Por ALIRIO ROSALES (1)
En esta fiesta kantiana, dedico este ensayo a Ezra Heymann (1928-2014) y a Roberto Torretti (1930-2022)
El 22 de abril celebramos el cumpleaños número 300 de Immanuel Kant (1724-1804). Una ocasión propicia para preguntar: ¿por qué leer a Kant?
Podemos indicar una dirección en que va la respuesta, usando el título de un artículo de Roberto Torretti. Seguimos leyendo a Kant porque es un “filósofo del más acá” (Kant, filósofo del más acá, La Torre (Puerto Rico), 34: 161-179 (1961)).
Frente al ideal de conocer al mundo tal como es, Kant sostuvo que el mundo no es una totalidad a la que accedemos mediante nuestras capacidades intelectuales. Ejercemos dichas capacidades, según Kant, en lo que podríamos llamar contextos de razón. La razón humana se despliega libre mientras intentamos comprender la naturaleza que nos rodea, mientras enfrentamos conflictos morales, y mientras nos maravillamos con las formas biológicas y las obras de arte. En ese despliegue, ningún contexto se reduce a otro: lo que nos interesa son las permanentes tensiones que genera tal despliegue entre contextos. Se trata, para Kant, de un juego inagotable entre conceptos, imaginación y principios que guían las esferas cognoscitivas, morales (prácticas) y estéticas de nuestras vidas: el “más acá” que enfatiza Torretti.
Ese complejo más acá transcurre entre las famosas Críticas por la que se suele recordar a Kant: Critica de la Razón Pura (1781, segunda edición en 1787), Crítica de la razón práctica (1788) y Crítica de la facultad de juzgar (1790).
Además de ser un filósofo del más acá, sugiero que pensemos a Kant como un filósofo del aquí y ahora. Kant fue un filósofo de la Ilustración (el período que va aproximadamente de 1688 a 1789). Propongo considerar también esta otra dirección para responder a nuestra pregunta.
Decir que Kant es un filósofo del aquí y ahora, va de la mano con el enfatizar que su aquí y ahora fue muy singular. Durante la Ilustración empezaron a definirse dos de las dimensiones esenciales que vinieron a constituir, y desde donde comprendemos el mundo en que vivimos: la dimensiones científica y socio-política.
El Kant del aquí y ahora se escucha en escritos que no suelen entrar en cursos introductorios o avanzados sobre su filosofía, y que en la literatura académica han sido considerados como obras menores, situadas fuera del “sistema crítico Kantiano”. Afortunadamente, llegados al cumpleaños número 300 de Kant, podemos decir que tal visión de su obra ha empezado a cambiar. Entre otros, me refiero a ensayos como Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración? (1784), ¿qué significa orientarse en el pensamiento? (1786) y Antropología desde un punto de vista pragmático (1798). En lo que sigue, me centraré en el primero de esta breve lista.
Como ejemplos del aquí y ahora, los dos primeros ensayos mencionados atienden a problemas filosóficos de significación para la cultura ilustrada. En el primero, como el título lo indica, acepta el reto de entender precisamente en qué consiste la Ilustración. En el segundo, interviene en una controversia sobre el panteísmo, que comprometía los principios del racionalismo ilustrado. En ambos casos, Kant piensa en sujetos históricamente situados, en cuyas acciones se integran los diferentes contextos de razón explorados en las críticas.
En Respuesta a la pregunta: ¿qué es la ilustración?, la Ilustración no se define de forma abstracta, sino en términos de un hecho: “La ilustración consiste en el hecho por el cual el ser humano sale de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella”. ¿Qué quiere decir Kant con “minoría de edad”?: “La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro”. En otras palabras, se trata para Kant, de pensar por nosotros mismos. La ilustración es el ejercicio pleno de la capacidad de pensar con autonomía. Y para Kant, somos responsables de ese ejercicio: “Uno mismo es culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro”. Kant es enfático, y usa una frase de los Epodos de Horacio: Sapere aude! Literalmente: ¡Atrévete a ser sabio! Y agrega: “¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento. He aquí la divisa de la ilustración” (sigo, con algunas modificaciones, la excelente traducción de Emilio Estiú y Lorenzo Novacassa —revisión técnica de Carlos Torres—, en Filosofía de la historia: ¿qué es la Ilustración?, Terramar Ediciones: La Plata, Argentina, 2004, p. 33. Itálicas en el original).
Kant advierte que, a pesar de que poseemos la capacidad para usar nuestro propio entendimiento, podemos permanecer bajo conducción ajena, “debido a la pereza y la cobardía” (Ibid.). Nótese que por “entendimiento” comprende Kant nuestra capacidad de usar conceptos. Se trata del mismo entendimiento que constituye uno de los ejes de la Crítica de la razón pura. Kant habla de sujetos concretos que son capaces de pensar por sí mismos mediante conceptos, en la medida en que se conducen como seres libres en una sociedad históricamente situada (una sociedad ilustrada). A este respecto, señala Kant, “… para esa ilustración, sólo se exige libertad y, por cierto, la más inocente de todas las que llevan tal nombre, a saber, la libertad de hacer un uso público de la propia razón, en cualquier dominio” (op. cit., p. 34. Itálicas en el original).
Kant hace una distinción entre el uso “público”, y el uso “privado” de la razón. Ambos usos coexisten en una sociedad ilustrada, en la que hay limitaciones de la libertad. Es preciso entonces que determinemos cuáles limitaciones impiden y cuáles fomentan la libertad. Kant responde: “… el uso público de la razón debe ser libre, y es el único que puede producir la ilustración entre seres humanos. El uso privado, en cambio, ha de ser con frecuencia severamente limitado, sin que se obstaculice de un modo particular el progreso de la ilustración” (op. cit., p. 34-35).
Kant procede a explicar lo que entiende por el uso “público” y el uso “privado” de la razón. En este punto, pido a la lectora o lector su indulgencia, pues para apreciar la riqueza de la posición sobre Kant que quiero compartir, debo entrar en detalles de traducción e interpretación.
Kant distingue el uso privado y el uso público de la razón, en relación con dos roles que las ciudadanas y ciudadanos juegan en la sociedad ilustrada. Para designar uno de los roles, Kant utiliza “Gelehter”. En la traducción inglesa (Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant), Gelehrter se traduce como “scholar”. En la versión castellana que sigo, los traductores usan el latín “docto”. En Castellano, Gelehrter puede traducirse como erudita/o, o sabía/o, lo cual es consistente con el inglés “scholar”, o con el Latín “docto”. Cito la traducción castellana: “Entiendo por el uso público de la propia razón, el que alguien hace de ella, en cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo de lectores” (op. cit., p. 35). El uso privado de la razón, es “el empleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto civil o de una función que se le confía” (Ibid.).
Da la impresión de que, con el rol de Gelehrter (erudita/o, sabia/o), Kant está pensando en una persona con un cierto nivel de educación, capaz de producir escritos para uso público. Sin embargo, los ejemplos que Kant ofrece no parecen justificar esa impresión. Una servidora pública o un servidor público cumplen funciones que aseguran la consecución de ciertos fines. En esos casos, dice Kant, la obediencia tiene prioridad sobre el razonar. En este sentido, las servidoras o servidores son miembros “pasivos” (término de Kant) de su comunidad. Al mismo tiempo, esas mismas servidoras o servidores pueden cumplir sus roles como sabias o sabios, como parte de la sociedad. Mediante escritos pueden dirigirse a un público y pueden “razonar sobre todo, sin que por ello padezcan las ocupaciones que en parte le son asignadas en cuanto miembro pasivo” (Ibid). Tal como lo ha señalado Samuel Fleischacker, con el rol de “sabia” o “sabio” Kant está pensando en “algo que cualquier persona, bien educada o no, puede realizar por sí mismo o sí misma” (What is enlightenment?, New York: Routledge, note 18, p. 196). Como enfatiza Fleischacker, eso es lo que el imperativo “Piensa por ti misma o ti mismo” implicaría.
Sugiero que al considerar a ciudadanas y ciudadanos en tanto sabias o sabios, eruditas o eruditos, Kant se refiere al papel reflexivo y crítico que podemos jugar en nuestros espacios sociales. En el espacio público, actuamos como seres libres, autónomos y reflexivos-críticos. En el espacio privado, como partes eficientes de una maquinaria social. Eso puede ocurrir sin que los papeles que jugamos entren en conflicto.
Para cerrar, estimada lectora, estimado lector, volvamos a nuestra pregunta inicial: ¿por qué leer a Kant? La respuesta que he esbozado: porque Kant es un filósofo del más acá, y del aquí y ahora.
Kant ha definido la Ilustración como la posibilidad de que salgamos de la minoría de edad, en que otros u otras piensan por nosotros, y pensemos por nosotros mismos. Esto requiere que seamos seres autónomos y libres, capaces de ser eficientes miembros de nuestra sociedad, y capaces a la vez de ejercer nuestras capacidades críticas y discursivas. Kant usa la metáfora de la sabia o sabio que puede producir escritos para un público, para volver a enfatizar (ya lo había hecho en la Crítica de la razón pura) que el uso crítico de la razón —el uso público de la razón— requiere que consideremos y respetemos a las otras y a los otros como pares iguales en la vida ciudadana. Desde su aquí y ahora, Kant le sigue hablando a nuestro aquí y ahora, aún a 300 años de su nacimiento.
Notas
1 Instituto de Filosofía. Universidad Central de Venezuela
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