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María Corina Machado

Getty Images

Hace 8 días, el pasado domingo 28 de julio, Venezuela logró concretar la victoria en las elecciones presidenciales. La organización ciudadana y la fuerza del liderazgo encarnado en la inquebrantable fe y fuerza de María Corina Machado Parisca hicieron posible la materialización de las más hondas aspiraciones de cambio de este país arrasado por la peor crisis que haya enfrentado y cuyo único responsable es el proyecto destructor del chavismo y ahora, si es que existe, del madurismo.

Sin embargo, en su patético empeño de sostenerse en el poder, Maduro y sus secuaces, con los fusiles calados y gritos desesperados, pretenden no solo desconocer la voluntad popular, sino que también intentan sembrar de terror y sangre las calles de Venezuela, creyendo que así podrán salir ilesos de su debacle final. Pero el margen de maniobra es muy reducido y la fuerza civil es arrolladora. El cambio y la transición hacia la democracia empezaron hace ocho días, sin balas, con votos. ¿Cuánto podrá resistir Maduro con una estructura anacrónica cuyo último recurso válido es la violencia? ¿Cree él realmente que podrá manejarse a lo Ortega por mucho tiempo más? Y lo que es peor aún, ¿Maduro de verdad cree que ante el fraude consumado y torpe desgastará la presión internacional y la burlará esta vez?

Fue la organización ciudadana la que dejó sin argumentos y sin maniobra alguna a un CNE que no tuvo sino que esconder la cabeza en la tierra, cual avestruz. Fue la organización ciudadana la que acorraló a Maduro en su propio tribunal supremo cuando en el desespero creyó que por esa vía iba a revestir de legalidad algo que no puede ni podrá probar: su victoria. Y es a esa demoledora organización ciudadana a la que este régimen autocrático no podrá burlar. Ellos mismos cayeron en las trampas que por un cuarto de siglo sirvieron para empoderar su propio proyecto totalitario y destructivo, con la severa agravante de haber perdido la totalidad del apoyo popular.

La rémora opresiva del régimen no va a poder detener por mucho tiempo más la transición democrática. Cada día que pasa Maduro se va a empantanar más. Ni él ni sus huestes están preparados ni cualificados, obviamente, para ser siquiera un contrapeso en las coordenadas políticas del país ni mucho menos para minimizar daños. Ellos se agotaron en discurso y en maniobra frente al liderazgo cívico de María Corina Machado que, de forma sagaz y valiente, ha sabido cohesionar al país en torno a un único objetivo: llegar hasta el final. Y ¿cuál es el final? El final es la reconstrucción civil de la República.

Gracias, María, por expresar en tu liderazgo una fe indoblegable en lo que puede hacer el país y conducirlo a ello, sin discursos incendiarios ni demagogias, con valentía, con firmeza, pero sobre todo y lo que es más importante, con la verdad como bandera de lucha. El futuro que nos pertenece y que aprobamos el 28 de julio no nos será arrebatado. ¡Hasta el final!

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