Por MARINA WECKSLER
Con preocupación observo que amigos y conocidos que considero personas de bien, con cualidades éticas y morales, evitan pronunciarse sobre lo que sucede hoy en Venezuela. Me llama la atención especialmente que quienes se identifican políticamente con la izquierda de sus países y a nivel mundial en el mejor caso se pronuncian tibiamente, sin decidirse a tomar partido abiertamente.
Lo que acontece hoy en nuestro país es una tragedia que dura ya 25 años. Venezuela se ha convertido en un paraíso criminal donde reina la impunidad, y donde hacen vida y operan organizaciones terroristas como Hamás y Hezbolá, guerrilleros paramilitares como las FARC y el ELN, los peores carteles de droga y narcotráfico del continente, y me atrevo a asegurar que del mundo. Además, es la mayor sede y la entrada del continente para Rusia, China e Irán, dudo que con buenas intenciones.
Poco antes de las elecciones, un buque ruso llegó a Venezuela procedente de Cuba, seguido de varias embarcaciones militares venezolanas también procedentes de Cuba. Días después, fue denunciada repetidamente la presencia de fuerzas represivas cubanas, vestidos(as) con uniformes venezolanos, en acoso violento a ciudadanos que se manifestaban pacíficamente la semana pasada.
Esta tarde llegó a La Guaira un buque “escuela” ruso. En el desfile militar para conmemorar la independencia de Venezuela, el 5 de julio, hace apenas un mes, llamó la atención la presencia de militares rusos y de la bandera rusa, para dar apenas un ejemplo de lo alarmante de esta situación. En otras oportunidades, la bandera de Irán ha ondeado en el centro de Caracas y en las sedes del Cicpc (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas) ubicadas en Parque Carabobo y en San Agustín del Sur, ambas en Caracas.
Hace apenas unos días, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, alertó y expresó su preocupación con respecto a la presencia de mercenarios rusos en videos tomados en escenas de brutal represión. Cito textualmente: “He recibido informes preocupantes sobre mercenarios rusos Wagner que han sido vistos en Venezuela junto con las fuerzas gubernamentales. Dondequiera que vayan estos matones, traen muerte y desestabilización”. Si hay alguien que conoce el tema a fondo, es él.
La permanencia de esta infraestructura criminal internacional, que hasta ahora opera con total impunidad, afecta y afectará la seguridad y el bienestar de todos los países, no solamente del continente, sino del mundo. Afectará la seguridad y el bienestar de cada uno de ustedes y de sus familias, directa o indirectamente.
Esto hace mucho tiempo que dejó de ser un problema solamente de los venezolanos. Y ciertamente, tampoco es un tema de izquierda o derecha, ni de afiliación política, ni de religión, origen, ni ninguna otra etiqueta ni ideología.
Mientras escribo esto, miles de venezolanos, incluidas mujeres y menores de edad, son vejados y torturados por esa maquinaria inhumana e infernal, sólo por atreverse a manifestar pacíficamente por poder vivir en paz, por el futuro de sus hijos y por su libertad.
Es el momento de asumir de qué lado está cada quien, moralmente, éticamente. Si del lado de la decencia, del respeto a la vida y al estado de derecho. O del lado del crimen organizado que masacra inocentes, groseramente, a la vista de todos y que se ha robado y continúa haciéndolo, los bienes y el porvenir de los venezolanos.
Una mayoría sobradamente contundente eligió a Edmundo González Urrutia como presidente de Venezuela. Se ha demostrado limpiamente, incontestablemente. Las pruebas están a la vista para el que quiera verlas.
La participación de la oposición unida en estas elecciones fue una gesta inolvidable. Ciertamente una “campaña admirable”, como la llamamos algunos, porque recordó la Campaña Admirable comandada por Simón Bolívar, que permitió la liberación del occidente de Venezuela, en aquel entonces las provincias de Mérida, Barinas, Trujillo y Caracas, en el marco de la Guerra de iIdependencia de Venezuela.
Fue un proceso cuesta arriba y sacrificado. A la oposición se le negó, con rigurosa censura, toda exposición en los medios de comunicación nacionales y la difusión que normalmente exige una campaña presidencial. Inhabilitaron y persiguieron judicialmente uno tras otro —incluso físicamente a algunos— a los candidatos presentados. El narcoestado persiguió voluntarios. Impidió que la oposición se trasladara en avión, bajo la amenaza de detener en aeropuertos y puertos a quien se atreviera a intentar viajar. Aun así, se llegó a cada rincón del país. En camiones, en peñeros (pequeñas barcas), caminando por terrenos escabrosos, como se pudo. El régimen cerró indefinidamente, como castigo, cada local donde se detenían los candidatos y voluntarios durante sus viajes por el país, a comer y a descansar. Los transportes fueron penalizados igualmente. No se permitió que votaran la gran mayoría de los venezolanos en el extranjero, que suman hoy la dolorosa cifra de ocho millones, regados por todo el mundo. En fin. Fue duro, durísimo, pero se logró. Porque el país entero se sumó a esta gesta liberadora liderada por María Corina Machado a favor del candidato único que tuvo el inmenso valor de medirse contra Maduro.
Edmundo González Urrutia fue elegido por una mayoría de prácticamente 40 puntos. Obtuvo 70% de los votos escrutados, a pesar de que el régimen mandó a sus esbirros a robarse las cajas con los votos en varios centros electorales y de que amedrentó y amenazó sin cesar a los testigos de mesa y a los ciudadanos que ejercían su derecho al voto.
Al momento de escribir estas líneas, se han producido 1.229 arrestos verificados e identificados desde el 29 de Julio, de los cuales 105 son menores de edad, adolescentes, 5 son indígenas, 16 son discapacitados y 157 son mujeres. Estas son cifras del 8 de agosto, según Foro Penal.
Esto no incluye los más de 15.700 presos políticos que se cuentan desde que Maduro llegó al poder, de los cuales la mayoría de los liberados aún cumplen medidas restrictivas de su libertad y 305 continúan en custodia del régimen en condiciones infrahumanas. Entre ellos hay 30 mujeres y 154 militares. Estas son cifras del 24 de julio según Foro Penal. Todos ellos han sido y continúan siendo torturados, según testimonios.
Es mezquino, por decir lo menos, que no se reconozca esta hazaña de la sociedad civil venezolana por una supuesta fidelidad a una afiliación política, con todo respeto a todas las afiliaciones políticas.
Los invito a hacer la siguiente reflexión: si su afiliación política lo induce a usted a colocarse de parte de Maduro, de su régimen criminal, por favor haga un examen de consciencia y pregúntese si eso representa realmente quién es usted.
Cuando era niña, y después adolescente, en los años 70, recuerdo haber conocido en Caracas a numerosas familias argentinas, uruguayas, chilenas y españolas, muchas identificadas con la izquierda de entonces, que fueron recibidas con los brazos abiertos en Venezuela. Conocí a algunos(as) y a sus hijos(as). Fui amiga cercana de varios(as) de esos hijos(as), que crecieron en nuestro país y aprendieron a amarlo.
Algunos se manifiestan desde el primer día, apoyando la causa venezolana desde donde estén —gracias por eso—, sobre todo los que lograron escapar de las dictaduras de Videla, de Bordaberry, de Pinochet y de Franco. Saben lo que es vivir con el miedo perpetuo.
Es hora de que se manifiesten todos. Los mayores que estén vivos. Y sus hijos, porque si no fuera por la generosidad indiscriminada, casi ilimitada, de Venezuela, no serían quienes son, ni tendrían la vida que tienen, la familia que tienen, el porvenir que tienen. Sean agradecidos. Y si no es por agradecimiento, háganlo porque es lo correcto. Porque podrían ser sus padres, sus hermanos o sus hijos los torturados hoy. Es hora de que nos manifestemos todos a favor de que se reconozca a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela, y en consecuencia, también a favor de las gestiones y acciones que conlleven a una transición del poder en Venezuela.
Hago un llamado a la decencia que estoy segura que hay en cada uno de ustedes, señores(as), amigos(as). A que las personas de bien se manifiesten, estén donde estén. Hermanos colombianos, brasileños, mexicanos y españoles, no permitan que sus gobiernos, que en este momento los representan a ustedes, le den oxígeno al tirano. Todos: por favor presionen a sus gobiernos, convenzan a sus amigos y conocidos. Apelen a sus influencias, si las tienen. O escriban. O denuncien, de la manera que sea. Los artistas: hagan performances, convoquen acciones. Inunden las redes. Lo que se les ocurra. Pero no se queden callados, apáticos, cobardemente, como si no fuera con ustedes. Es con ustedes.
Es una cuestión de decencia, de humanidad. Ni más ni menos.
La Venezuela que renace de sus cenizas sabrá agradecerlo. Cada venezolano de bien, también.
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