Por KATHERINE CHACÓN
A mediados de la década de 1970, cuando emprendió sus estudios de arte en la Académie de la Grande Chaumière de París y en el Camden Art Centre de Londres, la artista dominicano-estadounidense Rosario Rivera-Bond asumió un compromiso tácito en favor de la franca expresión de su interioridad. Desde entonces, ha creado un extenso cuerpo de trabajo que, si bien se inscribe dentro de las corrientes expresionistas contemporáneas, es difícilmente clasificable. Su práctica, aunque predominantemente pictórica, es abiertamente experimental, e incluye el collage, la instalación, el ensamblaje, la aglomeración y los eventos participativos.
Las veinticinco obras reunidas en su más reciente exposición, Emotionally Charged —realizada en el Miami International Fine Arts—, abarcan un período de diez años de producción; un lapso decisivo en la carrera de Rivera-Bond, marcado por la paulatina moderación de los elementos de su lenguaje. Gradualmente, su pintura abandona las gruesas capas de color estridente que la caracterizaron hasta principios de la segunda década del milenio, para dar cabida a espacios neutros que actúan como fondo de entramados gestuales. Sin renunciar a la potencia emocional y a la descarga intuitiva, la pintura integra trazos más líricos, tonos pasteles o contrastes menos intensos, en composiciones que remiten al paisaje o a la vegetación.
Buena parte de la producción de Rivera-Bond se organiza por series. Éstas son creadas sin planificación previa, juntando a posteriori trabajos con características similares. Happy Ashes (Cenizas felices), serie iniciada en 2016, marcó un punto de inflexión en la trayectoria de la artista. La presencia del lienzo crudo y el uso de pigmentos mates determinaron parte de estos cambios. Los trazos espontáneos y coloridos sobre la tela desnuda —ligeros como la ceniza echada al viento— se entrelazan con grises y negros profundos, enriqueciendo la tensión plástica y connotativa de estas piezas.
En Unbounded (Sin límite), serie desarrollada a partir de 2017, la artista aplica sin restricciones diversas técnicas pictóricas. Líneas y manchas aparecen junto a salpicaduras y chorreados. También introduce el collage, el estarcido con aerosol y módulos lineales geométricos. Los fondos neutros recalcan la cualidad volátil de los trazos y recuerdan ciertos trabajos de Cy Twombly, uno de los creadores más admirados por Rivera-Bond.
Back to my Garden (De regreso a mi jardín) es su serie más reciente. El volver a habitar la casa donde había criado a sus hijos, en Coconut Grove, hizo que la artista recordara un cúmulo de entrañables momentos familiares, y disfrutara nuevamente del exuberante jardín tropical que veía cada mañana a través de los ventanales de su nuevo estudio. Comenzada en 2019, Back to my Garden vincula a Rivera-Bond con la sensualidad de la naturaleza y la ternura de la memoria hogareña, y direcciona su producción ulterior hacia soluciones menos impetuosas. Algunas obras muestran suaves contrastes de tonos apastelados y casi infantiles, como los verdes agua, rosados y azules. Paulatinamente, el pigmento vuelve a cubrir la superficie del lienzo, abandonando los fondos neutros de sus series anteriores, en composiciones sinuosas que refieren al paisaje.
La creadora ha descrito su práctica de la siguiente manera: “Mi pintura es un reflejo de mi propia vida. En el proceso de creación, exploro mi subconsciente y nunca parto de una idea preconcebida. Mi trabajo es completamente intuitivo y depende de mi estado de ánimo. Podría decirse que mis obras son abstracciones de mi imaginación y de las emociones que surgen al momento de pintar. Todo se trata del propio proceso de pintar. Al final, lo que quiero es que los espectadores vean el cuadro y no importa si le aportan sus propias historias porque estoy a favor del placer y la fantasía. Mi propósito es crear tensiones entre la emoción, el gesto y el color en composiciones seductoras y sensuales. Asimismo, mi trabajo es muy físico. Trabajo con rapidez y eso requiere una enorme cantidad de energía. Me gustan los lienzos grandes. Es un reto pintar sobre una superficie extensa en la que tengo libertad para improvisar. Esto me anima a experimentar con nuevas ideas y técnicas. Me encanta la sorpresa porque estimula al espectador con aspectos incoherentes e imágenes imprevisibles”.
Abordando los desafíos de la creación actual desde un fiero automatismo, la práctica de Rosario Rivera-Bond se sostiene en el campo inestable de las libres asociaciones y en la tensión liminar entre lo ‘abstracto’ y lo ‘representativo’, términos que se hacen insuficientes para describir un trabajo que atañe a lo emocional, lo memorioso, y aún a pulsiones más profundas e indescifrables.
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