CARTA DE YOLANDA PANTIN A LISBETH SALAS
Caracas, 19 de abril de 2024.
Querida Lisbeth:
A manera de una conversación conmigo misma te digo que cuando pensé en ti, me vino de golpe una frase: “A Lisbeth le gusta cocinar”. Entonces me di cuenta de que algunos platos requieren para su preparación tener paciencia, saber esperar y en el esperar no quedarse dormido. Darle tiempo no sólo a la fase de la “ebullición mental”, sino al tiempo en que los ingredientes se organizan o calzan armoniosa y naturalmente como un plato de autor, como un plato único.
Estos ingredientes tuyos son, así a vuelapluma: la literatura, los escritores, los manuscritos, tus cuadernos, los libros en tanto que objetos, los objetos que rodean y desbordan tu casa, todo lo que se pueda guardar y desplegar como una colección, todo lo que uno puede atesorar a lo largo de la vida y que vas juntando algunas veces casi como si se tratase de “ruinas circulares” o de las ruinas que ve desolado el ángel de la historia.
Tu ojo como fotógrafa encontró dentro de ti —en ti misma— a la poeta que habías estado buscando, de manera que el caos se organizó: el caos donde estaban los libros, los escritores, los objetos coleccionables, las imágenes… todo ese universo se organizó. De modo que ahora regresas para encontrarte con tu primera identidad, y aquí me viene el recuerdo de cuando te conocí en un taller de poesía que yo dirigía en la Sala Mendoza. Eras una muchacha muy joven, querías aprender a expresarte por la vía de la escritura, pero hete aquí que… tantán… ¡te hiciste fotógrafa! Y entonces, en las paredes de la galería Carmen Araujo, en Caracas, despliegas un libro del que eres autora, un libro que estuviste preparando, madurando sin tú saberlo durante todos estos años.
De una cámara Polaroid fluyó la escritura que llamas conversación, y que son páginas resueltas en dípticos, páginas de un diario fechado entre los años 2000 y 2008. Con Horacio Fernández, en broma y en serio, jugando a las cocinitas, desplegaron las imágenes que empezaron a buscar sus pares respondiendo a llamados libérrimos, vitales, caprichosos, luminosos, jocosos. Todo a la vista expuesto en una línea muy fina y elegante. Ellos, los dípticos, al pasar de las páginas, de la 1 a la 17, conforman un libro de poesía escrito en el idioma de la fotografía. Así, hiciste encajar todas las piezas dispersas, todo eso que habías coleccionado, reunido, cargado y transportado: los libros, los papeles, las imágenes, los objetos cotidianos y un largo etcétera. Y ahora, querida, ya eres dueña de tu camino.
Abrazos,
Yolanda.
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