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¿Dónde están los reales, presidente?

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Histórica pregunta, presente una y otra vez en la historia política venezolana, pero convertida hoy en una gigantesca piedra de molino atada al cuello de los inquilinos del Palacio de  Miraflores durante los últimos 20 años de nuestra vida política, respuesta imposible de conocer convertida en un secreto insondable para el difunto Hugo Chávez, pero muy presente en su pupilo y heredero Nicolás Maduro, hoy lanzado a la conquista de un nuevo ejercicio presidencial, y en cuyo arsenal deben estar además de los cañones de Vladimir, los dólares de Merentes y los secretos  de su inspirador y maestro.

Y en esta cálida Semana Santa el debate entre nosotros en torno al destino de nuestra comunidad coloca en primer plano la necesidad de financiamiento de la nación, demanda ineludible y que no se resuelve a tiros, ni con amenazas, pero que demanda una gestión de gobierno informada, enérgica y eficiente, que nos permita remontar la cuesta del deterioro del aparato productivo y de los salarios miserables de nuestros ciudadanos, problemas que nos imponen la búsqueda de recursos, entre los cuales debería estar el rescate del dinero saqueado al Tesoro Nacional, cuya cantidad impresiona como importante y sería de gran utilidad para la adquisición de bienes de utilidad pública como los alimentos o las medicinas.

Bienvenidas las bolsas CLAP, responden al deber elemental del gobierno para con la comunidad, destinadas a reforzar la comida cotidiana de nuestra  población, sobran los necesitados, basta apreciar de cerca la capacidad adquisitiva de la población, particularmente de los millones de trabajadores urbanos, una buena parte de ellos desempleados y los otros con ingresos mínimos ampliamente insuficientes, situación en la cual recuperar una buena parte del dinero robado al Estado nos permitiría salir a flote, además de sentar  precedentes en la solución del inmenso cangrejo de la corrupción gubernamental.. 

Soy de los que comparten el criterio de sanciones ejemplares, como la expropiación absoluta de los bienes a los ladrones de la cosa pública, pero parece que aún estamos distantes del convencimiento público de que debe confrontarse el cáncer de la corrupción con procedimientos quirúrgicos. 

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