Si estamos en campaña electoral para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo ¿por qué nadie habla de Europa?
Nuestro presidente del Gobierno, en su permanente huida hacia adelante, ha decidido tratar de ocultar sus miserias nacionales y una agenda europea poco atractiva para sus votantes con un circo mediático a base de causa palestina, bronca con el presidente de Argentina y una fallida pseudo resolución del problema de Gibraltar. De lo que se trata es de movilizar votantes y, para ese como para otros fines, todo vale.
Nuestro jefe de la oposición no parece sentirse muy cómodo hablando de Europa. Hombre sensato y prudente prefiere evitar charcos en los que mancharse innecesariamente. Lo suyo, lo del PP en general, es administrar bien y respetar el marco normativo. El problema no menor de tanta prudencia es que el elector ni sabe lo que vota ni corre el riesgo de verse ilusionado por un futuro mejor. Conviene tener presente que en toda Europa se está cuestionando el proceso de integración y que, aunque el euroescepticismo es minoritario, es responsabilidad de los populares, entre otros, explicar y, si es posible, convencer de que la Unión es la mejor opción para hacer frente a los formidables retos que tenemos ante nosotros. Si los populares no nos cuentan cuál es su idea de Europa, qué temas van a marcar la próxima legislatura y cuáles y por qué van a ser sus políticas, no debería sorprenderles que, una vez más, otros llenen ese vacío.
El próximo quinquenio en el Parlamento Europeo será difícil, tanto por la herencia de la pasada legislatura como por las inevitables decisiones que habrá que tomar. Desde la «gran depresión» de 2008 la Unión se ha visto desbordada por un conjunto de circunstancias que le ha impedido seguir el curso previsto. Todo apunta a que las tormentas van a continuar y que, de una u otra forma, habrá que seguir avanzando, pero ¿hacia dónde?
Aunque yo no estoy de campaña, o quizás por eso, me gustaría llamar la atención sobre un tema: la relación de la Unión Europea con Estados Unidos. Todos sabemos el papel crítico que la potencia americana jugó en la derrota de las potencias del Eje, así como en la reconstrucción de Europa. El proceso de integración arrancó a partir de la inercia generada por el Plan Marshall. Desde entonces la relación económica entre ambas orillas del Atlántico ha sido intensa, permitiendo así el pleno desarrollo de la III Revolución Industrial, la de la energía atómica y la electrónica. Ese período histórico está superado. Hoy vivimos en un marco económico distinto, el de la Revolución Digital, y no lo estamos afrontando juntos. Es más, parece que fuéramos rivales, sino enemigos. Estados Unidos ha apostado seriamente por retener su liderazgo tecnológico y no duda en atraer capitales, conocimiento y cuadros europeos para lograrlo.
En el plano de la seguridad nos encontramos un escenario semejante. Las potencias europeas no actuaron de manera responsable en el seno de la Alianza Atlántica y los norteamericanos se cansaron. O se produce una auténtica modernización de las Fuerzas Armadas europeas y se adopta una visión global de la Alianza o Estados Unidos la dejará de lado, con consecuencias desastrosas para nosotros. Lo que estamos viendo en Ucrania, Israel y el Sahel es sólo el principio.
Economía y seguridad nos llevan, nos deberían llevar, a una posición común con la que poder mantener una negociación estratégica con Estados Unidos. Si no sabemos lo que queremos, si no logramos un acuerdo entre nosotros, nos quedaremos solos jugando a ser lo que no somos, un «actor estratégico». En el plano económico continuaremos legislando en vez de innovar. Una negociación de esas características requiere una Comisión capaz y comprometida. No caben Von der Leyen o Borrell, sino pesos pesados con la experiencia suficiente para dirigir una misión que afectará al devenir europeo durante décadas.
No estaría de más que nuestros dirigentes políticos compartieran con nosotros sus ideas, si las tienen. De eso trata la democracia. La Unión Europea es el instrumento del que nos hemos dotado para abordar todo aquello que el Estado solo no puede resolver. Los próximos años van a ser críticos y es necesario establecer un marco de referencia que permita a los ciudadanos saber dónde estamos y hacia dónde vamos.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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