Antes se creía que la política en el tercer mundo se trataba de una actividad mediocre y sucia, que los más honestos y capaces eran expulsados ipso facto y que los picaros eran modelos a seguir, admirados por su forma de enriquecerse rápidamente, a cuenta de ser ministro o gobernador; era normal que en el parlamento de cualquier país del tercer mundo se cayeran a golpes, se insultaran; y hasta era lugar para mercadear con ropa y tortas de todo tipo de sabores.
Tenemos la experiencia de Manuel Noriega, quien hacía sus discursos en contra el imperialismo con un machete en la mano y golpeando el pódium. En el caso de Venezuela hemos visto cómo Hugo Chávez, en el Día de los Enamorados, le prometía a su esposa en cadena nacional una noche de pasión: ¡Marisabel, esta noche te doy lo tuyo, prepárate!
Indudablemente, la decadencia, el nivel intelectual, profesional y moral de la clase política en Latinoamérica era de suponer, y sobre todo en Venezuela, debido al subdesarrollo que ha reinado en el país desde los tiempos de Gómez; pero quién iba a pensar que los Estados Unidos llegaría al mismo nivel de decadencia de la clase política, donde la intelectualidad se fue al traste hace varios años, y que la educación y la moral sean mitos entre ellos; era impensable. El mundo siempre ha visto a los Estados Unidos como esa gran nación que logró poner a un hombre en la luna, los héroes de la segunda guerra mundial, donde el hombre era libre para cumplir el famoso “Sueño americano”.
Hoy, en 2024, a las puertas de unas elecciones presidenciales, tengo que decir, como lo señala el título de este artículo, que Estados Unidos está en decadencia, y grave. El pasado jueves 27 de junio tuvimos la oportunidad de ver a dos ancianos, uno menos lucido que otro, hablando de lo mismo: discursos y respuestas repetitivos, los dos mintiendo descaradamente y eso hace pensar que hoy la mentira es más fuerte que la verdad. Los se aprenden de memoria lo que tienen que decir para no cometer errores; y a pesar de todo eso, a Biden se le va la idea cuando le toca hablar.
Es un poco patético ver a dos hombres que quieren tomar las riendas de uno de los países más poderosos del mundo (porque no voy a caer en la ignorancia de decir que Estados Unidos es el país más poderoso del mundo: lo fue, pero ya no lo es), en un debate mediocre, donde cada uno por su lado tienen que convertir sus campañas y sus mítines en show de comedia, diciendo y valiéndose de las peores artimañas para que el público que es receptor del mensaje vote por ellos. Tenemos a Donald Trump con juicios por todos lados y a Joe Bien tirando las últimas patadas de lucidez, ya que hasta cuando camina se queda dormido.
Aquella supuesta frase famosa “El sueño americano” cada día pierde prestigio. ¿Qué es el sueño americano? ¿Tener una casa muy grande con piscina? ¿Tener miles de tarjetas de crédito, miles de dólares en una cuenta bancaria? ¿Tener un carro de año? ¿Ese es el sueño americano? Tenemos que recordar el viejo dicho: “La esclavitud no fue abolida, sólo se amplió para incluir todos los colores”. En Estados Unidos cada día hay más personas que pelean por trabajos que no quieren, pero temen una alternativa peor.
Ojalá que los héroes del mundo, es decir, los Estados Unidos, retomen el camino que algún día fue, para que logren ayudar a sus vecinos, despojando a esos dictadores de pacotilla, y que tengamos un hemisferio sano y próspero.
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