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Sin fundamento

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Nos resulta muy difícil comprender la situación real por la que estamos transitando en la Venezuela de hoy. No encontramos un piso suficientemente sólido sobre el cual poner nuestros pies. Todo se vuelve inestable. Todo lo que hemos construido como civilización está en jaque. Desde el neolítico nos hemos venido alimentando de la agricultura y la domesticación de las bestias. Hoy, ni el cultivo de las plantas ni el cuidado de los animales satisfacen nuestras más elementales necesidades. ¿Volveremos a la recolección? Si los recursos que nos han mantenido vivos desde la prehistoria no nos dan ninguna seguridad, mucho menos los productos de la técnica aprovechados desde hace siglos. La electricidad, sin la cual, ninguno de nuestros instrumentos indispensables ya para la vida puede funcionar va cada vez más aceleradamente dejando de hacerlo. Sentimos que puede llegar el momento en el que desaparezca simplemente de nuestra experiencia cotidiana o solo sea utilizable por momentos inciertos y aleatorios. Sabemos por experiencia vivida que todo lo que ha sido parte indispensable de nuestra existencia hace ya tiempo que se ha ido alejando de nuestro acceso, que todo aquello con lo que seguramente contábamos, ya no es indudable. La inseguridad se ha instalado en nuestra normalidad. Si esto ha venido sucediendo con los instrumentos materiales, hasta ahora pensados como indispensables para reconocernos como seres humanos civilizados, o sea, independientes de los azares de la naturaleza, lo mismo y aun peor, ha acontecido y sigue aconteciendo con las instituciones creadas por nosotros para proveernos de una convivencia pacífica y confiada. Esta ya ha desaparecido en gran parte, sigue desapareciendo aceleradamente y amenaza su total destrucción para el futuro. No se avizora una nueva forma posible de organización social que nos dé confianza de que podamos lograr una vida humanamente serena y libre de agresión y violencia. No logramos, por más vueltas que le damos al pensamiento, acertar con el origen y la persistencia de nuestro mal. Estamos con la muerte al alcance de la mano.

Nos toca, sí nos toca, reaccionar con todas nuestras fuerzas y todos nuestros recursos reforzando lo más profundamente humano que nos queda y que no podrá nadie destruir: nuestra relación profunda en humanidad. La relación vivida de unos con otros, el fortalecimiento de todo lo que nos acerca y nos hace uno, descartando firmemente el aislamiento individualista, lo que el régimen procura con todo su poder y violencia. “Ámense los unos a los otros”.

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