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Ulises peló el boche

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Muchos recordarán la película La caída (Der Untergang, de Oliver Hirschbiegel), que narra el final del Tercer Reich de Adolf Hitler. Una tragedia clásica en la que las historias de los mortales se entrecruzan con dinámicas que están fuera de su control (los designios de los dioses olímpicos que los volvieron ciegos), en el contexto del derrumbe de un régimen autócrata disparatado. Una obra trascendente que recoge las terribles y aterradoras instancias finales en las que el juicio del dictador está irreversiblemente trastornado y entiende que si él desaparece, todos lo harán. Un filme que da respuesta a las preguntas que todos se hacen sobre el por qué de algunas conductas en un régimen autocrático.

Viene al caso porque, aun con grandes diferencias, la ficción alemana en el búnker de Hitler y la realidad venezolana de las últimas semanas, específicamente la que se vive en el comando de campaña de Nicolás Maduro, hay algunas analogías que vale la pena destacar.

“Los dioses ciegan a quienes van a perder” es una de las pautas narrativas de la tragedia clásica presentes. Una de las secuencias dramáticas que mejor la ejemplifica es la que se corresponde con el ataque de ira de Hitler cuando, reunido con sus generales en torno a un mapa, comienza a ordenar contraataques de divisiones panzer que ya no existen. Alguno se lo recuerda y Hitler, ciego, explota. Su ceguera era doble, no solo veía ejércitos suyos donde no los había sino que además se negaba a aceptar la realidad de la situación, estaba derrotado.

Maduro no es Hitler y tampoco está ciego, faltaba más. Cierto que se pone a arengar, como si fuesen muchedumbres, a los cuatro pelagatos que la maquinaria roja le pone enfrente. Pero también es verdad que se da cuenta de que a su campaña le falta lo más importante: presencia popular. Por las redes circuló de manera viral un video en el que le reclama a Freddy Bernal que, el evento al que estaba llegando estaba (sic) feo. “Qué pasó, aquí hay poca gente y muchas cámaras”. O sea, el hombre ve, ahora falta saber si asimila bien lo que mira.

Por la declaración que asustó a Lula, aquello de que si él pierde habría un baño de sangre, pareciera que no está haciendo la lectura correcta. Ante ello, lo peor que podría pasarle es que sus colaboradores tampoco lo hagan. Decir que tenía miedo no es lo más importante sino lo que en efecto declaró Lula: “Maduro tiene que aprender que cuando uno gana se queda, y cuando pierde se va y se prepara para otras elecciones”. Le faltó añadir, como hice yo.

A eso Jorge Rodríguez, el que tiene respuestas para todo, el Ulises del chavismo, le respondió a un periodista que: “¿Cómo no vamos a respetar los resultados si vamos a ganar, hermano?”. Eso se sabe, pero también se sabe que sin haber ganado limpiamente se “ha quedado” en el poder dos veces. La pregunta que los venezolanos, Lula y todos los políticos responsables en el mundo se hacen es: ¿qué va a hacer Maduro si, como indican todas las encuestas de opinión y, más importante, como lo expresan en las calles millones de venezolanos, pierde las elecciones?

Razones para sentir temor existen. Un régimen que está dispuesto a reconocer los resultados no impide la entrada a periodistas, políticos y organizaciones internacionales que quieran ser testigos del proceso electoral. No encarcela a políticos opositores ni cierra medios ni tumba sus señales de comunicación y mucho menos amenaza a su población con baños de sangre. Si la idea es usar el poder para sembrar terror y amedrentar a los venezolanos, se equivocan. La bala perdida, por lo pronto, la recibió Lula.

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