Desde que llegué a Colombia a principios de este siglo Gustavo Petro lidera el “framing” del debate político en Colombia: como senador, líder de la oposición a Uribe, destacado “investigador” de la parapolítica junto o paralelamente a Claudia López; luego como el más ineficiente alcalde populista de Bogotá; después, de nuevo en el Senado, como líder del terrorismo urbano disfrazado de “estallido social” que, copiando la estrategia del comunismo en Chile y Perú, lo llevó a la Presidencia de la República.
Como presidente no ha dejado su rol de líder del debate, parece que dos años después de estar en el poder no puede dejar su marco conceptual de líder opositor, al nivel de planear ir a la ONU a denunciar al gobierno que él preside, sí así mismo, va a ir al Consejo de Seguridad de la ONU a denunciarse que él mismo no cumple el acuerdo Santos-Timochenko que le entregó el país a las FARC.
Pero lo que parece chiste encubre una siniestra realidad: Petro no ha dejado de actuar como líder opositor a pesar de ser presidente de la república, ni va a ir a la ONU a hacer el ridículo, por descuido o locura. Petro hace todo esto dentro de un plan, el de toda su vida: la destrucción de la democracia en Colombia.
Petro, como las FARC y el ELN, son miembros del Foro de Sao Paulo (https://es.wikipedia.org/wiki/Foro_de_S%C3%A3o_Paulo) el claro objetivo de este Foro es la instauración del socialismo de siglo XXI, y la estrategia para obtener ese objetivo es la toma del poder por la vía electoral, para una vez allí, desde el poder mismo, destruir la democracia. El método utilizado es la convocatoria a una constituyente, como se hizo en Venezuela, Ecuador y Bolivia, la “revisión del modelo político y económico” acordada en la primera mesa en México, es precisada en este último acuerdo de Caracas: en lo político van por “el desmantelamiento de los clanes políticos y grupos criminales y del narcotráfico que controlan el Estado, la vida política, económica, cultural y social” o sea, que en el yo con yo entre el gobierno y el ELN, se acepta que Colombia, en lo político, está dominado por grupos criminales (los liberales, conservadores, la U y verdes que le aprueban sus proyectos en el Congreso y supongo que el CD y Cambio Radical por permitir con su arrodillamiento que los otros hagan lo que quieran), pero la vida política va más allá de los partidos, supongo que el PetroELNismo incluye dentro de los grupos criminales que «controlan el Estado» al Poder Judicial, al CNE, pero más allá del Estado a los medios de comunicación, a los sindicatos, obviamente a los empresarios, y si no se les somete a su voluntad irán también por los militares.
Petro tiene razón en que no va a convocar a una constituyente. Cuando dice que el pueblo se convoca solo y que tiene el “poder constituyente” siguiendo las tesis del teórico comunista Negri, de quien hemos hablado anteriormente, se refiere a este “acuerdo de participación” que ha suscrito con el ELN y que con toda seguridad se aprobarán en las mesas ya instaladas con las FARC, una mesa para cada una de sus tendencias y el lío de la JEP es para convocar a un tribunal de cierre “popular y democrático”, como se adjetivan todas las instituciones establecidas por los comunistas para darles más poder a los narcotraficantes del Pacto de la Picota y al farcsantismo, que dentro de la estrategia, aparecen ahora como opositores de la “paz total” para al final terminar aceptándola. Cuando los partidos del establishment quieran alzar la voz contra esto, ya será tarde, el “poder constituyente” expresado en asambleas populares dominadas por el narcoterrorismo en el campo, y el terrorismo urbano en las ciudades, como se está viendo ya mismo en el Cauca y en la Universidad Nacional, ese es el modelo de participación que impondrá Petro, con violencia y anarquía.
En lo económico el PetroELNismo en su mesa de yo con yo en Caracas aprobó: “impulsar nuevos modelos sostenibles y propios de producción en los que el estado cumpla su responsabilidad social”, traducido, imponer el modelo de economía estatista que rige en Cuba y Venezuela, o sea, el socialismo del siglo XXI. La estrategia también ya está en acción: estatizar primero el sector social de la economía, que acaba con la salud, la seguridad social e impone un mercado laboral que asfixie al empresario, los recursos expropiados al sistema de salud y pensional, se derrocharán en proyectos populistas que comprarán tiempo con apoyos clientelares mientras se instala la dictadura del socialismo del siglo XXI. Ya se aprobó la jurisdicción agraria, con la que se expropiará la tierra, para acabar con la actividad agropecuaria, para pauperizar al país y hacer a la gente dependiente del régimen y ya viene la reforma de la educación, que estatizará el sistema educativo e impondrá el adoctrinamiento comunista de los niños y jóvenes.
Conclusión: Petro no está desvariando en sus discursos sobre el “poder constituyente”, su narrativa aparentemente irracional es una estrategia bien planificada, está por la vía de la anarquía y la violencia imponiendo su “poder constituyente”. No necesita convocar una constituyente porque el establishment se le arrodilló y está aprobando su proyecto de “participación política” acordado en la mesa de negociación con el ELN y que seguirán con las FARC, y estos acuerdos “son de obligatorio cumplimiento para las partes y deberán convertirse en políticas de Estado”. La constituyente se realizó la semana pasada en Caracas y el país nacional ni se dio cuenta. Están advertidos las Fuerzas Militares de la nación, ya se verá si en el momento que el PetroELNismo quiera ejecutar lo acordado en Caracas, ellas dejarán que lo hagan o ejercerán su deber estipulado en la Constitución, de su actuación depende que Petro termine como un Fidel, gobernando por décadas, o como un Pedro Castillo, preso.
PS: A propósito de Pedro Castillo, qué memorable es Perú, el único país que puso preso a un presidente que se quiso convertir en dictador y a 6 presidentes por corrupción, y todo esto con un crecimiento económico por encima de la media continental; es el país ejemplo a seguir a pesar de la imagen errónea de inestabilidad que aparenta.
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