Venezuela, una nación bendecida por la libertad gracias a Simón Bolívar y que luego tuvo la oportunidad de prosperar bajo una democracia sólida, ha sido testigo de una transformación devastadora en las últimas décadas. Desde sus primeros días de independencia, Venezuela se distinguió como un bastión de esperanza y prosperidad en América Latina. Su economía, impulsada por vastas reservas de petróleo, permitió que generaciones de venezolanos vivieran con una estabilidad y bienestar envidiables. Ser socialdemócrata o socialcristiano era la norma, en un país adherido a los principios occidentales de la cristiandad, conocido por su gente noble, buena, trabajadora y amable.
Sin embargo, los cimientos de esta próspera democracia comenzaron a erosionarse con el tiempo. Durante 40 años, el país experimentó una democracia que, si bien era sólida, también se convirtió en un caldo de cultivo para el socialismo. Las universidades venezolanas, otrora centros de pensamiento crítico y libre, se convirtieron en semilleros de ideologías comunistas. Muchos políticos, aprovechando el resentimiento de clases, sembraron odio hacia los «amos del Valle», un término despectivo para referirse a los venezolanos o empresarios prósperos con una larga tradición de trabajo y amor por su país.
Este odio se cristalizó en Hugo Chávez, un populista que, con una retórica incendiaria y promesas vacías, ascendió al poder. Bajo su régimen, se montó uno de los carteles criminales más efectivos de la historia reciente, beneficiando a unos pocos corruptos mientras dejaba al resto de los venezolanos en la peor de las pobrezas. Así, una nación que alguna vez fue ejemplo de desarrollo y bienestar, se convirtió en un ejemplo doloroso de cómo el socialismo puede destruir los cimientos mismos de una sociedad próspera. Como dijo Bolívar: «La libertad no es entonces una abstracción, sino una forma de acción, una práctica, y esta práctica garantiza la convivencia de los hombres libres, la justicia», un principio que ha sido pisoteado en la Venezuela contemporánea.
El hambre y la miseria: resultado del socialismo
La nutricionista Susana Raffalli, especialista en seguridad alimentaria y asistencia humanitaria, observa a diario los rostros del hambre en Venezuela. Estima que entre 5 y 6 millones de personas en el país viven en inseguridad alimentaria, luchando por alimentarse adecuadamente, e incluso recurriendo a la mendicidad para poder comer al menos una vez al día. «El porcentaje de familias que han recurrido a la mendicidad y pedir en las calles, incluyendo ir a los basureros de restaurantes o a los mercados, lo tenemos en marzo de 2024 en 67%», aseguró Raffalli en una entrevista con César Batiz, director de El Pitazo.
Esta situación refleja la desesperación y miseria en la que han caído millones de venezolanos bajo el régimen socialista, viviendo en tal pobreza extrema que ni siquiera pueden costear el arriesgado y mortal trayecto a pie por desiertos, selvas como el Darién y fronteras peligrosas para escapar del país. Las políticas económicas fallidas del gobierno han devastado la producción agrícola y la distribución de alimentos, dejando a gran parte de la población sin acceso a una nutrición adecuada.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la prevalencia de la subalimentación en Venezuela se ha triplicado desde el año 2000, pasando de un 11,7% a un alarmante 31,4% en 2020. Esto significa que casi uno de cada tres venezolanos no tiene acceso a una dieta mínimamente aceptable.
El colapso de la industria petrolera, otrora motor de la economía venezolana, ha agravado aún más la crisis. La caída de los ingresos petroleros ha limitado la capacidad del gobierno para importar alimentos y otros productos básicos, lo que ha provocado escasez y precios inaccesibles para la mayoría de la población.
Mientras tanto, los programas de asistencia social implementados por el gobierno, como las famosas «cajas CLAP», han resultado insuficientes y plagados de corrupción, incapaces de satisfacer las necesidades nutricionales de los venezolanos. La miseria y el hambre se han convertido en compañeros inseparables de millones de familias que, en su desesperación, se ven obligadas a recurrir a medidas extremas para sobrevivir.
La crisis humanitaria en Venezuela es un recordatorio sombrío de las consecuencias devastadoras del socialismo y la mala gestión económica. A medida que la situación se prolonga, más venezolanos se suman a las filas de los desplazados y refugiados, buscando una vida digna y oportunidades lejos de su patria, sumida en el hambre y la miseria.
Un colapso económico sin precedentes
Venezuela se ha convertido en un caso de estudio sobre el colapso económico más grave fuera de tiempos de guerra, según el economista Ricardo Hausmann. Desde 2013, el país ha sufrido la eliminación de 14 ceros de su moneda, y el producto interno bruto (PIB) ha disminuido aproximadamente 75%. Esta contracción vertiginosa contrasta drásticamente con la caída del 9% durante la Gran Recesión española de 2011. Entre las cifras más impactantes se encuentra la drástica reducción en la producción de petróleo, que pasó de 3,4 millones de barriles diarios durante la presidencia de Hugo Chávez a apenas 700.000 barriles en la actualidad. Además, se ha registrado una pérdida masiva de capacidad productiva en sectores clave. Estos datos no solo evidencian el colapso económico, sino también la magnitud del desastre humanitario provocado por las políticas socialistas.
La resistencia pacífica y el anhelo de libertad
A pesar de la devastación provocada por el régimen socialista, los venezolanos han mostrado una resistencia pacífica inquebrantable y un anhelo ferviente de libertad. La figura de María Corina Machado, quien aboga por la libertad, la dignidad y la oportunidad de prosperar mediante el trabajo honesto, ha resonado profundamente entre la población, que manifiesta en cada pueblo su voluntad inquebrantable de poner fin al socialismo y volver a ser una nación digna y próspera votando por Edmundo González Urrutia el próximo 28 de julio.
En un acto de desobediencia civil pacífica sin precedentes, millones de venezolanos rechazan vehementemente la receta socialista que ha incluido lo peor de todos los sistemas, como el fascismo y la oclocracia. El clamor de las masas es el retorno a la prosperidad, el orden y la justicia, alejándose de las falsas promesas y el odio sembrado por el régimen.
Este movimiento de resistencia pacífica, que desafía las amenazas y la represión gubernamental, se ha convertido en un símbolo de la lucha del pueblo venezolano por recuperar su dignidad y reconstruir su nación.
La resistencia pacífica ha trascendido las fronteras y ha encontrado eco en la comunidad internacional, que ha condenado las violaciones de derechos humanos y ha exigido elecciones libres y transparentes. Esta solidaridad global ha fortalecido aún más la lucha de los venezolanos por la libertad y ha mantenido viva la esperanza de un futuro mejor, que llegara inexorablemente por la determinación de cambio en el alma de un país que sigue vivo a pesar de todo.
Conclusión: el legado de destrucción y el repudio al socialismo
Un pueblo que ha vivido el infierno socialista, evidenciado como un gran fracaso en países como Cuba, la otrora Unión Soviética y la Alemania Comunista, ahora se erige como uno de los más firmes oponentes al socialismo en el continente. Los venezolanos, tras experimentar en carne propia las promesas vacías y el odio sembrado por los socialistas del siglo XXI, están determinados a recuperar la democracia y la libertad para volver a ser prósperos.
El único legado de Chávez es caos, muerte, hambre y destrucción. Sus políticas socialistas llevaron al país a una crisis humanitaria sin precedentes, con escasez de alimentos, medicinas, servicios básicos y una hiperinflación descontrolada que ha sumido a la población en la mendicidad.
Los venezolanos son hoy profundamente antisocialistas debido a esta experiencia devastadora. Su resistencia pacífica y su anhelo de libertad son un testimonio de su deseo de recuperar la prosperidad perdida y construir un futuro mejor sobre los cimientos de la democracia y el Estado de derecho, dejando atrás el legado destructivo de un régimen que nunca debió haber asaltado el poder por un cuarto de siglo.
Aspecto | Venezuela en Datos |
Salario mínimo | 130 bolívares, menos de 4 dólares mensuales |
Inflación (2018) | En 2018, Venezuela experimentó una inflación récord del 130.060,2% |
Economía | El Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela fue de aproximadamente 112.000 millones de dólares en 2021, con un PIB per cápita de alrededor de 4.053 dólares |
Mendicidad | 67% de las familias más pobres recurren a la mendicidad para poder comer |
Migración | Aproximadamente 8 millones de venezolanos han emigrado desde 2015 |
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