(Continuación) Fe de erratas en el artículo anterior, no es el año 1936, es el año 1396. En la masonería, el que está cualificado recibe el conocimiento por medio de los símbolos, donde está condensado el hermetismo de su enseñanza, no comprensible al ser humano profano, y es un sendero que conduce a un objetivo supremo, lo cual lo conduce a los misterios mayores. Los masones son picapedreros. Donde conseguimos una buena roca para picar, en una buena cantera.
Si consideramos que el masón es una piedra bruta, lo buscamos en una buena cantera publica, para transformarlo, con la iniciación, en una piedra cubica, labrada perfecta, ser humano cualificado. Cuando se introduzca en la sociedad, le aporta a esta sus conocimientos en todos sus actos públicos y privados. Una conciencia abierta. Este es el papel de construcción y regeneración de la masonería en la sociedad. Esta es una de las metas de la augusta institución. Esto es la construcción de un templo interior.
Decía Epíteto: «Solo puede eludir a la infelicidad quien se libera de las pasiones. Para lograr el equilibrio del espíritu, el hombre debe aspirar a su propio perfeccionamiento interior. Todos estos misterios han sido establecidos por los antiguos para regular la vida de los hombres y para alejar el desorden». Cuando se recibe la iniciación, nos abre un canal espiritual, que nos transforma la psiquis, la mente y físicamente. Si estás cualificado. Si no lo estás, solo percibes la parte intelectual o filosófica de la institución, lo especulativo, sistemas de los que está lleno el mundo masónico. Creencias sin forma que no conducen a ningún resultado positivo.
La iniciación nos lleva a las más elevadas cumbres del espíritu, despierta las facultades espirituales que están dormidas en nuestro ser, para así recuperar el sendero al estado primigenio, a nuestras más altas cumbres del espíritu. El método iniciático es incomprensible para el ser humano no cualificado, hay que vivir primero una experiencia interior, es la única forma de comprenderlo, como lo dice Pablo: «Solo el espíritu entiende al espíritu». Solo quien tiene la voluntad y la capacidad puede entender la masonería. Lo demás es especular.
Masonería operativa: los antiguos constructores de templos. Provee una serie de medios para ayudar el iniciado en su trabajo interior, como: El Mallete, la sencilla palanca, la cuerda o perpendicular, el nivel, la escuadra, el compás, la regla, la llana. Masonería especulativa: se dedica a la construcción de nuestro templo interior. Es un modo de transmisión de la enseñanza que debe ser vivida y meditada, en el sendero iniciático. Los masones se reúnen en los templos (templos erigidos a la sabiduría) en reuniones llamadas Tenidas, donde se rigen por medio de un rito.
El rito es el símbolo puesto en acción. Una masonería sin rito, leyenda y símbolos, desaparece como escuela de misterios. Ahora bien, la iniciación tiene como objeto abrir un sendero hacia nuestros orígenes primigenios. Es una actitud de vida. Te transmite, enseña, te instruye, un arte para la construcción de un templo no hecho con las manos del hombre. El verdadero fruto de este sendero es «la ruptura del velo de la ignorancia», que te conduce de la conciencia individual a la conciencia universal. El trabajo de un iniciado se llama arte real, es la esencia de la nobleza del espíritu, donde se compromete a seguir las reglas de lo alto, y a través de la cadena de iniciados nos transmite la palabra. Se llama arte real porque no sigue el influjo de las pasiones de la mente inferior. Se inclina a hacer el bien por el bien mismo. Se trabaja por amor al ser real. Un maestro sufí dijo: «El verdadero noble es aquel que da la preferencia al orden divino, más bien que a sus propias pasiones». (Continuará)
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