La política no se aprende en las universidades ni en las aulas, se aprende pateando las calles y visitando todos los rincones de Venezuela, casa por casa, escuchando a la gente. Esta experiencia única y duradera brinda un conocimiento invaluable sobre las necesidades de nuestra población.
A finales de 1988, cuando ya sentíamos que el triunfo de Carlos Andrés Pérez era irreversible, era necesario prepararse para las grandes responsabilidades que se avecinaban. Iniciado el gobierno de Carlos Andrés Pérez, me corresponde juramentarme como gobernador del Distrito Federal, que en ese entonces abarcaba Caracas y el litoral central, hoy conocido como estado La Guaira.
Realicé una evaluación rápida para asumir esta nueva responsabilidad, consciente de que debía dar lo mejor de mí para lograr una gestión satisfactoria y exitosa para nuestra gente. Empecé abordando el tema más sensible del momento: la inseguridad en los barrios y plazas de la capital.
Comenzamos revisando las debilidades y aciertos de la Policía Metropolitana. Decidimos que la policía debía estar en las calles, cerca de la gente, y no acuartelada. La policía estaba en huelga desde que asumimos el gobierno, y entendimos que querían ser dirigidos por ellos mismos y no por la Guardia Nacional. La situación llegó a tal extremo que, en una reunión con el presidente, se decidió reorganizar la policía. Encargamos esta tarea al general de división José Fragachán Ochoa, un oficial especializado en cuestiones policiales.
Las expectativas de la ciudadanía y de los policías se cumplieron completamente: mejoramos la dotación de patrullas, motorizados y sueldos, e incluimos agentes experimentados en la dirección policial, tanto en Caracas como en el litoral. Así, logramos hacer de la policía metropolitana un organismo eficiente, manteniendo a sus efectivos en las calles y en todos los rincones de la capital.
Nos dedicamos a construir infraestructura física en todos los barrios, logrando al final de la gestión la meta de 120 estaciones de policía, cada una equipada para 25 policías con patrullas, motorizados y comunicación sofisticada.
En una de mis reuniones con el presidente Pérez surgió la idea de crear un nuevo cuerpo con la Guardia Nacional, denominado Comando de Seguridad Urbana con el beneplácito de su comandante general de división, Manuel Ibedaca Romero. La gobernación se encargó de construir la infraestructura necesaria, levantando 22 módulos que alojaban entre 15 y 20 guardias nacionales cada uno. Equipamos estos módulos con recursos adecuados, incluyendo comunicación, patrullas y motos para asegurar una vigilancia eficiente. La gobernación aportó 500 nuevos guardias nacionales para el patrullaje y vigilancia de la ciudad capital, su sede central se construyó en Maripérez, al lado de la estación del teleférico. Estas estructuras fueron inauguradas con gran satisfacción, por el presidente Pérez, tanto en Caracas como en el litoral.
Otro de mis grandes empeños era hacer de Caracas una ciudad más habitable y limpia. Abordamos problemas serios, como la invasión de vendedores ambulantes en plazas, bulevares y el centro de la ciudad, que congestionaban el tráfico y dificultaban la movilidad de los peatones. Tras múltiples reuniones y diálogos con los sindicatos de pequeños comerciantes, la jefa del sindicato, señora Carmen Salazar, se unió al proceso. Carmen, una mujer muy acertada en sus conversaciones, consciente de lo que quería y de carácter firme, colaboró con nosotros. Juntos nos movilizamos en mi carro para explorar las diferentes opciones de terrenos disponibles para la construcción de un mercado en el centro de la ciudad, como ellos habían solicitado. Logramos construir un mercado en La Hoyada, resolviendo así el problema mediante diálogo y negociación.
Además, nos preparamos para la temporada de lluvias con la limpieza de quebradas y carreteras, construyendo desagües y manteniendo una política de prevención constante. Incorporamos más de mil hombres para la limpieza de las quebradas y torrenteras de todos los barrios de Caracas y del litoral central. Estas acciones evitaron tragedias causadas por inundaciones en las diferentes comunidades de la capital.
Otro gran problema era el tráfico en la avenida Bolívar, debido al viejo terminal de pasajeros. Decidimos construir un nuevo terminal en La Bandera. Aunque hubo muchas controversias, finalmente se reconoció que esta era la mejor solución. Construimos el nuevo terminal junto con un retorno en la autopista, resolviendo un inmenso problema para los caraqueños y viajeros al occidente del país.
También nos dedicamos a mejorar los sitios de esparcimiento del centro del país. Reconstruimos el viejo camino de los españoles ubicado en La Pastora, recuperamos la hermosa ciudad de La Guaira con su catedral y remodelamos el pueblo de El Junquito, incluyendo su gratificante parque que lleva el nombre del primer cardenal de Venezuela, José Humberto Cardenal Quintero. En El Junquito también construimos una carretera de 16 km que conecta Caracas con esta localidad, ofreciendo hermosos paisajes de montaña y niebla que no tienen nada que envidiarle a ningún país europeo.
La remodelación de La Candelaria fue otro gran logro, creando un espacio visitado frecuentemente por la feligresía que acude a la iglesia donde reposan los restos del beato doctor José Gregorio Hernández. Su plaza, rodeada de restaurantes, se ha convertido en un lugar muy popular.
Dejaremos para la próxima entrega los temas de salud, educación, becas, servicios públicos, museos y cultura. La gente pregunta y los jóvenes quieren saber cómo se gobierna. La experiencia que he cosechado en el servicio público me ha enseñado que no hay nada más gratificante que trabajar conjuntamente con la gente y las asociaciones de vecinos, aprovechando su conocimiento, vivencias e inteligencia para abordar los diferentes problemas de cada comunidad.
En la práctica, implementé en la gobernación una caja especial donde las asociaciones de vecinos y los habitantes de distintas comunidades podían recurrir a depositar por escrito sus necesidades y recomendaciones. Estas propuestas se incluían en el presupuesto anual. Así, la gente sentía que participaba en el gobierno y contribuía a la solución de sus propios problemas.
Recorriendo las calles y escuchando a la gente, fue como descubrimos que los habitantes aspiraban a sentirse involucrados y participar en la conducción de su propio destino.
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