Entramos en la semana de la debacle del Partido Conservador británico con la que se va a poner fin a catorce años de Gobierno. En conjunto, de mal Gobierno. Estos catorce años fueron inaugurados por el Gobierno de David Cameron (2010-2016) que acabó con el referendo del Brexit. Cameron quería la permanencia y ganó el abandono, así que, como es lógico, Cameron se fue a su casa y le sucedió Theresa May (2016-2019). May era poco brexitera, pero entendía que había que cumplir la voluntad del electorado en esa materia. Más o menos. Tres veces presentó un proyecto de salida del Reino Unido de la Unión Europea, y tres veces lo rechazó el Parlamento británico. Finalmente dimitió y la sucedió Boris Johnson (2019-2022) que el mismo año de su acceso al poder convocó elecciones en las que defendió un Brexit duro y obtuvo una mayoría aplastante que será con la que haya que comparar los resultados del próximo jueves. Su jefatura del Gobierno fue tan tormentosa como cabía esperar y al final tuvo que dimitir en julio de 2022.
Le sucedió Liz Truss (2022) que duró mes y medio en el cargo. En el que se hizo la última foto con la Reina Isabel II, que moriría dos días después de la misma. Truss estuvo al frente del Gobierno en la transición entre los dos reinados y presentó un minipresupuesto con un anuncio de enormes recortes de impuestos y gran endeudamiento lo que provocó una crisis en los mercados que se la llevó por delante y fue sucedida por Rishi Sunak (2022-2024), al que Boris Johnson consideraba el hombre que le traicionó.
Tan poco ejemplar ejercicio del poder por los conservadores ha conllevado muchas contradicciones en sus políticas y no sólo en lo que se refiere a la relación con la Unión Europea. Prácticamente no hay política en la que en estos años los conservadores no hayan adoptado una posición y la contraria: disciplina fiscal y recorte radical de impuestos; pidieron un corte de emisiones contaminantes radical hasta conseguir que los gases tóxicos se redujeran a cero y ahora hacen campaña contra el fanatismo ecologista; han recortado los impuestos a las grandes corporaciones y se los han subido; han incrementado los gastos en la sanidad pública y los han recortado…
Con un historial así es difícil negar que los conservadores han gobernado mal. Muy mal. Son pocos los éxitos que pueden aducir en este breve periodo de Gobierno y en sintonía con estos años de poder, el Partido Conservador ha hecho una muy mala campaña electoral que tiene toda la pinta de acabar con los conservadores en una cifra mínima de miembros del Parlamento.
La campaña se ha caracterizado por el escándalo de las apuestas entre los conservadores sobre la fecha de las elecciones, el enfrentamiento entre miembros del partido, críticas al primer ministro por haber convocado elecciones anticipadamente, propuestas electorales rápidamente retiradas y hasta un miembro conservador del Parlamento sugiriendo que se vote al laborismo, además de alguno que ha cambiado de bando y ahora se presenta por el Partido Laborista. Con este plantel, a nadie puede sorprender que alguna encuesta anticipe que Sunak no conseguirá ni renovar su propio escaño por Richmond, en el Norte de Yorkshire. Algo que no le ha ocurrido a un primer ministro nunca en la historia del parlamentarismo británico.
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