un video a las redes sociales que muestren una escuela, liceo o universidad que se encuentre en el más completo abandono? O peor, que cualquiera de esos niños y adolescentes vea cómo son detenidos sus padres, allanando sus casas sin órdenes judiciales y sin órdenes de aprehensión, solo por el hecho de que ellos fueron parte de los llamados «comanditos» cuyos integrantes son considerados «asesinos» desde lo más alto del poder, cuando la verdad es que solo fueron miembros o testigos de mesa.
Héctor Rodríguez no podrá revertir con palabra alguna el terror psicológico que se le ha hecho a la sociedad educativa de Venezuela. Y es que hasta un docente, de los muy pocos que aun conforman la nómina del MPPE, puede ser detenido, porque simplemente no votó por el madurismo, lo cual demuestra, aún más, que al drenar el miedo en el trinomio: estudiantes, padres y docentes, la ética y la moral han sido enterradas por un conocimiento que implica terribles violaciones de derechos humanos.
Este ha sido un daño terrible para las nuevas y actuales generaciones. Aquella educación de «moral y luces son nuestras primeras necesidades», como una vez lo pregonó Simón Bolívar, ha sido transformado por una constante de lágrimas y dolor. La pedagogía de la felicidad fue transformada por la antieducación y el miedo educativo. ¿Qué opinará el ministro de Educación?
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