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¿Por qué y para qué una nueva narrativa?

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En La fatal arrogancia, Friedrich Hayek describe lo imposible y nefasto que resulta aplicar la ingeniería social para modelar la sociedad, desconociendo la importancia y complejidad del orden espontáneo, cuyo contenido particular o concreto no es conocido o previsto por nadie, que opera en las definiciones de la realidad de forma no voluntaria. Creer que el mercado puede ser sustituido por la planificación centralizada, cuando sabemos que nunca seremos capaces de ordenar y clasificar toda la información que incesantemente crea el movimiento económico y las aspiraciones de los individuos.

El mercado opera sobre información que no alcanzamos a conocer exhaustivamente, pero cuyas tendencias podemos observar. Intentar sustituir la noción de mano invisible del mercado, más allá de observar y escrutar tendencias, por la mano visible del Estado ha sido causa de muchas tragedias, hambrunas, genocidios, por el invariable carácter que asume la concentración de poder en el Estado, desencadenando procesos indetenibles de dominación que penetran y se apoderan de todos los intersticios de la existencia de los individuos y la sociedad. Tal ha sido la suerte de las sociedades caídas en las garras de regímenes socialistas. La fatal arrogancia podemos también encontrarla en el pensamiento liberal en un plano distinto, cuando se considera que basta actuar bien en materia económica, respetar las libertades y el emprendimiento para propiciar consensos y situaciones favorables. En este lado, la arrogancia estaría en desdeñar la importancia de los procesos mentales-culturales que acompañan cada iniciativa económica, ignorar las interpretaciones y reflexiones de los demás, porque partimos de la convicción de estar actuando según la lógica y la razón, sin valorar las percepciones individuales y grupales sobre lo correcto y cuál es la visión que en última instancia antecede y prevalece ante cada emprendimiento, enmarcado en políticas liberales.

La realidad es terca, en ocasiones nos preguntamos el porqué de los retrocesos de algunas sociedades hacia el socialismo, si era incontestable que la dirección económica era exitosa. Hay que aceptar que no basta tener éxitos económicos para lograr consensos y consentimiento en un proyecto de sociedad. Es imprescindible que el éxito por la buena dirección y las políticas acertadas sea visto y presentado como resultado de un espacio de acuerdos y objetivos compartidos, que los individuos sientan que forman parte y están en el camino emprendido.

La izquierda en el mundo opera con base en la persecución de hegemonías culturales, imbuidas de valores tales como la superioridad moral del socialismo sobre el capitalismo, simplemente porque se proclaman o apropian del concepto de igualdad, cuyo énfasis radica en los resultados y en una tensión sobre la propiedad de los bienes materiales. De allí la destrucción de la propiedad privada como primer objetivo de los proyectos socialistas. Al final, es una igualdad de resultados o un intento de reparto y expropiación de lo que existe, tal como afirma Richard Pipes.

La pretensión de alcanzar la igualdad no solo destruye la libertad, sino también la propia igualdad, pues los encargados de garantizar la igualdad social reclaman para sí privilegios que los elevan por encima del común de la gente.

En síntesis, más que una igualdad material, es una negativa a la inclusión en espectros caracterizados por la gestación de más y mejores oportunidades para todos, que permitan a las personas ser o hacer lo que sepan y deseen hacer. En el mismo terreno, el socialismo se aboca a la defensa irrestricta de derechos, sin contrapartida en deberes u obligaciones, gestando la irresponsabilidad de las personas con los actos que definen su propia existencia y la culpabilización permanente de los otros.

Es imprescindible que el liderazgo que pretenda conducir al país, desde un punto de vista intelectual y moral, asuma la necesidad de buscar afanosamente consensos y consentimientos sobre sus propuestas y proyectos; no solo comunicar razones técnicas. Lo contrario sería desdeñar percepciones, reacciones y opiniones arropados por la premisa de que se está actuando correctamente.

Es igualmente necesario movilizar la transformación del país bajo la conducción, presencia y definición de intelectuales orgánicos, buscadores de consensos sobre proyectos de sociedad, que desempeñen un papel de constructores, organizadores y persuasores, además de hacer circular sus visiones propiamente técnicas. El liderazgo venezolano tiene que expresarse en la búsqueda de consensos en el plano cultural. El nuevo espacio de lucha promovido por la izquierda marxista ha sido la creación del Foro de Sao Paulo o de Puebla, en lugar de nuevas avanzadas guerrilleras. Es la penetración de las conciencias. Saben que no se trata de confrontaciones y choques físicos, de tomas materiales, como ocurrió en la experiencia cubana. La confrontación decisiva es primero en el plano de las ideas. Ese es el nuevo terreno de combate. Aunque parezca un simplismo, hay que reconocer que las ideas liberales no se han defendido como debe ser. Se partía de la seguridad de que era el mejor camino a seguir y que sus resultados lo probarían. Hoy, en Latinoamérica y en Venezuela, particularmente, se trata de emprender una lucha con narrativas de libertad, con la seguridad de que los resultados girarán siempre a favor, que es posible vencer los caducos preceptos socialistas, derrotados pero seductores, que funcionan como monopolios del bien. Es confiar en la potencia de la responsabilidad individual, en el cumplimiento de los deberes y en la metamorfosis de las instituciones que piensan que su principal recurso es la gente que actúa, decide y trabaja. Hay que reconocer que las prácticas del socialismo del siglo XXI se diferencian de la metodología fidelista. La revolución cubana acabó con los medios de comunicación, destruyendo a martillazos las rotativas, paradójicamente acompañada de estudiantes que, hasta el momento, profesaban fe ciega en las ideas de Fidel.

En Venezuela, el proceso fue gradual, los medios fueron destruidos o anulados uno a uno, con base en tácticas dilatorias en la entrega de recursos, negación de insumos, cierre de oportunidades comerciales. Los medios venezolanos fueron cercados, desprestigiados ante la opinión pública como voceros del capitalismo, ahogados en una práctica sin clemencia, utilizando para ello la concentración de poder en manos del régimen socialista, y convenciendo a la población de que estos ataques buscaban un rescate del respeto ciudadano y el cese de privilegios. Una estrategia sutil y poderosa, con una gran violencia oculta. En la destrucción de la propiedad privada se superó a la operación cubana, que expropió masivamente mediante el decreto 890 y 891 toda la estructura económica del país.

Ley 890: Se dispone la nacionalización mediante la expropiación forzosa de todas las empresas industriales y comerciales, así como las fábricas, almacenes, depósitos y demás bienes y derechos integrantes de las mismas.

Ley 891: Se declara pública la función bancaria y en lo adelante solo podrá ejercerla el Estado a través de los organismos creados al efecto con arreglo a las disposiciones legales vigentes en cuanto no se opongan a lo dispuesto por la presente Ley (…).

En Venezuela, se actuó progresivamente, comenzando por el ataque directo a los empresarios, el descrédito y acusación de prácticas de acaparamiento, por la falacia de negar acceso a los sectores populares. Para acometer la ocupación se utilizan grupos sociales organizados por el régimen, presuntas víctimas de la explotación empresarial.

Por tanto, no basta la seguridad de estar actuando correctamente en el plano de las libertades económicas, políticas y esperar la corroboración histórica. Hay que esforzarse por comunicar, consensuar, adquirir compromisos reales con las ideas que se proponen. Contamos con las nuevas tecnologías, con las infinitas posibilidades comunicacionales en la batalla de ideas y no en el poder derivado de las armas y la fuerza física.

Los errores del liberalismo no son teóricos, filosóficos, conceptuales. Se vive en el abandono del plano de la persuasión, en no aplicar esfuerzos para convencer acerca de que la mejor manera de lograr la prosperidad es conjugando libertad y propiedad, no al contrario.

En búsqueda de ello se propone girar los discursos del liderazgo hasta ahora concentrados en la crítica a la ineficiencia del capitalismo, en su desconocimiento de la noción del orden espontáneo, que lleva a rechazar la comprensión más profunda del mercado, a trascender la visión estatista que despoja al ciudadano de todos sus deberes y derechos y a superar el tema de la igualdad, no como un ajuste de cuentas entre clases sociales, sino como un horizonte de posibilidades. La nueva narrativa busca mostrar la inutilidad, el contenido dañoso de las ideas socialistas, pero a la vez tiene que presentar con claridad los nuevos senderos. El argumento más sólido consiste en descubrir que el socialismo anula a la persona humana, y se dirige a una masa menesterosa que debe ser ayudada, mas no redimida, frente a la posibilidad cierta de desarrollar las capacidades humanas, el individuo responsable como un poder único y grandioso.

*Extracto del libro El fraude del rentismo en librería Cedice Libertad.

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