Por CRISTINA GUTIÉRREZ LEAL
Ars poética
Se abren con miedo estos ojos catarata
guardianes de un iris manchado.
Apuestan todo o nada
a esta lengua caudal
que solo sabe de charcos.
Apenas palabras hídricas.
Desoír
Vino a desoír
cubrió sus orejas con las manos.
Parecía que, cerrada la noche
no habría una sola ruta
desconocida
eran todas desconocidas.
Habría llegado cansada a este puerto
para ver el día clarear
y desoír.
Hidra
De ciertos monstruos aprendí a esconderme.
De los cuerpos culebra
mis manos no dudan la belleza
me sé deleznable en las zonas profundas.
Ese veneno me encontraría exhausta y abierta demás
respirando lento
ahogada ante sus tentáculos.
Aprendí a mirar de lejos al monstruo
soy débil a las lenguas partidas
los tallos con vertientes
lo bífido.
Orcas
De asesina, una orca
falsa fama y solo eso.
La depredación es un don del mar
pero encontré la ternura antes del olor a sangre.
Lejos
Al último día del odio
llegué después de enormes escaladas.
Resistí largos días de resentimiento
horas lacustres
casas flotantes sobre ríos quebrados
las más furiosas cimas.
Ese último día corrí levísima
a observar la rabia con desdén
convocar la lucidez
el perdón y su elegancia.
Primer tatuaje
Adulta descubrí el posible primer tatuaje:
un puente
de esos que parecen colgar entre nubes.
Grabado en un cuerpo que atravesó
con la cabeza bien erguida
el aliviadero de una represa irascible
segura de que sería fácil flotar
con tanto miedo.
Valdivia
A Angélica, por aquella tarde en Niebla
Cierro los ojos y evoco el Pacífico
su lejana audacia
su estar prohibido.
Cuando un recuerdo aparece
hecho pesadilla
despierto pensando esas olas frías
las hago traerme paz
porque del frío nunca sentí tentación.
Ese océano no me convoca.
Me desvincula
me exime.
Tortugas
Me ama quien ama las tortugas.
Estoy aquí atribuyéndome ese amor
como quien posa para un retrato
buscando un rostro posible.
Me atortugo cuando busco otras lejanas corrientes
mi afición por las idas
podría estar incrustada en ese caparazón marino
huyendo de aquel olor a vientre
aquel hedor a tra(d)ición
que me negaría tantos azules
tantos.
Soy tortuga marina cuando vuelvo
pensando que me atrae el imán
una tristeza de casa
un masoquismo de infancia.
Yo solo vuelvo al origen a desovar
solo de esta costa soy capaz de irme
solo en esta orilla en esta arena
mi cuerpo reconoce cierto olor.
Que me ame quien las ama
algo de tortuga he de tener.
Segundo rencor
Tengo pocos recuerdos de mi segundo rencor
apenas me veo
tartamudeando
“un día no recordaré esto”.
Veo ese día en este verso
cómo ataja la gota
de una garúa
insidiosa
leve.
Gaviotas
Ya se agolpan estas alas
nuestras más que nunca.
Sobrevolamos azuzando el reposo.
Cuando la extranjera vuelve
con tumultos y congojas
acuden cientos de espasmos acumulados
buscamos herir su cuello
y decir en cualquier lengua necesaria
que aquí no se aceptan debacles.
No tenemos previsto desfallecer.
Aquí ningún miedo es tanto.
Caracol
Ceñida
toco el deseo con dedos astillados
acabo siempre acaracolada
con el puñal enterrado en los pies.
Vitória
Te nombro, Vitória.
Nas tuas pontes
olhei muitas águas correr sem pressa
fingindo não estarem poluídas
y perdoné.
Não há raiva que me afaste do mundo
nenhum rancor tirando meus olhos
obligándome a permanecer arrodillada.
¿Es esta mi ciudad, mi victoria?
Pregunto en cualquier lengua.
*Los poemas aquí reproducidos pertenecen al libro Donde hay agua, publicado por Luba Ediciones, Argentina, 2024. Consejo editorial: Luba Casta, Silda Codorliani y Blanca Strepponi. Directora Colección de Poesía: Eleonora Requena.
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