Querida María Corina, te escribo estas líneas porque en mí ha venido creciendo un sentimiento que ya no me deja andar tranquilo por la vida y creo que llegó el momento de confesártelo. Estoy enamorado de ti. Me pareces una persona espectacular y me gustaría cortejarte hasta el final. La cosa es que se me presentan algunos problemitas.
¿Cómo te invito a salir, María Corina? No debo ser el primero en la lista. El número de electores que tuvieron Edmundo y tú fue de siete millones, redondeando. Digamos que la mitad de esos son hombres. Quedan tres millones y medio. Pongamos que la mitad son heterosexuales. Queda un millón setecientos cincuenta mil. Supongamos que la mitad te ve como su tipo de mujer. Ahora quedan ochocientos setenta y cinco mil hombres a quienes les pasa lo mismo que a mí. Una fila larguísima, María Corina, pero no importa. Yo espero. Ya estoy entrenado por tantos años de cola que hice en mi centro electoral.
¿Cómo te regalo flores, María Corina? Es que no sé… Las tienes más que merecidas, pero las flores yo las relaciono más con los velorios y tú eres todo lo contrario. Tú me estás dando vida y eso merece otro tipo de regalo. Entonces mejor hagamos algo. Yo te doy las semillitas de las flores y tú las siembras donde quieras. Pues no importa en dónde las eches, segurito crecerán.
¿Cómo te invito al cine, María Corina? Sería raro, ¿no? ¿Ir al cine justo con la protagonista de la película que todos estamos viendo? ¡Qué pena! Mejor olvidemos ese plan para que sigas protagonizando tranquila tu película y las salas continúen abarrotadas viendo tu papel de heroína -que muy bien te queda, por cierto. Mira que tu película la está recomendando todo el mundo. Hasta me enteré de que la están viendo pirateada en algunos cuarteles.
¿Cómo te invito a comer, María Corina? Es un acto de galantería que veo muy complicado ahorita. Como sabes, no te dejan entrar a ningún restaurante porque les cierran el negocio a los dueños. Entonces mejor hagamos algo: yo te pido un delivery y le digo que te lo deje en un lugar secreto, ¿sí?
¿Cómo te contrato una serenata, María Corina? Me he puesto a sacar cuentas y me saldría carísima. Estoy muy ilusionado contigo, sí, pero de dónde saco yo para pagarle a casi treinta millones de venezolanos que quieren ir a la puerta de tu casa a cantarte el “Gloria al Bravo Pueblo”.
¿Cómo te pido la mano, María Corina? Eso me parece inapropiado. En tal caso prefiero pedir tu corazón, porque eso de pedir la mano suena como feo, no sé… Me deja como funcionario del Sebin queriendo esposarte.
¿Cómo te doy un anillo, María Corina? Ni te conozco en persona. Además, primero tendría que saber la medida de tu dedo, pero tú nunca lo muestras en público. Debe ser porque no te gusta eso de gobernar a dedo.
¿Estás viendo, María Corina? Eres una mujer muy dura de conquistar, pero no importa. Yo me conformo con seguir anhelándote desde lejitos. Quizás mejor te dejo como amor platónico y ya, porque además sé que tu filosofía es la de llenarles el platón a todos los venezolanos.
Aunque si llegases a leer esta carta, María Corina, no sabes la ilusión que me haría. Y si al hacerlo tu corazón siente el compromiso de corresponderme, ni te preocupes por ello. Porque ya lo hiciste. Me has puesto a soñar despierto con una Venezuela totalmente libre. Con nuestra casa, al fin libre.
Reuben Morales es humorista y profesor de comedia
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