«Él había hecho anillos de boda con papel de aluminio y me pidió que me casara con él. Por supuesto, dije que sí», recordó Valeria Subotina.
«Era el amor de mi vida. Nuestros anillos eran simplemente perfectos», dijo.
Valeria y su pareja, Andriy Subotin, de 34 años, capitán del ejército ucraniano, planeaban casarse en Mariúpol, en el sur de Ucrania, antes de la guerra.
Soñaban con hacer una gran fiesta con amigos y familiares.
Pero justo después de que comenzara la invasión a gran escala, el ejército ruso se apresuró a llegar a esa estratégica ciudad portuaria y la rodeó en cuestión de días.
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Era principios de marzo de 2022.
Mariúpol fue objeto de constantes bombardeos rusos, las calles estaban en llamas, no había comida, electricidad, agua ni una sola salida.
El asedio duró casi tres meses. Se cree que decenas de miles de civiles fueron asesinados.
Muchos habitantes de Mariúpol buscaron desesperadamente cobijo en la planta siderúrgica de Azovstal, donde había más de 30 refugios antiaéreos.
Habían sido construidos en la era soviética como protección contra una potencial guerra nuclear muy temida.
Ahí fue donde Valeria se casó y enviudó, en solo dos días.
«Al borde de la hambruna»
Valeria era poeta cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania.
Poco después, se convirtió en la oficial de prensa de la Brigada Azov, una parte de la Guardia Nacional ucraniana que generó controversia por su supuesta asociación con grupos de extrema derecha, una afirmación que el propio Azov niega.
A medida que se intensificaba la ofensiva rusa sobre Mariúpol, las tropas ucranianas tuvieron que retirarse a los búnkeres de la planta de Azovstal, junto con los civiles.
La entrada a los búnkeres era como un agujero y había que bajar varias escaleras parcialmente derrumbadas, recordó Valeria.
«Te movías a través de pasajes y túneles y te adentrabas más y más en el suelo, hasta que llegabas a un cubo de hormigón, una especie de habitación segura», dijo.
En los búnkeres, la gente construía cocinas improvisadas, donde preparaban la comida que podían con lo que encontraran.
Si era harina, preparaban la masa y horneaban pasteles.
«Lo llamábamos pan, pero eran solo tortas de harina en agua. Así es como sobrevivimos. Era casi una hambruna», relató Valeria.
«Éramos como ratones, juntando todo lo que encontrábamos. Dormíamos sobre harapos o ropa.
«Algunos lugares eran completamente oscuros, pero tus ojos se acostumbraban y llegabas a pensar que eso era normal. Por supuesto, no había nada normal en nuestras vidas en ese entonces».
El 15 de abril de 2022, una gran bomba aérea cayó sobre la planta y Valeria resultó herida.
«Me encontraron entre los cadáveres, la única que estaba viva. Fue un milagro, pero también una tragedia terrible».
Sufriendo una conmoción cerebral grave, Valeria tuvo que pasar ocho días en el hospital subterráneo de Azovstal, donde fue tratada entre cientos de soldados con miembros amputados que yacían por todas partes.
«No podían obtener la ayuda adecuada porque había muy pocos medicamentos. El olor a sangre y podredumbre estaba por todas partes», dijo.
El compañero de Valeria, Andriy, también estaba destinado en Azovstal.
Poco después de la lesión de ella, él le propuso casarse allí mismo, en los búnkeres.
El 5 de mayo de 2022, la pareja firmó los documentos requeridos y envió a Kyiv copias escaneadas para los padres de Andriy, quienes acudieron al registro civil para finalizar oficialmente el matrimonio.
En su ceremonia en los búnkeres, usó su uniforme militar como vestido de novia y los anillos fueron de papel de aluminio.
Andriy le prometió a Valeria que le compraría un anillo de bodas adecuado una vez que terminara la guerra.
Pero el 7 de mayo, el hombre murió mientras realizaba una misión de combate en la región.
«La gente habla de la sensación que tiene cuando muere un ser querido, pero yo nunca sentí algo así», explicó Valeria.
«En realidad, el día que mataron a Andriy [antes de recibir la noticia de su muerte] estaba de buen humor. Me acababa de casar y estaba enamorada».
Cuando se enteró de la muerte de su esposo, no lloró, sino que lo guardó todo dentro, dijo.
«Allí, en Azovstal, un día era como si fuera un año.
«Primero fui novia, al día siguiente fui esposa y al día siguiente me convertí en una… Me da miedo hasta decir la palabra».
Prisioneros de guerra
A principios de mayo de 2022, miles de ucranianos que se refugiaron en la planta siderúrgica de Azovstal y lograron sobrevivir sin alimentos ni medicinas durante 80 días necesitaron ser evacuados de inmediato.
Inicialmente, se permitió que los civiles abandonaran la planta. Luego, los soldados fueron hechos prisioneros por el ejército ruso.
Había esperanzas de que fueran liberados como parte de un acuerdo de intercambio de prisioneros.
Pero después de más de dos años, miles de soldados ucranianos, incluidos los casi 900 miembros de la Brigada Azov, a quienes muchos en Ucrania consideran héroes nacionales, siguen en manos rusas.
Sus familias organizan protestas periódicas para suplicarles a las autoridades ucranianas que hagan más para intercambiarlos.
El proceso de intercambio de prisioneros de guerra es complicado.
Casi 3.000 prisioneros de guerra ucranianos han sido liberados por Rusia en intercambios de prisioneros desde que comenzó la invasión.
Se cree que más de 10.000 permanecen bajo custodia rusa.
Una investigación reciente de Naciones Unidas documentó que los prisioneros de guerra ucranianos han sido objeto de palizas implacables, descargas eléctricas, violaciones, violencia sexual y simulacros de ejecución.
Valeria también estuvo cautiva durante 11 meses. Pasó por torturas y abusos, indicó. Recientemente publicó un libro sobre su tiempo en prisión.
El cuerpo de su difunto esposo, Andriy, permanece en la planta siderúrgica de Azovstal.
«[Los rusos] mataron y destruyeron todo lo que amaba: mi ciudad, mis amigos y mi esposo«, lamentó.
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