En medio de los tremedales que han distorsionado revoluciones en la historia contemporánea global ha proliferado la idea de que las armas del pueblo solo están en los cuarteles; me atrevería a agregar igualmente que el voto es el instrumento ciudadano para lograr los cambios en paz, suficientes para evitar “los baños de sangre” publicitados por el candidato del régimen y su política terrorista.
Desde el surgimiento de las movilizaciones de los trabajadores un siglo atrás en nuestro país ha estado presente la aspiración a una sociedad plena, de respeto a los derechos humanos, de libertades democráticas y promotora del trabajo digno, bajo la protección de un Estado que garantice la convivencia en medio de la diversidad y la integración como nación.
Durante ese lapso esa voluntad de los trabajadores ha sido demostrada ante un país que alcanzó tardíamente el siglo XX en 1936, luego en 1958 con la apertura del pacto democrático más extenso de nuestra historia republicana, y durante todo el siglo XXI en procura de mantener vigentes nuestros derechos sindicales y laborales frente a un régimen que ha violado los convenios y leyes reguladoras del trabajo.
Hoy, luego de haber transcurrido un cuarto del nuevo siglo, nuestro país vuelve a ser el foco de atención tanto regional como mundial, en el contexto de dirimir mediante los principios constitucionales la confrontación política, en el contexto de las elecciones presidenciales del próximo domingo 28 de julio, ejerciendo el poder del voto como el instrumento más propicio a los cambios que preserven como resultado el camino hacia la paz y la convivencia nacional.
Con nuestra participación los trabajadores lo podemos lograr, somos todavía el segmento de la población más numeroso, aun cuando ha habido una diáspora superior a los 9 millones de connacionales, nuestra presencia en el acontecer nacional es fundamental, al ser la población económica activa una porción decisiva a la hora de votar y decidir el destino de nuestra patria.
Así también con el voto pretendemos lograr un mejor país, lo cual implica un entendimiento fluido entre el capital y el trabajo, con el que aspiramos a que cambie sustancialmente nuestra participación en esa relación, ante el decaimiento prominente del factor trabajo, en el ingreso nacional como jamás se haya registrado en nuestra historia contemporánea.
Al ejercer el voto aportamos nuestro grano de arena en medio de una comunidad internacional expectante que ha enviado en el contexto de la OIT una Comisión de Encuesta para restablecer los convenios laborales hoy desmontados de nuestra realidad laboral, de tal manera que la fuerza de nuestra participación permita concretar el ansiado diálogo social hoy inconcluso.
Reafirmamos que el voto sigue siendo nuestra arma en medio de un proceso electoral viciado de ilegalidad e ilegitimidad, donde ha reinado el desbalance y la persecución política, generando un clima de inestabilidad y confrontación que agrava aún más las condiciones de vida de la población.
Por tanto, estas notas se dirigen a todos los trabajadores del campo y la ciudad, a los profesionales y técnicos, los de la economía no dependiente, a los desempleados, a los pensionados y jubilados, a los trabajadores domésticos, a participar decididamente en este acto cívico que fortalecerá el destino de nuestra nación.
Finalmente, desde el Movimiento Laborista hacemos un llamado a las centrales sindicales, a las coaliciones y corrientes sindicales, a los trabajadores del sector público y privado a ser actores fundamentales en el capítulo histórico más importante que definirá el destino de nuestra patria el próximo 28 de julio.
Ese día de resultados impredecibles por la negativa obstinada de la autocracia gobernante a respetar las normas democráticas consagradas en nuestra constitución, tanto que hace caso omiso a las advertencias de sus compinches ideológicos los gobiernos de Brasil, Colombia y de representantes de países del mundo entero, también puede ser el escenario de la voluntad de un pueblo para sacudirse mediante el voto el yugo de una casta autoritaria renuente a abandonar el poder.
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