Una de las características monetarias del año 2024, hasta ahora, ha sido la estabilidad del tipo de cambio. La relación entre el bolívar y el dólar estadounidense se ha mantenido alrededor de los 36 bolívares por dólar. La verdad sea dicha, se llevaba un buen tiempo sin que Venezuela tuviera estabilidad cambiaria.
Sin embargo, existen al menos dos indicios que nos hacen pensar que esta paridad cambiaria pudiera estar en jaque. El primero, el hecho de que el Banco Central de Venezuela anunció la emisión de nuevos billetes con la denominación de 200 y 500 bolívares. En segundo término, el llamado que hizo esta semana el Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio) en el que se exigió a los ciudadanos el uso del “tipo de cambio oficial” en las transacciones en divisas.
Ambas premisas parecieran indicar que la estabilidad cambiaria pudiera variar. Por un lado, el hecho de que el banco central esté emitiendo un nuevo cono monetario de mayor denominación nos hace pensar que es muy probable que los billetes existentes no solo es que son insuficientes, sino que también su denominación no servirá para facilitar el intercambio de bienes y servicios en la economía venezolana, por lo que tendrán que ser billetes de mayor denominación los que tengan que hacerse cargo de esta tarea. Ello, en la práctica, implica una posible mayor inflación en el futuro. Pudiera hasta decirse que el BCV está siendo previsivo frente a lo que viene.
En el mismo sentido se halla el comunicado de Consecomercio. Es curioso, además, porque nos da “color de mercado” de lo que está pasando en la transaccionalidad de la economía venezolana. Hoy día se estima que, extraoficialmente, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el mercado abierto es de más de 10%, porcentaje que se pudiera incrementar en la medida que así los actores del mercado lo determinen, dada la incapacidad que tendría el gobierno de mantener el tipo de cambio en los niveles actuales.
Pero la economía y la ciudad hablan más que los buenos oficios gremiales. Los agentes del mercado perciben una oportunidad de arbitraje, que viene acompañada a su vez del hecho de que pareciera que cada vez más al gobierno se le hace cuesta arriba estabilizar el tipo de cambio -una estrategia que pudiera costar según algunos expertos unos 4.500 millones de dólares al año-, y como consecuencia de ello, se generan descalces entre el tipo de cambio oficial y aquel que nace del mercado.
Esta realidad la vivimos con mucho detalle la década pasada con la existencia del control cambiario, por lo cual podemos prever cómo terminará la película muy probablemente. Gobierno y gremios instando al uso de la “tasa oficial” en tanto que la realidad del mercado va por otros derroteros: un tipo de cambio distinto y, en el escenario actual, una mayor profundización de la dolarización fáctica, habida cuenta de la pérdida de confianza y operatividad que sufriría (y padece) el bolívar.
Todo ello nos lleva a pensar, a su vez, que al gobierno venezolano se le irá la vida y usará todos los medios que estén a su alcance para mantener estable el tipo de cambio. Sobre todo después de los eventos derivados de las elecciones del 28 de julio, en los que el gobierno está sometido a una mayor presión política y, huelga decirlo, sería catastrófico para su intento de “normalización” post electoral cualquier crisis que se derive de la arista económica, no solo por los evidentes temas logísticos que generaría, sino por el malestar que se desarrollaría en una población que cada vez más da muestras de hartazgo, siendo la fibra económica, el bolsillo de la gente, una de las aristas más sensibles.
Así las cosas, la mesa está servida para intentar responder la siguiente interrogante: ¿Cuánto tiempo más puede aguantar el gobierno el tipo de cambio estable? Las premisas que presentamos sugieren que no por mucho más. En buena medida el resultado final dependerá de cómo se reajuste el gobierno al cuadro político que le viene encima: más aislamiento, mayo presión internacional, más aversión a poner dinero en Venezuela por la prima de riesgo que ello implica. Si sale bien librado de estas batallas, tal vez encuentre una bocanada de oxígeno. De lo contrario, el futuro del tipo de cambio estable luce cuesta arriba, literalmente hablando.
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