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¿Contraataque o invasión?

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Una de las noticias internacionales de la semana ha sido la audaz incursión ucraniana en territorio ruso, la primera vez desde 1941 que un enemigo cruza las fronteras occidentales rusas. El lugar elegido fue la provincia de Kursk, situada a unos 500 kilómetros al suroeste de Moscú.

Ahí mismo, en 1943, se libró una de las más importantes batallas de la Segunda Guerra Mundial, una que ostenta el récord de la mayor confrontación de tanques de la historia. Se llamó a la batalla la “Saliente de Kursk” pues se interrumpía la uniformidad de la línea del frente y fue el último gran esfuerzo Nazi para romper el frente soviético, pero, a diferencia de los anteriores, uno que estaba condenado al fracaso. Pero suficiente con las reminiscencias históricas. La situación generada es notable en varios aspectos. Veamos:

El primero es que las fuerzas armadas ucranianas han propinado una sorpresa estratégica completa al mando ruso. La frontera estaba desprotegida, las únicas tropas en el lugar eran jóvenes conscriptos, sin entrenamiento, apoyo, pertrechos ni deseos de morir.

El segundo es que se han vulnerado las líneas rojas de Putin sin ninguna consecuencia, hasta ahora al menos. Desde el inicio de la guerra, el autócrata del Kremlin amenaza con todo tipo de represalias si la guerra llega a territorio ruso, incluyendo el uso de armas nucleares tácticas y de otros tipos.

El tercero es el paulatino cambio de actitud de Estados Unidos y Europa al permitirle a Ucrania atacar dentro de Rusia con las armas que les suministran, cosa que antes les estaba vetada, con la probable, secreta, pero importante excepción de operaciones encubiertas.

El cuarto es que dejaría a Ucrania en posesión de territorio inequívocamente ruso si el éxito obtenido se mantiene. En una eventual, pero aún improbable negociación, Kiev tendría ya una importante moneda de cambio frente a Moscú.

La máquina de propaganda del Kremlin, digna heredera de los Buros Desinformativos y de guerra psicológica de la KGB, trabajan a todo vapor. Algunos señalan que se trataría de una emboscada rusa y que pronto las tropas ucranianas se verán rodeadas y eliminadas. Todos los observadores serios señalan que esto es un sueño de opio y aunque disto de ser un experto en los aspectos tácticos del arte de la guerra, concuerdo.

También trazan paralelos tontos con las invasiones de Hitler y Napoleón y hasta de Suecia en el siglo XVIII y que ahora que se ha violado el sacrosanto territorio de la Madre Rusia, el pueblo ruso peleará hasta la muerte.

Además de tontas son comparaciones irónicas. Cuando Hitler invade la Unión Soviética, por ejemplo, en muchas partes de Ucrania las tropas alemanes fueron recibidas con los brazos abiertos, pensando, ingenuamente, que los liberarían del yugo asesino de Stalin. Sólo cuando todos los pueblos sometidos al yugo soviético se dieron cuenta que los Nazis significaban la muerte y esclavitud segura es que plegaron a la lucha, para la cual fue indispensable además el apoyo en material de guerra de estadounidenses y británicos.

En todo caso, es evidente que lo que Kiev persigue no es el sometimiento de Rusia sino la expulsión de sus tropas de territorio ucraniano. Lo que están haciendo es una incursión en zonas desguarnecidas de la frontera, contribuyendo a un progresivo desgaste de la voluntad de guerrear rusa y humillando a Putin en el proceso, dejándole como un líder incompetente.

Las grandes victorias de la historia rusa sucedieron cuando enemigos megalómanos cometieron el error de adentrarse en las profundidades de las planicies rusas. Frente a Napoleón optaron por retroceder quemando todo a su paso, abandonando todo incluyendo Moscú, no sin antes incendiarla, con él adentro.

Aquí Rusia se seguirá desgastando en la frontera, perdiendo tropas y sumando fracaso tras fracaso. Ucrania no necesita apoderarse de mucho territorio, le basta con seguir acosando, humillar a Putin y demostrar que puede llevar la batalla al territorio de su invasor.

Si nos fiamos de la historia como guía, en algún momento puede ocurrir lo que sucedió en 1917, durante la Primera Guerra Mundial. En aquel entonces, las multitudes que habían aplaudido el estallido de la guerra en una euforia patriótica, derrocaron a los Zares, abriéndose la cadena de acontecimientos que llevó a Lenin al poder.

Así las cosas, lo mejor que puede pasar para los países democráticos, y, en nuestro caso, enemigos del socialismo del siglo XXI, es la derrota categórica de Putin y la caída de su régimen. En este escenario China se vería persuadida de aminorar su belicosidad o en todo caso reevaluar sus premisas. También privaría a los Ayatolas que mandan en Teherán de su gran soporte político externo y son estos hoy en día el mayor obstáculo para la paz en Oriente Medio.

Tengamos en cuenta de la íntima interconexión entre la situación de Israel y la guerra en Ucrania y el ruido de los sables chinos. Son dinámicas, quizá no coordinadas, pero que sí se retroalimentan y el punto más débil de ellas, piensa este escribidor, es Moscú.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú

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