“Yo no pierdo mi tiempo leyendo libros” me dijo un conocido en un grupo de WhatsApp; obviamente no diré su nombre, así que me voy a referir a él como mi querido Bolsa. En el parloteo, mi querido Bolsa me replica que él no pierde el tiempo leyendo libros y menos de personas que ya no existen, que no le interesa lo que hicieron y que él no vive su vida por gente que ya no existe. Este raciocinio de nuestro querido Bolsa es legítimo y tiene todo el derecho de pensar así y no me impresiona porque en Venezuela hay muchos como mi querido Bolsa. Ya que en Venezuela tenemos el promedio anual de dos libros por año; es decir, no se lee. El abismo de las redes sociales es algo preocupante: ya para este momento hay muchos como nuestro querido Bolsa que no se informan leyendo periódicos serios sino por el X o el Instagram. Hacen su matriz de opinión viendo videos de TikTok.
Vemos en Venezuela cada día en televisión y en las calles a analfabetos funcionales hablando con un vocabulario pobre y todo esto es porque piensan igual que nuestro querido Bolsa: “No pierden su tiempo leyendo” Menos mal que nuestro querido Bolsa no conoció a Bolívar. Seguramente le hubiese dicho: “Deja esos libros Bolívar deja de perder el tiempo leyendo, vamos a montar caballo y luego nos ponemos a ver videos en TikTok”. Afortunadamente eso no pasó y tenemos con nosotros la maravillosa carta de Jamaica. O si nuestro querido Bolsa hubiese sido amigo de Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Aquiles Nazoa y Rafael Cadenas, seguramente le diría lo mismo. Pero como no fue así, tenemos con nosotros los libros Canaima de Gallegos, Tierras que me oyeron de Andrés Eloy, Pan y circo de Nazoa y Los cuadernos del destierro de Cadenas. Imaginemos por un segundo si Cervantes hubiese pensado como nuestro quiero Bolsa: la humanidad entera se hubiese perdido de Don Quijote: unos de los libros más extraordinarios en todo el mundo. Imaginemos a Walt Whitman, luego de su doloroso vagabundaje, por sus días miserables en la tarea de enfermero en la Guerra Civil, se hubiese dicho a sí mismo: ¿Para qué leer libros? ¿Para qué escribir? Pero no, Walt Whitman leyó y escribó su maravilloso libro Hojas de Hierba donde él mismo dice y cito: “Esto no es un libro. Quien toca esto, toca un hombre”. Esto lo que dice Whitman tiene mucha razón. ¿Cómo se aprende hacer hombre? De una sola manera, leyendo y aprendiendo cómo fueron otros hombres, sus adversidades, actitudes y propósitos. La humanidad entera no es otra cosa que una inmensa colección de experiencias. El hombre que lee, que lee su historia, la historia de los demás países, que lee novelas, poesía etc., se enriquece de una manera grandiosa y entiende más lo que lo rodea, pero sobre todo entiende la creación colectiva de la civilización.
“Somos así, los libros que hemos leído”. O somos, de lo contrario, el vacío que la ausencia de libros en nuestras vidas”. Esta frase maravillosa de Tomas Eloy Martínez nos resume todo a las nuevas medidas en los países desarrollados y en las Naciones Unidas; es decir, en el 2024 las nuevas medidas no tienen nada que ver con el dinero. Lo que vale en estos momentos es el patrimonio inmaterial. ¿Qué significa el patrimonio inmaterial? El patrimonio inmaterial es lo que tenemos en la cabeza, los libros que hemos leído, lo que sabemos; en conclusión: podemos tener negocios, camionetas de último modelo, casas con piscina y mayordomos, pero si no tenemos ese patrimonio inmaterial somos indigentes. Una persona que no tenga ni un solo libro en su casa y comulgue con el pensamiento de nuestro querido Bolsa (No pierdo mi tiempo leyendo libros) es simplemente una persona que fomenta y cultiva la miseria. Con los nuevos retos que vendrán a la nueva Venezuela, es tarea de todos fomentar la lectura, en vez de tener bares en las casas, se tengan bibliotecas que vienen siendo templos con poderes, con luces poderosas para aguantar y pasarle por encima a las trampas del presente…. Así, pues bien, si usted se consigue a un hombre hablando cosas incoherentes diciendo que hay que adaptarse a la situación de Venezuela o irse del país, que él no pierde su tiempo leyendo libros, que él prefiere quedarse indio con su guayuco con sus zapaticos y su bejuco con su cultura y su conuco, téngalo por seguro que usted está al frente de un perfecto idiota, es decir de un quiero Bolsa, eso sí, no lo rechace, no lo evite, sino todo lo contrario; enséñale que está equivocado y ayúdelo (claro si él quiere) a salir de ese atolladero mental. Y tú, mi querido Bolsa, si lees este artículo, si rompes tu ley de vida de que no pierdes tu tiempo leyendo, primero me sentiré muy feliz, ya que cumplí con mi tarea de hacerte leer y lo segundo que te puedo decir es que todo está en los libros.
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