Uff, ¡vaya goleada del Partido Laborista!, exclamamos, y con razón: mayoría absoluta de 412 escaños a la hora en que escribo, con una subida 214; frente a 121 del Partido Conservador, que se deja la friolera de 251.
Pero la fotografía está distorsionada por el sistema electoral británico, diseñado para favorecer mayorías fuertes. El porcentaje de voto laborista es del 34 % y el de los conservadores ha sido del 24 %. Reform, la nueva marca del brexitero Nigel Farage, cuyos votantes proceden casi al completo del universo tory, logra un 14 %.
Es decir: sin la división de la derecha, los conservadores habrían ganado a los laboristas por unos cuatro puntos y no estaríamos ante la apisonadora de Starmer. De hecho, se da la curiosa circunstancia de que si se suman todos los sufragios a la derecha del laborismo resulta que suponen el 50 %, frente a un 41 % que suma la izquierda (Partido Laborista y Verdes). Es decir: los británicos van a tener a un gobierno de izquierdas durante cinco años cuando en realidad su mayoría social es de derechas. Una disfunción provocada en buena medida por aquel estéril exabrupto nacionalista que fue el Brexit.
Por lo demás, las elecciones británicas vuelven a suscitar admiración ante el buen estilo que distingue a una democracia de solera y flema. Sunak dimitió de inmediato, asumiendo su derrota sin paños calientes: «He dado todo lo que tenía. Pero habéis enviado una clara señal de que el Gobierno del Reino Unido debe cambiar y vuestro juicio es el único que importa». En fin… que se lo vayan a contar al que nos gobierna en España, que ahí sigue, ajeno al hecho de que ha perdido las cuatro últimas elecciones en que los españoles han podido opinar sobre él y su partido.
No menos elegante estuvo el líder laborista en la hora de su gesta. Comenzó dando las gracias a Sunak «por sus logros como primer ministro», y a continuación dijo una frase muy importante, sobre todo escuchándola desde la actual España: «El mío será un gobierno sin carga doctrinaria. Hayas votado laborista o no, y en especial si no nos has votado, te digo directamente que mi gobierno estará a tu servicio».
Y Starmer añadió algo más, una frase corta y tajante: «Primero el país: el partido, después». Esa sentencia supone exactamente lo contrario de lo que está haciendo el PSOE bajo el deplorable mandato de Sánchez. Aquí lo primero es que el PSOE –o más exactamente Mi Persona– conserve la poltrona a toda costa, y luego lo demás. O ni eso.
A la misma hora del respetuoso relevo en el Número 10, en España teníamos que soportar la ordinariez de ribetes autocráticos de nuestro presidente. Su mujer es una particular, como usted o yo –o de muchísimos menos méritos personales que muchos de ustedes–, pero le toca declarar en un juzgado y su marido blinda la zona con vallas y envía a una veintena de furgonetas policiales a protegerla. ¿Es el estilo propio de una democracia?
En paralelo, el Gobierno sale en tromba a arremeter contra el juez. El ministro de Justicia, Bolaños, pierde los papeles y se erige él mismo en supremo magistrado para concluir que «está claro que no hay nada de nada, y si este proceso judicial continúa, será lógico que los ciudadanos se pregunten por qué se prolonga innecesariamente». Traducción, y disculpen la grosería, pero es necesaria para expresar el calado de la infamia: el ministro de Justicia sale en defensa de la mujer de su jefe echándole mierda encima al juez para presionarlo. ¿Es el estilo propio de una democracia?
Como telón de fondo, el TC de dominio sanchista galopando para borrar de un plumazo la corrupción socialista de los ERE y el PSOE negociando ya con ERC una cesión del 100 % de los tributos a Cataluña, que finiquitará la solidaridad consustancial a todo Estado.
Un ruego a los dirigentes de los partidos de la oposición. Estamos sufriendo un evidente asalto a nuestro sistema de derechos y libertades y a nuestras instituciones por obra de un mandatario fuera de control. Así que, por favor, únanse en la tarea prioritaria: vencer al autócrata y sacarlo de la Moncloa. Luego ya habrá tiempo de debatir qué derecha es más alta, más guapa, más pura y más eficaz. Cada día que pasa con Sánchez ahí se van enturbiando un poco más las cañerías de nuestro sistema político.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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