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Se acabó todo, presidente 

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Mientras piden la suspensión de las sanciones para comprar medicinas, el Gallo Pinto aparece en Nueva York

La cínica puesta en escena del gobierno para anunciar que Maduro ganará el domingo poco tiene que ver con un presidente que sólo encuentra  oposición a su paso: la Iglesia, el Ejército, los empresarios, la banca, maestros, el pueblo en general, hasta sus propios compañeros del PSUV.

El presidente Maduro se miente a sí mismo.

El hombre arrogante, desafiante, orgulloso, dominador del escenario, es hoy día un hombre hundido, derrotado. Es el rostro de la decepción

El presidente al ver las enormes manifestaciones de la oposición pidiendo un cambio, llorando en las calles y caminando largos trechos para asistir a los mítines, no puede sino sentir una amargura terrible por tener que marcharse de esa manera pese a sentir que había hecho todo para virar, ponerse en manos de pastores cristianos que fueron a Miraflores a orar por él, en su ocaso.

El presidente no se le da bien la pluma ni el debate de las ideas, pero posee una gran intuición, un inusitado sentido de la estrategia. Y esa intuición le dice que está derrotado el domingo, que no será fácil. No lo será.

El gobierno se va. Pero hay vallas y fiestas por todos lados. Nunca antes gastaron tanto dinero. Mientras piden a Estados Unidos que levante las sanciones con el argumento de la necesidad de comprar medicinas, compran propaganda en las vallas luminosas de Nueva York anunciando al Gallo Pinto.

Se podría decir que es un final con toda la orquesta. En pleno, con el director y sus principales solistas entonados, la lapicera desatada para apurar la todo lo posible antes de irse. Saben que queda poco y que ya no importa demasiado el cuidado electoral que alguna vez gobernó la conducta regulatoria del oficialismo. Así, como un desenlace en una obra, a poco de partir, el gobierno llegó a un clímax de rumbas  y plata en propaganda que, mayoritariamente, aumentan de a centenares la plantilla estatal, además de crear algún que otro corset para los que llegan.

El presidente apela a Bolívar y Chávez. El último debe estar avergonzado de lo que es hoy el gobierno y su causahabiente.

Pero esto se acabó. Y podríamos tomar a esta hora las palabras que  el general José Antonio Páez expresó al Libertador el 1º de octubre de 1825 sobre la situación política de la Gran Colombia a tan solo unos pocos años de su separación, pareciera que el panorama no ha cambiado mucho.

«Este país, en lo general de su escasa población, no tiene más que los restos de una colonia española, de consiguiente, falto de todo elemento para montar una república. usted y un puñado más de valientes lo han hecho todo: el día que usted lo deje, deja de ser lo que usted ha hecho; de consiguiente, la existencia de un orden de cosas aquí, que pueda llamarse gobierno, es consustancial con usted, y en prueba es que sólo su alejamiento ha producido un estado habitual de anarquía, que no puede atajar la actual administración, a pesar de sus mejores deseos. ¡Usted se abismaría en ver las personas que dirigen su país! … Son de la especie que en cualquier otra parte en que hubiese moral pública ocuparían el lugar más inferior, y muchos de ellos ocuparían un presidio por sus crímenes; mas por desgracia no es así.

Ellos manejan a su antojo las elecciones, señalan el primer magistrado de la república, hablan de la reelección de usted, no de buena fe sino por temor, pues aquellos que, en papeles titulados Astrónomos y Triquitraques se erigen en sus panegiristas, son sus mayores enemigos y toman el carácter de sus defensores por indisponer a otros. En fin, el período de las elecciones me ha hecho observar que la gente de este país, casi en lo general, o es tan mala como los bribones que la manejan, o que el pueblo (y esto parece lo más cierto) es absolutamente indiferente a todo lo que se llama acto de gobierno, y que se dejaría imponer cualquiera que se le quisiese dar.

Cuando veo todo esto en lo que se llama pueblo, cuando veo a los que se llaman diputados de este pueblo hacer su viaje a lo que ellos llaman congreso, y que los más vocingleros contra lo que ellos llaman el despotismo toman al instante un empleíto de estos que ellos llaman tiranos y otras mil cosas, entonces me parece que se puede asegurar que este país necesita otra cosa distinta de la presente que establezca el orden, le dé la debida consideración a los que la merecen e imponga silencio a los tramoyistas».

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