Por FIDEL RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ (1)
Existe un terreno fértil para la exploración y el descubrimiento en la intersección entre la inteligencia artificial (IA), las humanidades digitales y la investigación histórica. Especialmente si pensamos en la inteligencia artificial como un conjunto de sistemas y herramientas que tienen como objetivo impactar y transformar el mundo que nos rodea. Por eso me gusta pensar en una perspectiva de la inteligencia artificial que trascienda los límites de la innovación tecnológica y se concentre en cómo puede ayudar a la sociedad de manera tangible. Pensar en esto desde el campo de la historia, nos lleva a destacar cómo la IA está transformando la manera en que analizamos y comprendemos grandes conjuntos de datos, así como la forma en que exploramos patrones y tendencias de manera más eficiente. Pero también nos enfrenta a dilemas éticos y potenciales problemas metodológicos. Es en este compromiso con la aplicación práctica y una reflexión ética sobre la inteligencia artificial, donde radica su verdadero potencial para impulsar un cambio positivo y sostenible en nuestra sociedad.
En el campo de la investigación histórica, las IA son variadas: entre estas podemos mencionar el Procesamiento del Lenguaje Natural, la Visualización de Datos, el análisis de imágenes, la reconstrucción 3D y la identificación de patrones.
La inteligencia artificial ha tenido un mayor impacto en el procesamiento del lenguaje natural (PLN). Los algoritmos sofisticados no solo pueden realizar tareas complejas, como la transcripción y traducción automática de idiomas antiguos y la detección de variantes regionales, sino que también pueden analizar textos con una velocidad y precisión nunca antes vista. Por ejemplo, los investigadores han utilizado el PLN para analizar manuscritos medievales y de la época moderna para descifrar caligrafías difíciles de leer, revelando nuevos detalles sobre la vida cotidiana, las creencias religiosas y las prácticas culturales de la época. También se ha utilizado para determinar las autorías de obras desconocidas.
La visualización de datos históricos es otra área donde la inteligencia artificial está demostrando su valía. Los algoritmos sofisticados pueden transformar grandes conjuntos de datos históricos en visualizaciones interactivas y dinámicas, permitiendo a los investigadores explorar y comprender mejor la dinámica de eventos pasados. Por ejemplo, mediante la visualización de redes sociales históricas, los historiadores pueden identificar comunidades, influencias y relaciones que de otra manera podrían pasar desapercibidas. Esta capacidad para representar visualmente la complejidad del pasado abre nuevas vías para la investigación y la interpretación histórica.
La inteligencia artificial también está revolucionando la forma en que se analizan las imágenes históricas. Los algoritmos de reconocimiento de objetos y escenas están ayudando a identificar personas, lugares y objetos en fotografías antiguas, facilitando así la catalogación y el análisis de grandes colecciones de imágenes. Por ejemplo, mediante el análisis de imágenes de eventos históricos, los investigadores pueden identificar patrones de comportamiento, cambios en el paisaje urbano y otros aspectos importantes para la comprensión del pasado.
La reconstrucción 3D de sitios arqueológicos y objetos es otra aplicación de la inteligencia artificial. Utilizando datos recopilados a partir de escaneos láser, fotografías y otros recursos, los algoritmos pueden crear modelos digitales precisos que permiten una experiencia inmersiva y una mejor comprensión del pasado. Por ejemplo, mediante la reconstrucción 3D de antiguas ciudades o monumentos, los historiadores pueden explorar virtualmente cómo eran estos lugares en su apogeo, así como comprender mejor su arquitectura y diseño.
La inteligencia artificial también está ayudando a identificar relaciones y patrones en grandes conjuntos de datos históricos que serían difíciles de detectar manualmente. Mediante el uso de técnicas de aprendizaje automático, los algoritmos pueden analizar textos, registros y otros documentos históricos para identificar tendencias, correlaciones y eventos significativos. Por ejemplo, los historiadores pueden utilizar la IA para identificar conexiones entre personas, lugares y eventos a lo largo del tiempo, revelando así nuevas perspectivas sobre la historia.
Sin embargo, mientras exploramos las vastas posibilidades que ofrece la IA en el estudio del pasado, también debemos enfrentar desafíos éticos y metodológicos. Los algoritmos de inteligencia artificial pueden estar sujetos a sesgos inherentes, reflejando prejuicios y discriminaciones presentes en los datos utilizados para su entrenamiento. Esto puede llevar a interpretaciones históricas sesgadas y distorsionadas, perpetuando narrativas dominantes y marginando perspectivas sub-representadas. Por ejemplo, si los datos utilizados para entrenar un algoritmo están sesgados hacia ciertos grupos étnicos o culturales, las conclusiones derivadas de dicho algoritmo pueden reflejar y amplificar estos sesgos. Otro desafío importante radica en la falta de transparencia y reproducibilidad en el desarrollo y funcionamiento de los algoritmos de IA. Muchos de estos algoritmos son cajas negras, lo que significa que sus procesos de toma de decisiones son difíciles de entender y de explicar. Esto plantea problemas significativos en términos de fiabilidad, ya que los investigadores pueden tener dificultades para comprender cómo se llega a determinadas conclusiones o recomendaciones. No puede dejarse de lado que el uso de la IA en la investigación histórica también plantea preocupaciones en torno a la privacidad y la protección de datos. La recopilación y el análisis de grandes cantidades de datos históricos puede implicar la exposición de información sensible sobre individuos y comunidades, lo que plantea preguntas éticas sobre cómo se deben manejar y proteger estos datos.
Dada la complejidad de estos desafíos, es evidente que abordarlos de manera efectiva requiere una colaboración interdisciplinaria entre historiadores, científicos de datos, expertos en IA y otros profesionales relevantes. Esta colaboración no solo puede ayudar a garantizar la integridad y la precisión de los análisis históricos, sino que también puede fomentar un enfoque más reflexivo y crítico hacia el uso de la IA en la investigación histórica. Además, la inclusión de diversas perspectivas y áreas de expertise puede ayudar a mitigar los sesgos y garantizar que se aborden adecuadamente las preocupaciones éticas y metodológicas. Todo esto nos deja claro que el reconocimiento de las grandes posibilidades que pone la IA al servicio de la investigación histórica no sustituye las herramientas clásicas del historiador, me refiero al pensamiento crítico y sobre todo a la capacidad de hacer preguntas para interrogar a cualquier conjunto de datos. Son estas herramientas clásicas las que dotan de sentido las posibilidades que la IA ofrece a la investigación histórica.
Notas
1 Investigador Postdoctoral, Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio/FAPERJ). Doctor en Historia Social de la Cultura, Pontificia Universidade Católica do Rio de Janeiro (PUC-Rio), Máster en Historia y Humanidades Digitales, Universidad Pablo de Olavide (UPO, Sevilla, España) y Antropólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Dirige el proyecto Gente de Mar. www.gentedemar.org
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