La historia, dijo Benedetto Croce, es la “hazaña de la libertad”. Y esta afirmación fue hecha en la Italia fascista, un año antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Nada en su tiempo podía sostener tal afirmación, pero él supo que escribir la historia era participar en ella (toda historia es contemporánea). Razón por la cual, que un venezolano como yo escriba sobre el mayor conflicto de la humanidad, significa que lo que ahora usted lee no se reduce a una ciudad de una nación de la lejana Europa oriental, y de hace 80 años atrás.
El jueves primero de agosto (“1 sierpnia”) pasado pude ver, gracias a Internet, el homenaje que se hizo a todos los caídos y héroes en la ciudad de Varsovia. A las 5:00 de la tarde (“Godzina ‘W’”), la hora del inicio de la Rebelión, suenan alarmas antiaéreas y todas las personas detienen lo que están haciendo por un minuto. Hay un micro muy hermoso realizado hace algunos años con el que me topé en Youtube, en el cual se dramatiza esta conmemoración por medio de una pareja de sobrevivientes que no pueden estar juntos en esta fecha al ser muy ancianos (el hombre no puede salir de su apartamento y la mujer está en cama en un hospital). De manera simultánea las personas los acompañan: varios jóvenes y niños lo hacen con el soldado veterano que procede a ponerse su brazalete con los colores patrios y el símbolo de la Resistencia: el ancla o “kotwica”; y la viejita en la cama es rodeada por doctores y enfermeras, y cuando saca su respectivo brazalete, este tiene la cruz roja que demuestra que fue enfermera en la Varsovia del alzamiento. De inmediato suena la alarma y todos contenemos la respiración.
El levantamiento de Varsovia fueron 63 días de lucha que se iniciaron con gran esperanza, porque el ejército alemán estaba en retirada ante “el rodillo rojo” del ejército soviético que había llegado a los barrios orientales de Varsovia en las riberas del Vístula. Fue la mayor rebelión civil de la Segunda Guerra Mundial, porque la mayoría del pueblo había desarrollado un esfuerzo de resistencia desde la ocupación nazi en septiembre de 1939. Resistencia que no era solo la que representó el “Armia Krajowa” (ejército en las sombras dentro del territorio nacional) o todos los voluntarios polacos en otros ejércitos aliados; sino un sistema de entrenamiento, logística y escuelas clandestinas que mantuvieron vivo el país. Esperamos poder redactar una segunda entrega sobre este tema a finales de septiembre o principios de octubre.
Por solo dar un ejemplo: Karol Wojtyla (el futuro san Juan Pablo II) inició su formación como seminarista en estos años, y desarrolló un teatro, y con el riesgo de ser descubierto y enviado a campos o asesinado. El gobierno polaco en el exilio de Londres era quien liderizaba todo esto, pero Stalin había roto con ellos desde que exigieron que la masacre en el bosque de Katyn (donde Stalin había mandado a eliminar a 20 mil oficiales polacos) fuera investigada por la Cruz Roja (abril de 1943). La Unión Soviética al arrebatarle Lublín a los alemanes estableció allí un gobierno títere polaco. La Rebelión del primero de agosto buscaba impedir que Polonia fuera otra vez parte del Imperio Ruso que ahora tenía otro nombre.
Los alemanes que estaban en retirada decidieron enfrentar la Rebelión, y para ello tuvieron que movilizar tropas de otras partes, y apoyarse en todo tipo de delincuentes (los llamados ejércitos de presidiarios o matones de otras nacionalidades leales a los nazis). Es algo que parece absurdo, pero probablemente era un mensaje para toda la resistencia que se multiplicaba de forma acelerada en lo que quedaba del “imperio” de Adolf Hitler. Stalin estaba encantado porque le ahorraba la tarea de enfrentar a los polacos que se negarían a su dominio, de esa forma no los ayudó ni permitió que fueron apoyados vía aérea (por los Aliados angloestadounidenses) salvo cuando ya estaban derrotados al final. Se ha explicado también que el Ejército Rojo por su rápido avance sufría de problemas logísticos, pero pudo haber permitido el abastecimiento de la Resistencia. Es claro que los abandonó intencionalmente. Estados Unidos y el Reino Unido sacrificaron a Polonia porque necesitaban que la Unión Soviética terminara el trabajo. Cuando llegaron las tropas rusas a finales del 44 los soldados del “Armia Krajowa” fueron encarcelados bajo la acusación de “ser fascistas” ¡Ellos que habían luchado con los fascistas desde el primer día de la guerra!
El cine salvo el polaco o la propaganda soviética no han tratado este hecho como un tema central. No hemos podido ver el montón de filmes polacos al respecto, salvo Kanal (Andrzej Wajda, 1957) y Miasto, 44 (Jan Komasa, 2014). La primera magnífica con su lucha en las cloacas, y la segunda mostrando la alegría y sacrificio juvenil con una buena reconstrucción histórica aunque terrible al enredar todo con un triángulo amoroso. Nos quedamos con la escena de la magnífica El Pianista (Roman Polanski, 2002), cuando el protagonista camina llorando por una Varsovia destruida en 90% de sus edificios. Este fue el castigo que le impuso Hitler. La mayor parte de sus víctimas fueron civiles: más de 200.000. Polonia tuvo que esperar hasta ser democrática en 1989 para poder rendir el merecido homenaje a sus héroes.
La semana que viene retomamos la Batalla de Normandía (6 de junio al 30 de agosto de 1944) esperando desarrollar tres entregas que concluyan con la liberación de París (25 de agosto). Y finalizamos recordando que los que amamos la libertad somos hermanos de todos aquellos que luchan por ella en cualquier rincón de la Tierra y en cualquier época, por eso no dejan de emocionarnos todas estas conmemoraciones como la del Levantamiento de Varsovia. Al mismo tiempo anhelamos que toda la humanidad que no es sierva de los tiranos, apoye decididamente la lucha por la libertad del pueblo venezolano.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional