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Discurso deshumanizante y represión en Cuba

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El reciente lenguaje despectivo de los medios controlados por el estado en Cuba, dirigido a manifestantes que exigen ‘electricidad, comida’ y ‘libertad’ en Santiago de Cuba y otros lugares, subraya el fuerte vínculo entre el discurso deshumanizador oficial y la represión en el país. Un artículo titulado “Nadie nos puede quitar la paz”, publicado el 23 de marzo de 2024 por el diario Sierra Maestra, calificó a los manifestantes de “gente lamentable” y “parásitos”, incitando al “repudio” público. Esta retórica intolerante condujo rápidamente a la represión, con entre 19 y 41 manifestantes arrestados en marzo de 2024 y 374 acciones represivas contra activistas. Este patrón refleja una larga tradición de utilizar el discurso oficial para justificar violaciones de derechos humanos en Cuba.

En Cuba, existe un vínculo claro entre el discurso oficial de intolerancia, la deshumanización de los percibidos como «otros» y la represión política, que se basa en acontecimientos históricos que abarcan más de seis décadas. La falta de libertad para acceder a los medios de comunicación y la ausencia de un sistema judicial independiente exacerban aún más este ciclo dañino, dejando a las personas indefensas frente a los abusos del régimen.

La invisibilización del individuo en el discurso del régimen cubano

Durante más de seis décadas, el Partido Comunista de Cuba y la élite gobernante han negado los derechos humanos fundamentales al pueblo cubano. A diferencia de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que sitúa al individuo en el epicentro de los derechos inalienables, el régimen cubano enfatiza el control estatal, exige lealtad absoluta y mantiene el control total. En consecuencia, viola derechos fundamentales y vuelve invisibles a las personas.

Para los arquitectos del totalitarismo en Cuba, como Ernesto ‘Che’ Guevara, el concepto de ‘Hombre Nuevo’ o ‘Nuevo Hombre de Masas’, que sería el arquetipo del partidario del nuevo régimen, representaba a un individuo estrechamente integrado con las masas, desprovisto de pensamiento independiente e individualidad. Fidel Castro, a través de su retórica exigiendo apoyo incondicional al sistema, dijo a intelectuales y artistas en 1961: “dentro de la Revolución, todo vale; contra la Revolución, nada”. Castro también promovió activamente la supresión de cualquier voz disidente con su régimen. Su declaración del 2 de enero de 1961, pronunciada durante un discurso en la Plaza Cívica, resumió este enfoque: “Con la Revolución no hay alternativa: o la contrarrevolución aniquila a la Revolución, o la Revolución aniquila a la contrarrevolución”. Esta declaración se convertiría en la piedra angular de la represión de las ideas disidentes en Cuba en las próximas décadas.

La interacción entre el discurso de intolerancia y la represión en Cuba

En Cuba, el lenguaje deshumanizador dirigido a personas vistas como diferentes, basándose en creencias políticas, religión, orientación sexual o estilos de vida, se ha correlacionado durante mucho tiempo con una represión generalizada. Este patrón surgió ya en 1959, particularmente evidente en el trato dado a los estudiantes disidentes en la Universidad de La Habana en los primeros años del régimen. El lenguaje peyorativo, dirigido a personas con opiniones disidentes y etiquetados como «pepillos», «gusanos» y «contrarrevolucionarios», estaba dirigido a jóvenes católicos y estudiantes universitarios que se alzaron en apoyo de la autonomía universitaria y se opusieron al control estatal de la institución, así como la transformación prosoviética y totalitaria del régimen emergente.

Paralelamente a esta retórica intolerante, la Universidad de La Habana rápidamente se militarizó. A partir de octubre de 1959, se desplegaron brigadas universitarias en el campus para monitorear la disidencia y reprimir las manifestaciones públicas, centrándose en la ‘escalinata universitaria’, un lugar de fuerte simbolismo ya que fue donde comenzaron las marchas de protesta contra los regímenes dictatoriales durante la era republicana. Es digno de mención que el 25 de febrero de 1960, brigadas universitarias, impulsadas por este discurso, llevaron a cabo lo que probablemente fue uno de los primeros actos de repudio del régimen, atacando violentamente a estudiantes que protestaban contra la dirección dictatorial y prosoviética de la revolución, frente a la Estación de Televisión CMQ.

Durante la década de 1960, especialmente en la «Era de construcción del socialismo y el comunismo», el régimen llevó a cabo un adoctrinamiento masivo para inculcar el comunismo a través del trabajo agrícola. Revistas como Mella desempeñaron un papel fundamental a la hora de respaldar esta agenda y utilizar lenguaje homofóbico en numerosos artículos y caricaturas, etiquetando despectivamente a los jóvenes por su identidad sexual y sus estilos de vida.

Todas estas publicaciones, junto con los discursos de Fidel Castro cuyas palabras tuvieron una influencia determinante debido a su control absoluto del gobierno, llevaron a la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) en octubre de 1965. Se trataba esencialmente de campos de concentración donde enfrentaron represalias basadas en su orientación sexual, creencias religiosas o estilos de vida que se desviaban del ideal del nuevo hombre. En estos campos se produjeron graves violaciones de derechos humanos, denunciadas en su momento por la comunidad intelectual mundial que apoyaba la revolución. Además, durante la redada masiva de septiembre de 1968 en La Habana, miles de jóvenes fueron arrestados únicamente por su apariencia y vestimenta, y luego enviados a campos de reeducación agrícola donde soportaron trabajos forzados y diversas formas de abuso.

El Noticiero ICAIC, dirigido por Santiago Álvarez y proyectado en los cines cubanos durante tres décadas (1960-1990), abarcando 1.493 ediciones, se convirtió en una potente plataforma propagandística para difundir una retórica deshumanizadora. En particular, el noticiero del 22 de abril de 1980 titulado ‘La Marcha del Pueblo Combatiente’ empleó inquietantes técnicas cinematográficas que recuerdan a la propaganda nazi. Representaba a los solicitantes de asilo cubanos en la embajada peruana como ratas, haciéndose eco de los métodos de deshumanización utilizados en la propaganda antijudía más virulenta de los nazis, como el pseudodocumental ‘El eterno judío’.

Actos de repudio

En este contexto, la correlación entre el discurso deshumanizador y la represión violenta se hizo evidente y se intensificó a través de actos generalizados de repudio, manifestaciones públicas, muestras de homofobia y humillaciones públicas contra los cubanos que expresaban su intención de abandonar el país, junto con violencia verbal y física. Orquestadas por el régimen y llevadas a cabo por los Comités de Defensa de la Revolución y otros organismos represivos del Ministerio del Interior, estas acciones tuvieron como objetivo a cientos de miles de cubanos durante los acontecimientos de la Embajada del Perú y el éxodo del Mariel en abril y mayo de 1980.

La violencia verbal y física de los actos de repudio contra los disidentes resalta el estrecho vínculo entre el discurso intolerante y la represión política. Las Damas de Blanco, familiares de presos políticos que exigen su liberación desde la Primavera Negra de 2003, han sido sistemáticamente atacadas por estas prácticas. En un ataque en septiembre de 2011, miembros de las Brigadas de Acción Rápida rodearon su cuartel general gritando «¡Machete, son pocos!». Estas expresiones de odio resultaron en numerosos incidentes de violencia física, arrestos y, finalmente, el fallecimiento de su líder, Laura Pollán, en el hospital Calixto García en circunstancias sospechosas, menos de un mes después.

Difamación

La difamación en Cuba resalta el vínculo entre el lenguaje, la represión estatal y la violencia. El régimen desacredita sistemáticamente a los defensores de los derechos humanos, con el objetivo de manchar su reputación y alimentar la represión contra ellos y sus familias. El lenguaje despectivo utilizado en estos ataques genera acoso, arrestos y encarcelamiento. Incluso se utiliza para justificar el encarcelamiento de líderes prodemocracia, como José Daniel Ferrer, quien ha sido sometido a torturas sistemáticas desde su encarcelamiento el 11 de julio de 2021.

Si bien el lenguaje y la represión política mantienen una estrecha relación en Cuba, el impacto lo sienten más profundamente los individuos que quedan indefensos frente a las acciones del Estado. Esta indefensión priva a los ciudadanos de vías legales y plataformas mediáticas para desafiar el poder, criticar la arbitrariedad y buscar justicia, alimentando así la violencia estatal y la represión en todas sus formas. A falta de mecanismos para responsabilizar a los miembros del aparato represivo por violaciones de derechos humanos, los abusos no se controlan. Organizaciones de derechos humanos informan que los miembros del Ministerio del Interior a menudo disfrutan de impunidad por sus acciones arbitrarias, justificadas como «cumplimiento de sus deberes». Cabe destacar que en Cuba no hay registros de que miembros del aparato represivo hayan sido encarcelados por tortura o violencia contra opositores políticos.

Conclusión

En Cuba, como en otras dictaduras, la evidencia histórica vincula fuertemente el lenguaje con la represión. El discurso deshumanizador hacia los «otros» percibidos a menudo precede a los crímenes estatales más atroces, incluidos actos de repudio, ataques de difamación, internamientos en campos de concentración, encarcelamientos por motivos políticos e incluso el asesinato de líderes de derechos humanos.

La negación de los derechos humanos por parte de la elite del poder de Cuba durante más de seis décadas ha estado en el centro de la represión y la violencia políticamente motivadas del país. Mientras el sistema político siga dependiendo de la exclusión y criminalización de la disidencia, con la persecución política y el terrorismo de Estado como políticas, la violencia y la represión continuarán. Hasta que prevalezca la democracia en Cuba, con el establecimiento del Estado de derecho, instituciones sólidas y una cultura de respeto a la diversidad para garantizar las libertades fundamentales y los derechos humanos, persistirán el discurso deshumanizador y la represión política.


Michael Lima es investigador y director de Espacios Democráticos, una ONG dedicada a fomentar la solidaridad en Canadá con defensores de derechos humanos y la sociedad civil en Cuba. Tiene una maestría en historia latinoamericana de la Universidad de Toronto.

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