Se trata de un ensayo del filósofo español Fernando Savater Las razones del antimilitarismo y otras razones (Editorial Anagrama, 1998) donde analiza la profética novela 1984 de George Orwell, en cuanto al sistema denunciado, que no fue propio de los comunistas en la Unión Soviética, acuñando su propia definición más allá de los típicos totalitarismo y en ese sentido coloca como ejemplo cómo se acusó a los judíos de la peste en Europa y a los católicos romanos de perturbaciones sociales. De ello, si a ver vamos, el boceto Pueblo, caudillo y ejército del nazista argentino Norberto Ceresole, escrito para Hugo Chávez, no fue otra cosa que la conclusión de Savater sociopatológicamente…
«Lo que pudiera llamarse conciencia fiscal o mentalidad acusatoria es la necesidad no tanto individual (psicológica) como colectiva (institucional de hallar responsables personales y voluntarios de todos los sucesos negativos que afectan a la comunidad » lo que comenzó a implementarse en la Fuerza Armada jurando «Patria, socialismo o muerte» en clásica inducción al suicidio, claramente del sistema democrático. Luego vendría la «Lista Tascón» y más reciente, la Fiscalía, que en la novela de Orwell resultó ser el Ministerio de la Verdad (miniver) al decir de Orwell y en la neolengua chavista «MPPDV» (Ministerio del Poder Popular de la Verdad).
Al respecto, la «mentalidad acusatoria» en consecuencia es persecutoria y se genera desde el Ministerio Público y la Contraloría General de la República. Esta última inhabilita y el otro imputa, obviándose el constitucional «debido proceso». Todo, en el marco de un genético despotismo, muy enmarcado en la Venezuela republicana para no ir tan lejos, en Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Hugo Chávez Frías y Maduro, acompañados por los nada democráticos jefecillos partidistas. En estos últimos estriba la responsabilidad de la hecatombe del sistema democrático.
Autocracias es el nombre que reciben los sistemas donde impera la voluntad de una sola persona en el poder, por encima de disposiciones legales. En la Venezuela del tecnológico siglo XXI, el ejercicio del poder emana de la ciudadanía según su Constitución con la clásica división de los poderes, pero no, eso es utópico imponiéndose la fórmula del beisbol nacional -dueño del equipo, novio de la madrina, bateador designado, cuarto bate y de paso recogedor-. La presidencia de la República (yo domino, tirano) y el liderazgo en el partido (señor absoluto, sátrapa).
Pues bien, el régimen militar-cívico actual gira a tono con la «mentalidad acusatoria» y su policía es el instrumento ideal para la arbitrariedad y la osadía, a los fines de aprehender al perseguido «alguacil» voz árabe, que según Sebastián de Covarrubias en su libro Tesoro Léxico, nos lo define así:
«A cierto género de araña ponzoñosa, que hace una tela donde se enredan las moscas y se mantienen de ellas, dicho por los latinos phalanhiun, llaman comúnmente alguazil de moscas y de aquí tomó el dicho tan celebrado que las leyes se hicieron para castigar a los pobrezillos desventurados que no tienen quien buelva por ellos, ni fuerza para defenderse, y así quedan asidos en la telaraña».
A buen entendedor pocas palabras y para el liberal español, Pedro Julian Padrón…»La policía del despotismo no puede servir a la libertad» (1837), expresión típica para entender las actuaciones del Sebin y como muestra, las centenares de detenciones y encarcelamiento sin el debido proceso y en los partidos políticos, sus Tribunales Disciplinarios como conciencias fiscales…
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