Las elecciones presidenciales en México, que se celebran este domingo, representan una histórica prueba, toda vez que la campaña proselitista ha estado plagada de «singularidades preocupantes» cuyas acciones concretas podrían vulnerar el presente y el futuro democrático; el Estado de derecho, la libertades la paz social de esa nación.
Estos comicios se producen después de un sexenio desastroso de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Su gestión ha provocado inmensos daños políticos y económicos, escandalosos casos de corrupción, un severo deterioro institucional en la separación y respeto entre poderes, una lamentable división social y un triunfo (por omisión o complicidad gubernamental) de los grupos criminales que se han apropiado de amplias regiones del país, con un saldo de 189.000 homicidios dolosos (uno cada 15 minutos).
Han sido 6 años de un irresponsable gobierno populista, con el Foro de São Paulo como hoja de ruta y de la mano de los peores liderazgos globales (Díaz-Canel, de Cuba; Nicolás Maduro, de Venezuela, Daniel Ortega, de Nicaragua; Lula da Silva, de Brasil, etc.).
La competencia electoral se centra, por un lado, en Claudia Sheinbaum Pardo, candidata de Morena, quien promete dar continuidad a la llamada «4ª Transformación». La 4T es una entelequia que creó López Obrador como perfil ideológico de ese partido creado por él y para él, quien se define a sí mismo como un héroe transformador de la realidad nacional. La 4T es más bien un aparato clientelar para la compra de voluntades entre los pobres con fines electorales. Sheinbaum Pardo ha sido jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Por el otro lado, está la candidata de la oposición Xóchitl Gálvez (en una alianza rara entre el viejo PRI, el PAN de centro-derecha y el izquierdista PRD) mujer de origen indígena e ingeniera de profesión y exitosa empresaria. Además, ha sido senadora y directora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. La reacción social en apoyo a Xóchitl Gálvez Ruiz ha sido sorprendente.
Sin embargo, tras una violenta campaña electoral, existe una profunda desconfianza en los resultados de la mayoría de las encuestas, dado el mercadeo abierto y corrupto (que ha aprovechado el régimen) con que han actuado la mayoría de las empresas demoscópicas. En estos momentos, resulta sumamente complejo poder definir una prospectiva confiable de las intenciones de voto.
El Gobierno ha difundido, hasta el hartazgo, diversos sondeos que otorgan hasta 25-30 puntos de ventaja para la candidata oficial. Si la candidatura de Xóchitl Gálvez fuera tan inocua, resulta entonces incomprensible el alto nerviosismo gubernamental y la implantación urgente de diversos mecanismos y triquiñuelas para una cínica elección de Estado.
Dice el refrán: «El que se ahoga no repara de lo que se agarra». Está claro que el Gobierno de López Obrador está dispuesto a atreverse a todo, con tal de garantizar el triunfo de su candidata y la permanencia de su partido en el poder. Los desesperados siempre son peligrosos en democracia.
La «posibilidad» y la «probabilidad» de un triunfo de la oposición está en el aire, de cara a tres importantes variables de riesgo:
- La altamente probable operación gubernamental de compra de votos con dinero en efectivo, así como amenazas de suspensión de programas sociales.
- La participación violenta (no descartable) de las poderosas mafias de las drogas y diversos grupos criminales en diversas regiones del país.
- El papel que desempeñen las Fuerzas Armadas durante la jornada electoral y en los días posteriores.
Además de lo anterior, el riesgo y complejidad de esta elección también se observa en la velada y reiterada amenaza de AMLO sobre un posible rechazo de los resultados de las urnas, señalando, además, fuertes críticas a los tribunales electorales que, en su caso, deberán resolver las controversias.
Este domingo están convocados a votar 99 millones de mexicanos, quienes deberán elegir, por primera vez en la historia, entre dos mujeres. Sería lamentable un triunfo del oficialismo, vistos los daños del actual régimen. De triunfar Xóchitl, el reto y los desafíos para resarcir los daños producidos son enormes y de largo plazo. Se hará ineludible una necesaria reconstrucción y reconciliación en muchos aspectos de la vida nacional. México necesita recuperar la serenidad después de tanto estruendo, sufrimiento y dolor humano.
México es el socio más importante de España en Iberoamérica. La democracia y las libertades de ese socio están en situación de riesgo, que podrían pasar a una situación de peligro. España debe estar atenta al acontecer de esa nación tan lejana en kilómetros como cercana en cariño inmenso. Como bien afirmó Agustín Lara: «En México se piensa mucho en ti».
El futuro democrático de México (y todo lo que conlleva) está en peligro. Debe ser motivo de preocupación global de cara a esa bella nación que merece el mejor de los destinos.
Bernardo Graue Toussaint es analista político y consultor en materia política y de comunicación.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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