El avalista del Grupo Puebla, Zapatero, defensor internacional del régimen bolivariano, es una vergüenza para España. Si alguna vez fue un demócrata hace rato que ha dejado de serlo
A la hora española (domingo 28 por la mañana) de entregar esta columna no tenemos resultado oficial de las elecciones en Venezuela. Según la estadística de las encuestas, al leer usted esta columna, habrá ganado Edmundo/María Corina. En un Estado democrático garantista ese triunfo electoral sería más que suficiente para que el régimen cubano-madurista entregara el poder sin rechistar. No lo hará o pondrá condiciones. Zapatero, expresidente español, habrá traicionado a su anterior socialdemocracia, como un vil servidor de una dictadura.
Desde 1998, un cuarto de siglo, el socialismo del siglo XXI ha desarrollado una ingeniería social que ha colocado a Venezuela en el último escalón mundial de la pobreza. Esos adalides de los pobres han sido expertos en dejar sin gasolina a un país petrolero. Si hoy lunes se inicia el rescate del sistema democrático, no olvidar que ya recorrió ese sendero durante cuarenta años y no cometer los errores que llevó a aquella IV República a abrir las puertas a un redentor comunista, traidor a su pueblo.
Maduro carga con un fraude electoral al haber impedido que los venezolanos emigrados no hayan podido votar. De unos 8 millones, unos 4 millones mayores de edad, apenas 100.000 han podido votar. Maduro no actúa como un demócrata, sino como agente del G-2 cubano. En realidad, un títere a las órdenes de La Habana, que el chavismo original ya repudia. Y sectores de las Fuerzas armadas, penetradas por el servicio de inteligencia cubana, también.
La oposición democrática ha proclamado que habrá justicia, pero no revancha. Ha ofrecido a Maduro y su banda una transición tranquila. Es posible que el régimen se acoja a esa oferta de concordia y paz para permitirlo, pasando a la oposición, para la reconstrucción de un país destrozado. A la diáspora, exiliados políticos y económicos, la nueva democracia venezolana les ha invitado a regresar. Seguramente, muchos lo harán, otros no. Hoy se abre la puerta que cerró Hugo Chávez. Perder la libertad es fácil, recobrarla, una tarea ardua.
Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.
Artículo publicado en el diario La Razón de España
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