En Semper bichos: el documental de la gira, dirigido por Daniel Aldamiz, Nacho, Leo Rojas y Chris muestran las vulnerabilidades y discusiones internas que hubo durante el tour que los llevó a decenas de ciudades de Estados Unidos, América Latina y Europa. Se les puede ver en los escenarios haciendo chistes de la manera más desenfadada posible pero también está el backstage, donde están los momentos de duda, la fatiga o las discusiones.
El filme, en competencia en el Festival del Cine Venezolano, en Margarita, presenta a los comediantes del podcast Escuela de Nada en espacios íntimos como una escena en la que Chris explica que a veces después de un espectáculo no está de ánimo para salir de inmediato a saludar al público. «A veces termino un show y hay un bajón. A veces quiero hablar con la gente y otras estoy abrumado y no puedo estar preparado para comentarios de la gente de excesiva confianza», explica.
Mientras que Leo Rojas comenta al principio del documental sus problemas de inseguridad e inconformidad que pueden entorpecer proyectos. «La lucha contra mi inconformidad es una ladilla. Incluso tengo que hablarlo en terapia. No giran (el equipo) alrededor de mí sino que esto es un equipo de 10 o 15 personas, tengo que llegar a un acuerdo y ya», dice en el largometraje.
Nacho, aunque se muestra menos sensible, da a conocer particularidades de la gira como el hecho de que, para evitar perder el control debido al largo tiempo fuera de casa, mantiene rutinas como hacer la cama antes de salir. «Te sientes responsable, como estar en casa. Te ayuda a la estabilidad. Hace daño la falta de rutina. Son siete semanas de gira y hay que mantener la máxima normalidad posible. Si te jodes en un show será un efecto dominó en toda la gira», explica.
Aldamiz señaló que la realización de Semper bichos: el documental de la gira tuvo sus etapas y percibió cada una de manera distinta. Por ejemplo, la grabación, recordó, fue una experiencia tan divertida como agotadora: «Es la etapa que más sé hacer y que más disfruto. Pasábamos de ciudad en ciudad, muchas veces sin verdadera conciencia de saber dónde estábamos realmente. De esta etapa aprendí por qué muchos artistas salen a la tarima y saludan al público diciéndoles el nombre de otra ciudad distinta a la que están», afirmó en una entrevista por escrito.
Entre las complejidades de grabar mientras se viaja el director mencionó que en principio, antes de llegar a Estados Unidos, esperaba que Daniel «Diamantero» García le ayudara con la cámara, pero luego se dio cuenta de que debía adaptarse porque el comediante tenía muchas ocupaciones en el show y los episodios de Escuela de Nada que se grabaron durante la gira. «Eso sumado a que terminé participando en el show desde la primera fecha en Nueva York (eso me sumaba una presión que era completamente nueva para mí)», dijo.
«Tener la cámara contigo todo el tiempo, con baterías y memorias, era pesado pero era el trabajo y tenía que hacerse, además que solo dependía de mí. Muchas veces los muchachos me decían que la soltara, que me relajara, pero yo sabía que iba a necesitar todo el material posible. Mi lema era: ‘Grabo hasta que me regañen”, añadió.
En los momentos de vulnerabilidad ayudó mucho que Aldamiz hiciera preguntas porque los comediantes no eran tan conscientes de que se lo contaban a una cámara sino que estaban hablando con un amigo: «Creo que al principio y durante la gira ellos siempre creyeron que el documental iba a ser una visión mucho más simple de la gira con los shows y las rutinas».
Tanto la amistad como la espontaneidad enriquecieron el documental, concluyó Aldamiz. Momentos improvisados como Nacho mostrando los glúteos, dijo el cineasta, funcionaron para el filme porque «pelar las nalgas es comedia pura desde tiempos ancestrales».
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