Por SILVIA PICHINI
Nubes y Sombras en Marte es el título de una de tus obras en la muestra del Palazzo Massimo, Museo Nazionale Romano. ¿Por qué escoger ese mismo título para la exhibición?
La muestra pretende que los visitantes del museo —la mayoría de los cuales van a ver las colecciones allí expuestas, no mi trabajo— encuentren mis obras de forma gradual, paso a paso, como fragmentos, insertas en las galerías de los frescos antiguos del Palazzo Massimo.
Esto es proporcional con mi obra, en cuanto muchas de mis pinturas funcionan como intervalos, desde conexiones inesperadas, yuxtaposiciones de imagen y lenguaje, etc.
Mis pinturas sugieren vínculos entre realidades aparentemente disconexas —en este caso un artículo de periódico que incluía una descripción de la NASA sobre la superficie de Marte y que puede servir, también, perfectamente, como leyenda para una foto de la actual guerra en Palestina… Las obras escogidas para la exhibición juegan con lo que está dentro (en el museo, por ejemplo) y lo que está afuera: Roma, la cultura y el arte contemporáneos de Italia, cuentos y leyendas sobre metamorfósis, los deportes, los planetas, que llevan los nombres de los dioses mitológicos que regulaban las creencias contemporáneas a la época de la cual proceden los frescos expuestos en el museo… La muestra sugiere que Antigüedad y Modernidad pertenecen a una misma temporalidad extendida, la cual se manifiesta a través de fragmentos, como frases interrumpidas en un discurso, como breves intervalos que en este caso se encuentran con mis obras insertas entre ellos, en las galerías del museo. Pero escoger este título también responde a mi deseo de traer el mundo real, con todo su furor y violencia, a la exposición.
¿Cúal es la relación entre tus obras y los frescos romanos en el museo?
Yo no veo una relación directa entre ellos. No he hecho mis obras basadas en ellos, como tampoco pretendo aproximarse en mis obras a la cualidad estética o a la complejidad histórica de los frescos antiguos. Dicho lo cual, es verdad que mi obra se alimenta siempre de imágenes que ya existen: obras de otros artistas, fotografías, publicidad, recortes de periódicos, imágenes científicas, libros, documentos, etc. Yo no “invento” mis imágenes. Mi “invención” artística consiste en descubrir o revelar una cualidad relacional entre las imágenes, el principio de sus posibles vinculaciones: propongo así asociaciones entre ellas, con ellas, como metáforas, a veces según soluciones que pueden parecer arbitrarias pero que —eso espero— mi obra logra bordar, justificar. Ahora bien, pensándolo bien, quizás sí que hay una resonancia entre los frescos antiguos y mis obras: a menudo recurro a la ‘borradura’, a la ‘obliteración’ de las imágenes. Me interesa borrar imágenes, me gustan las imágenes borradas. En ese sentido algunas de mis pinturas funcionan como ‘ruinas’ de pintura —por ejemplo: mis Morandis borrados —hay dos en la muestra— o algún cuadro de Cy Twombly. Los frescos antiguos son “borraduras” y la “borradura” es un material visual que me interesa. Sólo hay en la muestra una obra directamente vinculada a los frescos, voluntariamente pintada para evocarlos y es, de nuevo, una borradura, aún cuando prefiero llamarla un ‘eclipse’, en la cual mantengo las líneas de marco del fresco y dejo vacío el campo de su imagen.
Las obras en la exposición corresponden a diversos momentos y temas (entre 2020 y 2024). ¿Cuál fue el criterio para seleccionarlas? ¿Hay algo que une a estas obras entre ellas?
Quizás sólo las ‘licencias poéticas’ que asumo en sus vinculaciones y correspondencias. El arte moderno se caracteriza por el encuentro entre objetos y situaciones que no tienen nada que ver entre ellos. Recuerda la famosa frase de los surrealistas —de Lautréaumont, creo—: “El encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección.” Con esto no quiero señalar que me interesa el Surrealismo o que la selección de mis obras depende del azar. Al contrario: me interesaba sugerir contrastes entre diversas temporalidades, interceptando fragmentos de visiones modernas en medio de los frescos antiguos, refiriéndome a ellos a través de imágenes contemporáneas. Por ejemplo: en uno de mis cuadros se figura la imagen enmarcada del dibujo original de Pinocchio por Walt Disney, tal como fue reproducido en el catálogo de una subasta, y se trata de la escena en la que Pinocchio bajo el agua aparece rodeado de fauna marina. La instalamos en el museo cerca de frescos representando metamorfósis y animales acuáticos. Igualmente una serie de cuadros que representan los planetas de nuestra Galaxia, distribuidos como puntuaciones o leitmotiv a lo largo de la muestra evocan lo que queda de los dioses antiguos: sus nombres apropiados por la astronomía.
¿De dónde viene tu interés por los planetas?
Primeramente, me fascina el desafío formal que sus imágenes plantean a un pintor. ¿Quién hubiese podido imaginar en la antigüedad que un día seríamos capaces de representar la realidad física de los planetas con el detalle con el cual representamos las cosas más cercanas y ordinarias? Pero una característica de mi trabajo es que en mis cuadros se condensan diversas cosas y temporalidades. Los planetas me permiten pintar como si yo fuese un pintor abstracto. Y ellos llevan los nombres de los dioses antiguos: sabemos que el campo celeste que podemos ver está constituido por la resonancia de eventos astrofísicos inimaginables que acontecieron hace miles de años-luz, un poco como cuando caminamos en medio de las antigüedades romanas en el museo…
Algunas pinturas evocan a Luigi Ghirri y a Giorgio Morandi. ¿Me puedes decir algo sobre eso?
Son dos artistas que me interesan mucho, cuyas obras admiro y con frecuencia estudio. Me parece genial el trabajo de Ghirri en el taller de Morandi. He hecho obras sobre ambos. Hay en los dos una suerte de profunda melancolía emotiva. Morandi trata siempre de atajar la naturaleza huidiza de las cosas, su breve ser concreto en la luz y el espacio. Para esta muestra me concentré en hacer obras que resuenan con esa cualidad, obras en las que las imágenes de ambos, Ghirri y Morandi, aparecen como fragmentos, borradas. Su inclusión en el show me permite traer arte moderno y contemporáneo al museo donde se exponen las obras más antiguas.
La invitación a la muestra reproduce una obra para la cual usaste como referencia una imagen de la película de Michelangelo Antonioni El eclipse. ¿Podrías decirnos algunas palabras sobre ello?
Quizás todas mis obras, y ciertamente las que he escogido para esta exposición, funcionan como eclipses: son imágenes superpuestas a otras imágenes, a veces con lenguaje yuxtapuesto a las imágenes, que mutuamente se eclipsan, o son objetos modernos interfiriendo en pinturas antiguas —como el cuadro que representa un proyector de Planetario instalado en el salón de los frescos del jardín de Livia emperatriz—: funcionan todas como pequeños eclipses, como discretas estrategias eclipsantes que aportan —espero— una dimensión poética de sentido. De pronto, al enceguecer algo, al cubrirlo así sea fragmentariamente, llegamos sorpresivamente a verlo de otra forma, a verlo mejor… En este caso la referencia es oblicua, pues he escogido la imagen de una película de Antonioni, que a priori nada tiene que ver con estos frescos… De nuevo es una manera de hacer coincidir en un mismo espacio y tiempo lo moderno y lo antiguo, y viceversa…
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