Uno de los grandes dramas del país es que estamos terriblemente desinformados. Tema que no vamos a desarrollar pero que hay que priorizar, mejor si en grupo de interesados en esa cuestión básica, de las más básicas. Y en el supuesto que hay quienes piensan y actúan en sentido contrario y han logrado no pocas demoliciones para su objetivo de explotar la ignorancia y la mentira, escenarios idóneos para el despotismo. La causas del fenómeno son muchas y muy visibles: la censura gubernamental, la de siempre, y nuevas modalidades como la compra de medios o las cadenas que instaló el Eterno; la demolición económica general y la específica de los medios –objetivo preferencial del despotismo–; el éxodo de periodistas; las dificultades de elaborar un novísimo periodismo digital, por su novedad misma y por las condiciones de penuria en que se hace aquí y ahora; etcétera. Por supuesto que hay esfuerzos más que loables por luchar a pesar de todo de parte de aguerridos periodistas y seguramente loables logros. Pero no tengo dudas de la estridente insuficiencia señalada. Que por supuesto es producto de la tiranía, insolente y descarada, en ese ámbito, pero también tiene componentes universales, eso que llaman posverdad, un fantasma que recorre el mundo; o elementos crónicos de nuestro subdesarrollo cultural. Pero quienes queremos que un mitin de Guaidó o la denuncia del último crimen o robo milmillonario de la pandilla gobernante lleguen a los más deberíamos buscar discutir este asunto.
Pero dejemos semejante problemón aparte. En estos días, o meses, ¿años?, además el escenario político nacional se ha vuelto realmente inasible. Si alguien se tomara el trabajo , bastante gratuito, de leer a los opinadores nacionales en esa perspectiva encontraría básicamente elusiones, dudas, contradicciones, apuestas… Salvo, claro, los bucaneros poco razonantes de toda la vida, hoy multiplicados por las llamadas redes que dan la palabra para cualquier uso, nobles y viles. Pero es que además de todo Venezuela se ha convertido en un verdadero paisaje surrealista donde cuesta mucho encontrar las ocultas lógicas que lo constituyen, al menos las piezas informativas necesarias. No me diga usted que un país con dos presidentes que conviven en la misma ciudad y hasta tratan de negociar es un espectáculo que se ve a menudo en el planeta. O eso, así en neutro, que pasó una madrugada en el elevado de Altamira y que se supone que era algo parecido a un golpe de Estado, que implicaba además a muy altos personeros del régimen, que siguen en sus cargos, y en en cual no se vio ni a un sargento en acción. Y pare de contar, usted sabe, tanto que la gente ya casi no habla de política, lo que se llama hablar, convencida de que todo lo que diga no serían sino especulaciones sin muchos asideros fácticos.
Ahora el epicentro es Oslo, o sea, Barbados. Las encuestas dicen que la amplia mayoría de los conciudadanos prefiere que esta tragedia se resuelva en paz, cosa que apoyan casi todos los países, tantos, implicados en el asunto. Los guerreristas, sea cual sea la forma bélica preferida –implosión social, golpe, invasión extranjera– felizmente siguen siendo pocos y esquivos. Lo más usado y anodino es que están todas las cartas sobre la mesa, siempre están dice Perogrullo. Pero ahora, digo en Barbados, el silencio es grande, el yugo noruego parece haber funcionado, hermetismo hasta en las fotografías. Uno va a casa del amigo de toda la vida de fulano, que es del equipo y cenaron juntos en el último intermedio… y dime qué te dijo, pues, suelta. Y nada, al fin y al cabo lo poco que ha salido por ahí y por allá y lo que uno puede elucubrar, nada concreto. Bueno, los noruegos parece que saben de esta rara gastronomía que está llena de teorías y hasta de autoayudas. Además, me comenta Miguel, doctorado en el área en la Complutense, que todo lo que se dice y se hace en el curso de esos episodios es equívoco. Verbigracia, ¿si Cabello dice que no va a haber elecciones presidenciales, de verdad está en rebeldía con la línea oficial o simplemente está asustando a la delegación opositora? Vaya usted a saber. Total que no queda sino esperar, que soportar este extraño y angustiante silencio. Y usar paraguas porque está lloviendo.
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