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Vitrina Venezuela: Reinvención para reposicionarnos asertivamente

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Luego de la etapa de control de daños, en la cual se debieron haber atacado los problemas más urgentes, se debieron haber comenzado con las reformas conceptuales con mayor perfil de impopularidad.

Con mayor dolor y sufrimiento económico para la población, a la cual se mantuvo informada sobre las dificultades que se enfrentarían; en esta etapa se capitalizarán las experiencias del primer año y se echarán las bases para construir un futuro duradero, donde siempre “mañana vaya a ser mejor que hoy”.

Lo que aprendimos de nosotros mismos nos debe servir para hacer un perfil más refinado del país que realmente podemos ser, que tal vez no sea el que hubiéramos querido. La realidad de nuestro entorno nacional e internacional, nuestra reputación, más que lo podríamos llamar el ADN de nuestro pueblo, se constituirán en el límite de nuestras aspiraciones, los cuales podrán ser superados sólo después de, al menos, dos a cinco años experimentando; que será entonces cuando estaremos en condiciones de repensar nuestro futuro a la luz de esos nuevos aprendizajes.

Se trata, entonces, de ciclos evolutivos que se van basando en lecciones aprendidas y en sueños de futuro: aprendizaje y visión actuando en forma encadenada.

La experiencia por prueba y error que ha tenido Venezuela (y podría extenderse a Latinoamérica), desde mediados del siglo XIX hasta esta fecha, nos ha mostrado que hay ciertos aspectos de fondo en nuestra organización política, a los cuales podríamos atribuir una parte importante de la brecha de desarrollo entre nosotros y otros países desarrollados, con nuestra misma antigüedad, y con las mismas oportunidades, pero que ellos supieron administrar mejor que nosotros.

El hiperpresidencialismo y el desbalance entre los diferentes poderes del Estado (tanto cuando eran tres, como cuando eran cinco), han llevado a que la política pública sea más política de gobierno que política de Estado, haciendo que se pierda la continuidad y hasta que desaparezcan algunas prácticas, y según la lógica de cada gobierno, aparezcan nuevas.

La teoría del poder se construye, inicialmente, entre el que lo ejerce y el que lo acepta; un poder sin gente que lo acepte, deja de serlo, y gente que no tenga quien la guíe, se convierte en anarquía. El poder del Estado debería estar diseñado para administrar las relaciones dentro de la sociedad, buscando el bien común y la mejora colectiva.

Y ese poder no estaría completo sin crear los mecanismos de retroalimentación, que indiquen que los aceptantes están de acuerdo en la manera en la que el que lo ejerce lo está haciendo. Esperar a un siguiente proceso electoral (ya sea revocatorio, ya sea elección), sin tener elementos de retroalimentación objetivos en el día a día, podría aumentar la brecha y alentar, peligrosamente, a desviaciones y distorsiones, que conduzcan a querer preservarlo y, eventualmente, a la dictadura.

Es posible que una organización política de perfil parlamentario y bicameral pudiera ser una opción para estabilizar los golpes de péndulo a los que nos hemos ido acostumbrando. Limitar, dramáticamente, los poderes del presidente de la República, y complementarlos con el de un primer ministro o presidente ejecutivo, que sea elegido por el Congreso (Asamblea Nacional), y se mantenga en el poder sólo el tiempo en que los aceptantes del poder (a través de sus senadores y diputados), consideren que su accionar es beneficioso para todos y no solo para el grupo de poder, como ha sido en Venezuela en los últimos años.

Si nos quedáramos con el esquema tradicional, habría una tendencia al bipartidismo con inclinaciones hacia el partido único, el cual, sin duda, sería el del presidente de turno, que de esa manera cooptaría la voluntad popular y se eternizaría.

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Lo que no fue noticia (y debería serlo)

  • Que es difícil pensar que Israel no va a reaccionar contra Hezbolá en el norte, y que suspenderá su proyecto de exterminio en contra de Hamás. Porque ambos buscan el exterminio de Israel y ninguna organización internacional, ni siquiera la Corte Internacional de Justicia puede obligar a un país a permitir que lo exterminen. Hay algo que no está bien en el sentido común de estos organismos que condenan a un país democrático bajo feroz ataque continuo y se ponen a favor de un grupo terrorista como Hamás, que a veces muestra esa cara y a veces la de ser palestinos. Porque detrás de cada palestino civil inocente hay un terrorista con una bomba dispuesto a inmolarse…
  • O que el éxito de las elecciones venezolanas que vienen reside en la protección del voto y de su procesamiento hasta su cómputo final. Entre la observación internacional y la presencia en cada mesa de las partes involucradas, podría salir un resultado que refleje la voluntad popular… la cual se va anticipando en la mayoría de las encuestas… las de un lado y las del otro
  • Ni que da tristeza que algunos analistas justifiquen el uso de cualquier ardid para sostener al chavismo en el poder, con el argumento del “alto costo de salida”, y que por eso es que no van a entregar si pierden. Inclusive insisten en un “pacto” previo, aun sin saber lo que va a pasar. En caso de haber negociaciones, porque sin duda debería haberlas, estas no serían un “pacto”, y deberían ocurrir entre el 29 de julio y el 9 de enero
  • Tampoco que las medidas de suba de impuestos y contribuciones junto a la intensión manifiesta de desdolarizar la economía, no parecen decisiones que ayuden a ganar votos en la campaña electoral. Algo está pasando en el sistema de toma de decisiones políticas en el chavismo. Porque ellos dicen que van a ganar las elecciones, pero las decisiones que toman no parecieran apoyar esa intención. ¿Qué es lo que no estamos viendo?

Mail: [email protected]   Instagram: @benjamintripier    Twitter: @btripier

 

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