La semana de gratitud ha llevado a transitar recuerdos arcaicos de momentos en los que cuales se visitaron torpemente algunos acantilados del pensamiento. Embebida en una etapa de poca experticia y confusión recuerdo mirar aquellos paisajes con preguntas, que como rocas pequeñas se deslizaban al fondo de los precipicios, sus colisiones finales no eran escuchadas a la altura de donde me encontraba, sin embargo, convencida de que un final así solo hacia pedazos la solidez de cualquier interrogante.
Dichos lugares se transitan en soledad, no por falta de compañía precisamente, más bien por elección, se recorren linderos escabrosos en búsqueda de la convicción que se necesita para dar los pasos de fe que ameritan la toma de algunas decisiones. Recuerdo haber articulado preguntas difíciles esperando respuesta en la inmediatez de la soberanía divina, cuyas contestaciones en ocasiones, acumulaban primaveras expectantes. Empero, llegada la fecha señalada la respuesta se hacía vívida, reluciente y casi ineludible ante mis ojos; todo esto al punto de inspirar canciones de alegría por doquier, hay danzas para las que te preparas con diligencia, pero algunos bailes espontáneos pueden opacar todo repertorio de ensayo, si el gozo melódico de la gratitud es quien se expresa.
Recordaba aquellos parajes y sonreía un poco de vergüenza en la insensatez que la falta de carácter te promueve, alimentando aquellos sentimientos de quebranto, mientras estas remembranzas me asaltaban podía mirar el lugar donde me encontraba, el vehículo de la obediencia rumbo a visualizar los cuidados que fecundan la tierra. ¡Oh, si lo hubiera sabido en aquellos tiempos! Seguramente de mis ojos nunca habría brotado el agua que aseguraba el trigo. Cuánta bendición detrás de aquellos momentos, cuánta gracia derramada en un eslabón que se daba por perdido.
Alegóricas palabras pintorescas de quietud, pero como rastrillo son reflejo de campos que se labran. Quien duda quiere creer desesperadamente, pero por la razón correcta, en tal sentido, su mente divaga en acantilados del pensamiento muy fecundos porque la abundancia se hace presente con el regalo de la aflicción, justo allí donde brotan los arroyos se asegura el trigo que un día cosecharas para preparar pan.
@alelinssey20
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