Venezuela está de muerte y no hay propaganda política que lo pueda ocultar, ni campaña electoral disfrazar. Triste que se quiera negar, distraer, falsificar y perpetuar esta terrible realidad con una falsa votación que impide elegir y ya tiene resultados predeterminados. En Semana Santa durante 2.000 años recordamos y revivimos el atropello, la prisión, la tortura, las falsas acusaciones, la infame crucifixión y la muerte de Jesús. Hoy no es solo el ritual de un crimen antiguo, sino una dramática realidad que el pueblo de Venezuela sufre en carne propia como nunca antes. Nuestro “vía crucis” es el de Jesús. Hoy acompañar a Jesús es acompañar a los sufrientes de Venezuela dentro y fuera de sus fronteras y ser solidarios unos con otros con la fuerza de Dios que resucita (como lo hizo con Jesús), demostrando que el amor es más fuerte que la muerte.
La semana pasada (19-3-18) la Presidencia de la Conferencia Episcopal, con admirable y sostenida coherencia, invitó a todos los venezolanos a vivir la Semana Santa con claro rechazo de la política de muerte que tortura y mata a millones, y en solidaridad con los más necesitados. Poner nuestra fe, esperanza y todo nuestro esfuerzo organizado para lograr el cambio de presidente, del fracasado Plan de la Patria y del modelo político-social. Los obispos nos invitan a unir las seculares prácticas religiosas de acompañamiento adolorido a Jesús con la vivencia solidaria con millones de venezolanos sufrientes y maltratados y asumir nuestras responsabilidades cristianas, humanas para rescatar la vida y la convivencia en paz, democráticamente y bajo la Constitución. El esfuerzo por restablecer la Constitución violada por el régimen no es delito, sino una obligación de conciencia y un deber constitucional (artículo 333 de la Constitución) para civiles y militares.
“Lo que hicieron con uno de estos más pequeños lo hicieron conmigo” (Evangelio de Mateo 25); no hay otra manera de vivir con Dios. Vivir la Semana Santa acompañando a Jesús con actitudes y acciones que preparan nuestra resurrección y reconstrucción de Venezuela por el amor.
Ante la imposibilidad de reproducir todo el mensaje episcopal, ofrecemos sin más comentarios algunos de sus párrafos más significativos:
“…La nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna. Junto a esto, además de ir eliminando las capacidades de producción de bienes y servicios, ha aumentado la pobreza, la indefensión y la desesperanza de los ciudadanos.
“El deterioro ha sido inmenso: la falta de alimentos, medicamentos y de otros productos, así como las fallas de energía eléctrica que impiden el trabajo productivo y el desarrollo normal de la vida cotidiana, atenta contra la dignidad de las personas. Esto ha conducido a que un considerable número de venezolanos decida irse del país en búsqueda de nuevos horizontes, trayendo como consecuencia el desarraigo y la tristeza en miles de familias.
“El Plan de la Patria ha sido nefasto para la vida de los venezolanos, los tan nombrados motores de la revolución solo han quedado en el papel.
“…Propuestas gubernamentales que les hacen sufrir, que han quebrado la nación, y han propiciado que funcionarios públicos hayan hecho de ella su hacienda y peculio personal.
“No se debe satanizar a todos los que tengan opiniones divergentes, sino, más bien, asumir la realidad que vivimos los venezolanos siendo todos más conscientes de dicha unidad. Con ello, se podrá tener un horizonte más claro en el que el reclamo exigente de una salida democrática y pacífica, supere la terquedad de un gobierno que se hace cada vez más ilegítimo por sus actuaciones y por la creciente represión hasta para quienes han sido sus miembros.
“…Nuestra fe en Jesús nos lleva a tener y testimoniar una permanente opción preferencial por los más pobres, excluidos y afligidos de la sociedad (…) El tiempo que vivimos debe ser una ocasión propicia para manifestar la misericordia del Padre Dios, a través de nuestras obras y testimonio de una caridad fructífera.
“A todos los dirigentes políticos, sociales y económicos, les queremos recordar que cualquier cosa que se haga a cada uno de los hermanos que empeore su situación de vida, sea menosprecio, imposición de cargas pesadas, empobrecimiento, olvido de su protagonismo, robo de lo que les pertenece, se le está haciendo al mismo Jesús.
“La de los pobres es la causa de Jesús y, por ende, de la Iglesia. Los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de nuestras comunidades eclesiales y grupos apostólicos, al anunciar el Evangelio y construir el Reino de Dios, expresamos no solo nuestro compromiso solidario, sino que garantizamos con nuestra entrega, el acompañamiento a los pobres, a los que sufren y a quienes se sienten excluidos.
“…Al conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, podemos acercarnos a los sacramentos, al encuentro con la Palabra y la renovación de nuestros compromisos bautismales que nos lleva al encuentro misericordioso con los más necesitados. Con la Resurrección del Señor reafirmamos nuestra esperanza y nuestro compromiso caritativo.
“Deseamos presentar (…) las siguientes propuestas:
“*Qué hermoso sería que el Domingo de Resurrección, en cada una de nuestras comunidades parroquiales se pueda tener una ‘olla comunitaria’ o una ‘comida fraterna’, en la que todos participemos, invitando a los más pobres, a los indigentes, a los necesitados.
“*Que a lo largo de los últimos días de Cuaresma, de la Semana Santa y de Pascua intensifiquemos las visitas a los enfermos, a los ancianos, a los privados de libertad, a los barrios pobres y a las comunidades necesitadas, para llevar de lo que tenemos; para acompañar.
“*Sugerimos que en toda Venezuela, del 19 al 22 de abril, además de organizar una jornada nacional de oración, al estilo de las ‘Cuarenta Horas’, en todas las comunidades parroquiales y eclesiales se hagan gestos significativos de misericordia y caridad para con quienes de verdad sienten necesidad de una expresión de ternura, solidaridad y caridad.
“*Mención particular deben tener en nuestras oraciones todas las personas, la mayoría jóvenes, que a partir del 19 de abril del año pasado fueron asesinadas por reclamar los valores de la democracia en el país (…). Igualmente el día de Pentecostés a celebrarse el próximo 20 de mayo, pidamos que el Espíritu Santo ilumine nuestras mentes para discernir el camino a seguir para la recuperación del país.
“Interpelamos a los dirigentes políticos, del gobierno y de la oposición, así como a profesionales, miembros de los diversos gremios, obreros, empresarios, trabajadores del campo, maestros y estudiantes: ¡Escuchen el clamor del pueblo!
“No hay tiempo que perder y es la hora de un verdadero cambio para ser una nación próspera y donde se viva en democracia, y todos encontremos una tierra propia para construir sueños de libertad, fraternidad e inclusión social”.
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