Recientemente me encontré con una obra de Francis Fukuyama, el reconocido politólogo estadounidense famoso por haber escrito sobre una variedad de temas en el área de desarrollo y política internacional. Su libro El fin de la Historia fue una revolución en el pensamiento del sistema internacional que influyó en una convicción positiva del triunfo de los valores occidentales hace más de tres décadas.
En Identity: Contemporary Identity Politics and the Struggle for Recognition publicada en 2018, Francis Fukuyama nos refiere que la política de la identidad surge de quienes buscan recuperar su dignidad. El término «política de la identidad» habría comenzado a circular en la década de 1950, cuando el psicólogo Erik Erikson afirmó que del interior del individuo surge un reclamo contra el constreñimiento impuesto por las normas sociales, dirigido a cambiar esas normas y abrir nuevos espacios a la dignidad humana que en algunos casos parece que ocurre en el nacionalismo exacerbado y el extremismo religioso. Para ello indaga los orígenes del término «identidad» en Sócrates, la Biblia, san Agustín, Martín Lutero, Jean-Jacques Rousseau, así como en Immanuel Kant, Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Friedrich Nietzsche, entre muchos otros.
Toma como referencia la inmolación del vendedor de flores en Túnez en 2010 tras ser humillado por la autoridad municipal, lo cual desató la Primavera Árabe. El segundo caso es el reclamo de los activistas de Hong Kong que buscaron un voto más libre sin la interferencia de Beijing. Estas protestas recuerdan los movimientos de liberación nacional de mediados del siglo xx, cuyo denominador común fue la reivindicación de la dignidad de los pueblos que habían padecido el colonialismo y que luchaban por recuperar el orgullo étnico y cultural surgiendo líderes populistas que bajo un “nacionalismo” erosionaban las instituciones de las democracias liberales o profundizan la autocracia por una supuesta recuperación de la dignidad nacional.
De manera perversa esto sucedió en nuestro país cuando el chavismo llegó hace un cuarto de siglo. Se impusieron valores en la psique del venezolano que nos eran ajenos como la división de la sociedad tratando de crear la identidad del “hombre nuevo” como un individuo socialista, agresivo, intolerante e implacable con el “otro”, el escuálido, traidor, vendepatria y oligarca.
Gracias al fracaso evidente y contundente del chavismo en estos años, en donde el socialista se convirtió en oligarca despreciando y humillando a aquel pueblo que le dio sus votos, hoy se está produciendo un genuino movimiento identitario referenciado por la líder indiscutible María Corina Machado.
La identidad del venezolano se está recuperando después de dolorosas pruebas como la ruina económica, institucional y el éxodo récord en el continente de 8 millones de emigrados. La venezolanidad regresa con fuerza, nuestra pertenencia a los valores occidentales cristianos y el repudio al autoritarismo y atropello a nuestra soberanía por parte de estados y grupos ajenos totalmente a nuestra idiosincrasia. El mensaje de MCM ha restituido la fe y la esperanza de los valores familiares, el desarrollo personal, el disfrute de las libertades fundamentales y la condena a la violencia y la represión como formas de dominio político.
Como nos dice Fukuyama en su obra: En el fondo, la política de la identidad es una respuesta inevitable contra la injusticia, pese a que en las democracias liberales ha menguado el interés por combatir la desigualdad. «La política de la identidad es la lente a través de la cual se contemplan ahora los problemas sociales en todo el espectro ideológico.»
El 28 de julio los venezolanos no solo recuperaremos la democracia sino nuestros valores propios de los que siempre estuvimos orgullosos.
Recuperaremos nuestra identidad.
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