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Líderes empresariales visionarios: José Martín Marcano Hernández

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Pepe Marcano fue artífice de la modernización del sector pesquero. En la foto la línea de enlatados de su empresa, Productos Mar

Hablemos de José Martín Marcano Hernández, mejor conocido como Pepe Marcano y, para los sucrenses, “Pepe carretera, plazas y parques”; para sus amigos “mano Pepe” y en la familia “tío Pepe”.

Don Pepe Marcano era un hombre amable, simpático, buen conversador y visionario. Tenía un sexto sentido para conocer a la gente, nunca se le veía enojado, siempre estaba sonriente.

Nació en 1908 en San Juan Bautista, en la tierra de los dátiles, de los tejidos de cogollo de la palma datilera, de los dulces de piñonates y de los mejores artesanos de joyería, sin lugar a dudas, verdaderos artistas; de hombres cultos y destacados en la vida económica y política del país. Sus padres fueron Luis F. Marcano Malavé y Carmelita Hernández. Perdió a sus padres siendo muy joven, por lo que le tocó hacerse cargo de la familia. En 1939, fundó una industria pesquera con la más alta tecnología del momento, incorporando a los trabajadores a los derechos de todos sus miembros con créditos baratos para la construcción de sus viviendas.

Su empresa Productos Mar se desarrolló hasta convertirse en una de las industrias pesqueras más importantes del país. Posteriormente, comenzó a viajar a Japón, donde aprendió y se formó en las artes más sofisticadas de la industria pesquera, sumando esa experiencia a su propio negocio en el estado Sucre, convirtiéndose en líder e iniciador de la pesca de atún en Venezuela. Contrató una flota de barcos especiales para tal fin con resultados exitosos, lo cual fue mucho más que un logro personal, pues activó la modernización de ese importante sector, siempre pensando en grande y en lo mejor para su país. Así, Cumaná fue pionera de los enlatados de pescado en Venezuela.

Su inquietud por el progreso de su región oriental lo llevó a aceptar en 1948 la Gobernación del estado Sucre, donde dio prioridad a la construcción de la vialidad en todos los confines del Estado, así como a sus plazas y parques. Fue un verdadero titán del progreso de la región. Su gran empeño fue la conexión de la difícil carretera que une a Sucre con el oriente del país. Siempre comentaba que fue una tarea ardua debido a la roca viva que encontraron, pero no desmayó y logró concluirla, dejando así una obra de gran importancia para las siguientes generaciones.

Sin descuidar esas tareas, continuó al frente de su industria, destacándose y convirtiéndola en una de las más modernas del país. En 1959, aceptó una oferta de la Casa Boulton, vendió Productos Mar y se trasladó a Uruguay, donde se convirtió en accionista importante del Banco Continental de Montevideo. Se inició en el ramo de la construcción en los grandes desarrollos del famoso balneario turístico de Punta del Este y adquirió un gigante emporio para la exportación de lana en una gran hato o estancia con más de un millón de ovejas que producían una esquila al año y, en algunas ocasiones, dos esquilas anuales dependiendo de la raza. Todas estas actividades y retos convirtieron a Don Pepe Marcano en un gran exportador de lana, incorporándose a la revolución lanar del Uruguay. Así actuaba mano Pepe, aceptando nuevos retos.

Regresó a Venezuela, de donde nunca se fue realmente, siempre manifestando que su compromiso era con la Virgen del Valle. Su fe era inquebrantable. Alguna vez lo acompañé al santuario de Nuestra Señora del Valle, y era un grato conversador y muy cercano. Cuando salíamos de la visita a nuestra Virgencita del Valle, concluía diciéndome: “Ya resolví todos los problemas y preocupaciones y se los dejé a la Virgen del Valle, ella se ocupará de resolverlos”. Se sentía aliviado y feliz de haber rezado una oración a Nuestra Señora del Valle.

Esa fortaleza espiritual de mano Pepe se complementaba con su esposa, Doña Margarita, su abnegada compañera, y sus grandes amores, sus hijas María José y Eyra Margarita, quienes eran su mayor fuerza espiritual. Además, sus conversaciones y conclusiones católicas lo hicieron siempre un hombre de bien. La casa donde vivió toda su vida, en la calle Arismendi de El Paraíso en la Quinta Eyra María, es hoy una residencia del noviciado de las monjas.

A Don Pepe Marcano, lo conocí siendo yo muy niño; él era gran amigo de mis padres y muy cercano a la familia. Lo visitamos en una oportunidad en Cumaná, donde tenía un monito en el patio llamado Pancho, que era su mayor distracción y el atractivo de su casa. Era un intelectual profundo. Siendo yo juez de instrucción penal y tránsito, me visitaba en el tribunal. Sus consejos eran certeros, oportunos y optimistas. Un hermoso día se presentó en mi oficina y me dijo: “Te traigo un regalo, el libro de Mikhail Gorbachev, la Perestroika, el hombre que va a revolucionar el mundo”. Desde allí mi interés por este prestigioso personaje que dividió el mundo en un antes y un después. Sus llamadas diarias a las seis de la mañana eran consuetudinarias y se hicieron una rutina que todavía extraño. Sus llamadas complacientes, llenas de optimismo, me daban un recuento de las noticias y ánimos en mi gestión como juez. Fue todo un personaje lleno de anécdotas y sabiduría.

Un día, desayunando con él en su casa, me sorprendió diciéndome que se había metido un canario en su casa. Empecé a buscar con la mirada el sitio por donde había entrado el famoso canario, y me respondió: “Virgilio, hay un vecino de las Islas Canarias que se ha enamorado de mi hija Eyra Margarita y se quiere casar”. La inteligencia de mano Pepe y su bagaje intelectual de lector empedernido eran estupendos y profundos. Siempre se carteaba y comunicaba constantemente con sus amigos más cercanos, entre ellos su compadre Jóvito Villalba, Alfonso Márquez Áñez, Humberto Fernández Morán, Asunción Rodríguez, entre otros.

Estando yo al frente de la gobernación del Distrito Federal en 1990, lo fui a visitar y, aunque se encontraba un tanto golpeado por la leucemia, mantenía su alegría habitual y espiritual, siempre en manos de Dios. Con mucha fe, fue ingresado en una clínica del este. En la madrugada del 31 de julio de 1990 se nos fue para siempre, en el regazo de nuestra Virgen del Valle, a quien tanto veneró. Fue un impresionante líder empresarial y un hombre de retos que por sus propios méritos logró y conquistó su propio destino como pionero de la industria pesquera venezolana.

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