Todos los sábados, Alberto Valderrama, Tony Camille Salvatore y yo nos reuníamos con el propietario de la Editorial Venezolana [José Luis Moreno] en la esquina de la calle 34 con avenida 04, Sector «Glorias Patrias» de Mérida. En un quiosco ahí instalado, comprábamos los dos principales diarios de Caracas. La «prensa burguesa», como solían calificar, ridículamente, a los portentosos diarios El Nacional y El Universal quienes padecían https://proletarios.org/books/LENIN-La-enfermedad-infantil-del-izquierdismo.pdf (1). Hablábamos, fundamentalmente, sobre sucesos políticos y culturales. Moreno me preguntó si tenía alguna obra nueva e inédita (año 1987) y le mencioné que mi novela Aberraciones (2), título que lo intrigó.
-Dame los originales y el «floppy disk» –me dijo-. La leeré. Podría publicarla.
Pocas semanas más tarde, en un supermercado que se llamó Estándar, nos reencontramos: un establecimiento muy surtido, donde solíamos comprar víveres. Al cabo de una semana, Moreno se aproximó al lugar para tertulias y lecturas de diarios para informarle lo siguiente:
-Tu novela está en proceso de edición […]
-¿Tan rápido? –le pregunté, asombrado-. ¿Te creo?
-Vigila el proceso, también eres editor y puedes sugerir detalles. Elige una portada.
-Haré el petitorio a un artista plástico y gran amigo llamado http://latriplesombra.blogspot.com/2013/02/arnulfo-poyer-marquez_22.html.
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Cuando entré con José Luis [la primera vez] al área de las máquinas rotativas, imprimían ejemplares de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez y también mi libro.
-Qué maravilla –comenté al empresario-: imprimes un «best seller». Te llenarás de billetes.
-Son más de tres mil ejemplares –me susurró-. Pero, no has visto nada […]
No terminaba el Año 1987 cuando tuve en mis manos los primeros ejemplares de Aberraciones. Moreno me entregó cincuenta, que obsequié a pocas personas: investigadores de literatura, docentes, críticos. José Luis se encargó de distribuirlos en librerías. Estaba organizado. Un librero chileno [que viajaba por toda Sudamérica] compró mil.
Al cabo de menos de dos meses, el malsano rumoreo sobre la trama incestuosa de Aberraciones comenzó a perjudicarme. Recibía miraditas de reproche. La intriga fue tan severa que muchas amistades dejaron de tratarme. María del Amparo Pastor y Cos, profesora de la Escuela de Letras de la Universidadde Loa Andes, atrevió incluirla en la lista de libros que analizaban los estudiantes en su cátedra. Sin embargo, una alumna del docente y bibliófilo Diómedes Cordero me contó:
-Con un ejemplar de Aberraciones, sarcástico, el profesor dice que Ud. es uno de los pocos escritores a los cuales no importa que todos se enteren sobre sus prácticas incentuosas […]
-Me difama –dilucidé-. No tengo hijas todavía.
Rápidamente, la primera edición desapareció. Pese a que el director nacional de las Librerías «Kuaimare» me informó, enfadado, que por culpa de mi novela su embarazada esposa tuvo «sangrados vaginales» leyéndola, Moreno me notificó haberla vendido totalmente. Un amigo de la Facultad de Humanidades [Roberto Chacón] fue nombrado director de publicaciones de la Universidad de los Andes y, 6 años después, publicó la Segunda Edición de Aberraciones (1993)
Un profesor de la Facultad de Ingeniería llamado Felipe Puleo Pizzani me advirtió, en la calle, que recogía firmas en la universidad para que el texto fuese prohibido e incinerado.
-Nuestra Universidad no debió publicar eso –Furioso, impelió-. Eres un degenerado. A mi esposa indignó leerla.
-¿La obligué? –inquirí-. Piensa lo que te plazca, no perderé horas explicándote lo que es Ficción Literaria.
Durante esos días conocí una famosa actriz de Radio Caracas Televisión, Doris Wells. Ella sentó a mi lado, en un ya desaparecido cafetín que frecuentábamos los intelectuales y artistas de la Universidad de Los Andes. Vestía como una chica común y corriente: jeans y blusa, pero con un sombrerito gris.
-Te pareces a John Lennon –inició el diálogo-. ¿Quién eres?
–Albert, un escritor –le tomé su mano izquierda y se la apreté-. ¿Y tú?
-Una chica cualquiera.
-Pero, tienes nombre: ¿cierto?
-Ja, ja, je: ¡claro! Soy una turista […]
-Bien, ¿te gustaría conocer el Edificio Central del Rectorado donde trabajo? A los forasteros les agrada.
-Llévame.
En áreas del Rectorado, las secretarias susurraban señalándonos. No era un comportamiento normal en ellas. Entramos a mi Oficina de Prensa y ahí supe por qué las muchachas mostraban alborozo. Le presenté mi nueva y sin nombre amiga [todavía no me lo había dicho] a la secretaria Nellys Castillo (3) quien, emocionada, expresó:
-¡Mucho gusto en conocerla, Doris Wells! La admiro, siempre veo sus telenovelas.
Doris me tomó por el brazo expresándome su deseo de salir. Antes, tuvo que firmar, amablemente, algunos autógrafos al personal femenino de los distintos departamentos administrativos que funcionaban en el Rectorado.
Me invitó al Park Hotel, donde se hospedaba. Yo vivía muy cerca, en la Calle 35, «Sector Glorias Patrias».
-Ya sabes quién soy –sonriente y besándome, musitó-. ¿Almorzarás conmigo?
-De acuerdo, amiga –confirmé-. Te daré un ejemplar de mi novela Aberraciones. Su trama me causa problemas. Limpian las inmundicias de las calles de Mérida conmigo, mancillan mi reputación.
-Vine a Mérida para escapar de quienes pretenden golpearme en Caracas quienes están convencidos de que soy, en realidad, cada mujer mala que interpreto. No hago sino llorar, desconsolada. Estoy muy deprimida por ello. Quiero que seas mi psiquiatra.
-Puedo ser tu escritor favorito. También tu confidente: los psiquiatras lo son […]
-Estoy «desahuciada»: irrumpes ante mí como un hermoso ángel cuando me queda poco tiempo de existencia.
Sollozamos juntos y nos abrazamos sempiternamente, porque la muerte también es Literatura Fantástica y podríamos reencontrarnos en otra dimensión.
NOTAS
(1)
Al cabo de muchos años, el casi cien por ciento de profesores, artistas y hacedores de literatura que fatigaban sus días con estupideces deploradas hasta por Lenin: «Los comunistas alemanes, de quienes debemos hablar ahora, no se llaman izquierdistas, sino oposición de principio, si no me equivoco. Pero por lo que sigue se verá que tienen todos los síntomas de la enfermedad infantil del izquierdismo […] Tal es el mecanismo general del poder estatal proletario examinado desde arriba, desde el punto de vista de la realización práctica de la dictadura. Es de esperar que el lector comprenda por qué el bolchevique ruso, que conoce este mecanismo y lo ha visto nacer de los pequeños círculos ilegales y clandestinos en el curso de 25 años, no puede dejar de ver ridículas, pueriles y absurdas todas las discusiones sobre la dictadura desde arriba o desde abajo, la dictadura de los jefes o la dictadura de las masas, et., como lo sería una disputa acerca de la mayor o menor utilidad que tiene para el hombre la pierna izquierda o el brazo derecho. Tampoco pueden dejar de parecernos» (Ob. cit, p. 57)
(2)
(3)
Amada secretaria de «Prensa del Rectorado» de la Universidad de los Andes, una de sus fundadoras. Cualquier día, lógicamente, igual escindiré: empero, mientras respire, te recordaré con amor y agradecimiento.
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