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Lo que nos debe traer la democracia

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Veo los diferentes videos de las manifestaciones convocadas por MCM. En ellos, mujeres y hombres lloran de emoción, de éxtasis y embelesados gritan: “Eres una mujer de hierro”, “eres una santa”, “en ti deposito mi esperanza”, “tú eres quien nos traerá a nuestros hijos de vuelta”, “cuídate, mi amor”, “tú no nos defraudarás”. Hombres y mujeres se lanzan sobre ella, la besan, la veneran como si fueran una feligresía que lleva peticiones.

Como puede apreciarse, el liderazgo encarnado en MCM ha significado la recuperación de las emociones que se traduce en expresiones de naturaleza político-cultural tan vasta, o más, que la que el país había experimentado con el advenimiento del fenómeno Chávez.

Estamos descubriendo, ahora, que ella es poseedora de un carisma que ha desmantelado todos los clichés que el régimen y otros actores han utilizado con ánimos cancelatorios: “MCM amenaza con un gobierno de los apellidos”, repiten constantemente, como un mantra, Maduro, Rodríguez y Cabello. Y el analista Luis Vicente León rebaja las convocatorias multitudinarias de MCM al compararlas, por ejemplo, con las convocadas por Henrique Capriles, donde según él había más lágrimas, más gente, más emoción y todo eso multiplicado por diez. Así van las cosas. Un amigo me dice: “Por qué te sorprendes, todos sabemos que no hay almuerzo gratis”.

Lo cierto es que la vida política del país parece ahora ordenarse alrededor de su voluntad que, ha rebasado la validez de la estructura partidaria y de la palabra partidaria y se asume como la repuesta a la crisis de representación en medio de una crisis profunda de todas las representaciones y referencias políticas que están agotadas y desacreditadas.

Sin embargo, en su descargo hay que señalar su apuesta por el logro de un consenso en torno a la unidad. En este sentido se distancia del liderazgo carismático de Chávez que logró establecer una relación directa entre él y “el pueblo” y él como el único líder.

Ahora bien, ¿qué nos debe traer la democracia una vez que esta sea recuperada?

No estoy pensando en las eventuales transformaciones sociales y económicas que frente a la profunda crisis humanitaria que ha vivido el país son evidentemente necesarias. Pienso más bien en las demandas democráticas que deben resolverse para evitar que esta larga historia del chavismo se repita.

Presumo que una vez visto las manifestaciones masivas de emociones desbordadas en torno al liderazgo de MCM que expresan una nueva sensibilidad (“nueva” puede ser una palabra no tan feliz, pues procesos emocionales como este ya lo hemos vivido, por ejemplo: en el liderazgo de Pérez y de Chávez, aunque creo que este que se articula en torno a MCM supera a ambos) debería imponerse un nuevo estado de ánimo.

Pienso que la recuperación de la democracia está indisolublemente unida a la “vuelta de la política” que, de facto, había sido cancelada por el propio Chávez, cuando redujo la actividad política solo a la acción desarrollada desde el régimen. El hacer política de “los otros” era rápidamente sancionado con una batería de expresiones excluyentes: “delincuentes”, “vendepatria”, “majunche”, “lacayos del imperio”, “escuálidos”, “Judas” hasta llegar a esta perla: “tienes rabo de cochino, orejas de cochino, roncas como un cochino, entonces eres un cochino”. Es que Chávez redescubrió el “adjetivo insultante” en la política venezolana.

“Volver a la política” hoy en el país significa que hay que repensarla (“repensar la política”) y creo que, para lograr ese efecto que caracterice a la transición y consolidación democrática, es necesario, digo yo, “un desvanecimiento de los afectos y el enfriamiento de las emociones”.

Betancourt ya lo había ensayado, se trató de una profunda dinámica secularizadora que descargó a la política de la carga religiosa y mesiánica que siempre nos caracterizó y que años más tarde fue exacerbada por Chávez en el poder en la que se erigió en “jefe de una cruzada de salvación” y que terminó en estos barros de hoy.

En lo personal tengo confianza en MCM que, a pesar de que ya la he visto cantando en un puente del llano apureño uno que otro joropo, una que otra declamación de Florentino y el Diablo, al estilo de Chávez, y un deslizamiento de su discurso hacia la dramatización de la política, ella terminará por rechazar y desmontar “los grandes gestos”, que es algo que ha sido muy propio de la clase política venezolana.

También creo que logrará algo discursivamente importante: la superación de la visión heroica de la vida y de la política, muy propia de la retórica chavista y tengo, igualmente, confianza que logrará reducir la enorme distancia que ha habido entre los programas políticos y la vida cotidiana de la gente.

Hay muchas otras cosas que debe traernos la democracia que se recupere, no sería mucho pedir, que como bien dice Norbert Lechner, para el Chile post Pinochet, ella y las fuerzas opositoras puedan establecer “reglas que distingan lo bueno de lo malo, lo lícito de lo prohibido… Criterios para definir lo posible y lo deseable, lo legítimo y lo racional, lo normal y lo eficiente”.

Presumo que con esto podemos dormir tranquilos, pues nos habremos despertado de la pesadilla.

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