Rangel Ravelo es grandeliga. Y su historia es reconfortante. Miles de aficionados de los Cardenales de San Luis lo demostraron el lunes en la noche, cuando el jugador nacido en La Habana fue a batear por primera vez en las Mayores, luego de 10 años de brillo en las Ligas Menores y el Caribe.
El cálido aplauso que le brindaron al cubano no sonó tan fuerte como los vítores que ha escuchado en Barquisimeto, defendiendo a sus otros pájaros rojos, los Cardenales de Lara. Pero sí fue una salva diferenciadora, distinta a la ofrecida a un pelotero cualquiera en un turno cualquiera.
Una década después de dar el salto al profesional a través del draft colegial, Ravelo cumplió su primer gran sueño en el beisbol.
Al toletero no le costó tanto salir de Cuba. Pudo emigrar legalmente con su familia, como parte del reducido grupo de naturales de esa isla que recibe permiso para dejar las fronteras por motivos familiares. Era un adolescente cuando eso y llegaría a ser prospecto de los Atléticos de Oakland. Pero el camino es más largo y difícil para quienes batean a la derecha y defienden la primera base como posición primordial. La meta no es imposible, él lo acaba de demostrar. Pero la ruta es más empinada.
¿Cuál será el lugar definitivo de Ravelo en el beisbol venezolano? En diciembre nos confesó su deseo de nacionalizarse, dada su residencia en Barquisimeto y su familia larense, con la que enraizó a través de su matrimonio. El proceso, contó Carlos Miguel Oropeza, gerente general de los crepusculares, ya se inició. Quizás no esté listo a tiempo para que juegue como criollo en la campaña 2019-2020, pero algún día será legalmente compatriota del Cafecito Martínez, con quien hoy comparte en el roster de San Luis.
Este habanero que desayuna arepa y café con leche necesita una temporada más en la LVBP para garantizar su candidatura al Salón de la Fama de Valencia. Todos los importados con cinco campañas en el circuito local ganan ese derecho, que inició la vía a la inmortalización de Diego Seguí y Luis Tiant. Su rendimiento aquí ha sido excepcional, con promedios de .341/.444/.508 en cuatro campañas completas, con 41 dobles, 22 jonrones, 107 empujadas y .951 de OPS.
El panorama cambiará si se naturaliza. Tras protagonizar esta feliz historia de esfuerzo y logros cumplidos, quedará entre dos viejos conocidos del campeonato local, también nacidos en la gran Antilla: Aurelio Monteagudo y Héctor Martínez.
Monteagudo era un importado de los Leones del Caracas cuando llegó a la gran carpa. Como antillano defendió a los Atléticos de Kansas City, los Astros de Houston y los Medias Blancas de Chicago, entre 1963 y 1967. Pero la parte final de su carrera en la MLB, a partir de 1970, con los Reales de Kansas City y los Ángeles de California, la disputó con pasaporte venezolano. Por eso forma parte de nuestra expedición en las Grandes Ligas, a pesar de haber visto la luz en Caibarién.
Martínez pasó por las Mayores entre 1962 y 1963 con los Atléticos. Casó con una venezolana y por ello pudo jugar como criollo con los Industriales de Valencia. Lo permitía el Winter League Agreement de entonces. Su carrera acá duraría hasta 1970, con pasantías con los Tigres de Aragua y los Navegantes del Magallanes, y eventualmente adquirió también la nacionalidad. Pero no es parte de la lista que encabeza el Patón Carrasquel porque su paso por Kansas City ocurrió siendo cubano.
Aún está por verse dónde quedará Ravelo. Pero al menos nos da un tema reconfortante para hablar, ahora que tiene derecho a ser llamado bigleaguer y que su familia hace fiesta en Barquisimeto.
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