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Futuro, sin inspiradores

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El panorama de la vida política en países desarrollados y en proceso de llegar a ese nivel se ha tornado pesimista. Los dirigentes políticos -cada vez dirigen menos- hablan con desprecio del pasado, se olvidan de los años que en algunos países se han declarado gloriosos y, también, denigran del presente. Pero son incapaces de diseñar los elementos de lo que sería un futuro político para su respectiva sociedad. Ahí se paralizan. Como que no encuentran las palabras ni los elementos para dibujarlo. Les parece que con solo denigrar del presente y del pasado ya es suficiente.

Así, creen que la gente está en capacidad de imaginar un futuro mejor. Pero parece ocurrir lo contrario. Ante semejante ausencia, los ciudadanos aumentan su desesperanza, su desilusión, su escepticismo. Si ya no tienen un pasado que recordar, que defender y que añorar, y si el presente también se ofrece con tantas dificultades y limitaciones y tan diferente de lo que se habría podido esperar, no queda actitud diferente a la de la desolación, el desencanto, el pesimismo. Prefieren algunos desentenderse de lo que está pasando y ello hace más difícil transmitirles una opción de futuro. Escogen la alienación. Marginarse. Casi que esconderse.

Lo paradójico es que tenemos a la vista, si queremos abrir los ojos y despertar nuestra inteligencia, un futuro que puede ser más brillante que cualquiera que nuestros antepasados haya conocido. Los avances que vemos todos los días en una disciplina tan exigente como la medicina son deslumbrantes. Cómo lograr que ellos estén al alcance de todos, ricos y pobres, es una tarea descomunal pero al mismo tiempo muy gratificante.

Jamás en la historia se había conocido algo parecido. La inteligencia artificial ofrece unas posibilidades increíbles, casi nunca imaginadas, para todo el sector educativo. Y todo quiere decir en todas las materias, para todos los sectores, para todas las edades, para todos los niveles económicos, aun para los que tradicionalmente han estado excluidos del sistema educativo.

Las mejores inteligencias se ofrecen a cualquier hora en todos los países, y lo que se requiere es una buena gestión para darle valor a esas contribuciones intelectuales y así lo conseguiría un sistema de acreditación menos formal y más adecuado a las nuevas circunstancias. Nada fácil. Lo mismo está ocurriendo con el acceso a los libros muchos de los cuales fueron para nosotros inaccesibles y no podíamos verlos ni siquiera, como decíamos, por el forro.

Y, ahora, también muchas veces a precios ridículos o gratuitos. Algunos no tanto. Cuando fundaciones como la Rockefeller o la Ford en los años sesenta se interesaron por ayudar al desarrollo de la educación universitaria en Colombia y, seguramente, en otros países de América Latina, lo primero que examinaron fue la calidad de las bibliotecas. Entonces, deplorable.

Así podría continuar la narración sector por sector… Y cómo es posible que no se pueda construir y divulgar ese brillante futuro para ilusionar a la juventud y darle una motivación más positiva a quienes ya han culminado sus estudios o importantes etapas de su vida laboral, pero que anhelan una situación mucho más estimulante. Y como que no hay nadie que se la ofrezca, que se la ayude a concebir y que le haga ver que está ahí, que es viable, que está al alcance de la mano.

Artículo publicado en el el diario El País de Cali

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