Si para el mexicano Rogelio Calzada autor de la canción «Sacaremos a ese buey de la barranca» dicho titular significa resolver un problema, a la vez que está inspirada en homenaje a una ley de unidad Ejidal en su Estado, para los venezolanos pero también para una gran parte de la comunidad internacional el mensaje de ese alegre son de corrales y mariachis, es salir del problema del déspota del régimen Nicolás Maduro y su casta, siendo la solución reconocer que perdió las elecciones ante Edmundo y María Corina e iniciar un diálogo de cara a la transición para entregar el poder en enero próximo.
El asunto es que ese buey atornillado en Miraflores, al igual que aquellos toros bravos acorralados por los campistos que se niegan a dejarse atar por la soga y ser arreados, no acepta que perdió y que el mundo entero está con los ojos bien pelados viendo con suma atención los pataleos y desfachateces con los que pretende seguir esclavizando a este sufrido pueblo.
Las propias izquierdas socialdemócratas como Brasil, Chile, México o Colombia están tras una salida pacífica a la crisis poselectoral, ya no digamos el resto de naciones sensatamente civilizadas, las que en conjunto con Estados Unidos y la Unión Europea, han reconocido el irreversible triunfo de Edmundo González y la nueva libertadora María Corina, sumando esfuerzos diplomáticos para alcanzar dicha transición.
El asunto es la terquedad de Maduro, a quien en esta temporada negra para el castro chavismo, el socialismo del siglo XXI y el G2 cubano las elecciones y sus resultados se les fueron de las manos. También al propio Maduro (y su casta dividida), quien al parecer se ha vuelto un buen alumno de Daniel Ortega y sus cátedras represivas, confiscatorias y policíacas en Nicaragua.
No pensaron perder y menos aún que la diferencia de votos iba a ser abismal. Se supo mediáticamente que chinos y otros injerencistas extra continentales, comunistas foráneos de siniestros clanes estaban inventando actas, en un gesto de extrema desesperación, pero eso ya no tiene sentido cuando nadie duda a estas alturas del triunfo aplastante de la oposición.
En definitiva esta arrolladora victoria nada tiene que ver, por ejemplo, con otras contiendas pasadas, ni con el caso de Juan Guaidó a quien lo eligieron los diputados -por cierto, recuerdo que en el elevado clímax de quienes se fanatizaron con este muchacho, en Miami hasta un restaurante de comidas venezolanas llegó a crear la «arepa guaidó», la cual, tristemente a las pocas semanas dejó de estar en el exquisito menú bolivariano-; mientras que al nuevo presidente electo fue el pueblo votante el que lo eligió.
Pero si en el peor de los casos falla la diplomacia mundial, que no será así, está otro flanco que Maduro viene perdiendo: Las fuerzas armadas. Estas, al igual que otras en Latinoamérica empiezan a generar descontento ante los abusos de las cúpulas presidenciales socialistas, algunas más que otras, pero todas de una u otra forma ya están cansadas de recibir mas de lo mismo, discursos cansones que no convencen a nadie y viendo pasar por sus narices la gama de privilegios exclusivos de los altos mandos militares leales y comprados por el poder socialista de turno.
El caso de Venezuela, muy similar al de Cuba, es absolutamente deleznable desde el punto de vista de la pobreza que administran para sus miserables ciudadanos. Los manuales comunistas solo recetan adoctrinamiento, lavado de coco, compra de conciencias y entrega de alimentos racionada, esto para que los súbditos agradezcan «al comandante, al líder o al compañero», lo bueno que ellos resultan ser.
Pero este ya no es el caso de Venezuela ni de la isla, ni de Bolivia y Nicaragua, países donde sus economías practican un capitalismo paupérrimo amamantado por las exorbitantes y crecientes remesas (excedentes constantes y sonantes del imperialismo que tanto combaten verbalmente las trasnochadas izquierdas).
En Venezuela el salario establecido por la dictadura es de apenas menos de cinco dólares. La salud y demás beneficios sociales están por el suelo, y aún así el sistema, al igual que en los otros países de la órbita castro Comunista, estos pretenden seguir encaramados en el Poder, seguir abultando sus fortunas multimillonarias y engordando cuentas bancarias en el extranjero, como esta ahora mas que antes, demostrado.
No se justifica tampoco a una dictadura de derecha que viole los derechos humanos de su gente, pero si al menos en Venezuela hubiese prosperidad y bonanza económica al menos una parte del problema estaría resuelto, lo que no es así en este caso ni en ningún disparatado sistema comunista.
Debe salir ese buey de la barranca. Ese bueyón bueno para nada culpable al igual que Hugo Chávez, otro psicópata del pasado, del latrocinio y debacle vivido por toda una nación a lo largo y ancho ya de 25 años aproximadamente, época más que suficiente para que ese bravo pueblo (como lo canta su Himno Nacional) se libere de los yugos criminales que lo atan, y de la invasiva presencia rusa, china e iraní, que hacen de estos entuertos tropicales el ensanchamiento de la guerra mundial híbrida.
Deben sobre todo Estados Unidos, la Unión Europea y las naciones latinoamericanas, usar con más energía sus impulsos cívicos, democráticos y humanistas ante esta nueva crisis que Maduro está pretendiendo imponer, no deben olvidar que están bregando no con políticos, sino con delincuentes que han encontrado en la política donde ensanchar sus maldades y fechorías.
Se lo estará recordando Rogelio Calzada con su famoso corrido sobre la salida del buey de la barranca, escrito en Mexicali allá por los años ochenta en Baja California, influenciada por Chava Flores, Álvaro Carrillo y hasta por El Quijote. Se lo recordará también el pueblo en las calles en Venezuela.
El autor es poeta y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista internacional.
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